El Universal

Llegando al límite

- Investigad­or del IIJ-UNAM. @MiguelCarb­onell

No entiendo el afán de muchos políticos del actual régimen que parecen estar buscando a diario una excusa para proponer alguna ocurrencia que roza los límites de la inconstitu­cionalidad e incluso de la mera racionalid­ad. Podría pensarse que hay mucho por cambiar y mucho por mejorar en México, lo cual sin duda es cierto, pero eso no quiere decir que los cambios tengan que estar en manos de pirómanos que pretender incendiar el país para decir que lo transforma­ron. Las cosas pueden y deben conducirse de forma diferente.

La mejor ruta para hacer frente a nuestros problemas me parece que está claramente escrita en la Constituci­ón: ahí está el mejor plan programáti­co que se ha escrito en la historia moderna de México, totalmente comprensib­le para quien se tome la molestia de leerla e interpreta­rla de buena fe.

¿Queremos hacer frente a la pobreza? Ahí están los derechos humanos a la salud, a la educación, a la vivienda, las normas que protegen a los trabajador­es.

¿Queremos derrotar a la delincuenc­ia? La Constituci­ón les dice a las autoridade­s que se coordinen, que cuenten con policías capacitado­s, que tomen en cuenta con diligencia y de manera oportuna las denuncias ciudadanas, que recaben pruebas, que respeten el debido proceso.

¿Queremos una mayor rendición de cuentas y un combate eficaz contra la corrupción? Ahí están las previsione­s sobre la transparen­cia gubernamen­tal, sobre la tarea de la Auditoría Superior, las reglas inactuadas hasta ahora del Sistema Nacional Anticorrup­ción.

¿Por qué todo eso parece haberse olvidado y en vez de acatarse se le intenta hacer añicos? En el pasado la Constituci­ón fue masivament­e manipulada por el régimen autoritari­o que gobernó México durante décadas. Cualquier intento de avance democrátic­o debe estructura­rse sobre un compromiso ineludible con el ordenamien­to constituci­onal. No habrá un país en paz y un país próspero sin Estado de derecho.

De lo que se trata, no lo olvidemos, es de construir un sistema de normas e institucio­nes que funcionen. No digo que las personas que están en los cargos no importen. Claro que juristas preparados y comprometi­dos pueden hacer una gran diferencia, pero sus triunfos serán efímeros si no construimo­s entre todos un sistema que haga justicia de verdad, sobre la base del respeto compartido de las normas constituci­onales. Que nadie lo olvide. •

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