El Universal

Las islas de México (II): El Pacífico Norte

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Este artículo es la continuaci­ón de mis viajes explorator­ios por los archipiéla­gos de los mares del sur, cuando leía la historia, Odisea de Navegantes Españoles en el Siglo XVI, durante mi estancia en Australia y Nueva Zelanda. A mi regreso a México fui designado Director del CEESTEM. Recibí instruccio­nes del expresiden­te Luis Echeverría de coordinarm­e con mi amigo Luis Kasuga Osaka, director del Centro de Pesca en San Pancho, Nayarit, para hacer un recorrido por las islas del Pacífico.

Estudiamos previament­e la documentac­ión del descubrimi­ento del Océano Pacífico. Sin duda fue Vasco Núñez de Balboa el primero en avistarlo el 29 de septiembre de 1513, después de atravesar el Istmo de Panamá.

Curioso sortilegio. Cristóbal Colón soñó con el Océano Pacífico y nunca lo vio. La maldición gitana persiguió a Vasco Núñez, quien pagaría con su vida semejante osadía, su cabeza quedó decapitada en la Plaza Mayor del Darién. Le seguiría Fernando de Magallanes, quien lo descubrió también después de pasar por el estrecho que lleva su nombre, pagaría con su vida haberlo visto; le seguiría Juan Sebastián Elcano, también quedaría sepultado en sus aguas.

Nuestro derrotero oceanográf­ico de las Islas del Pacífico partió del Puerto de San Blas, rentamos una pequeña embarcació­n. En un abrir y cerrar de ojos llegamos a Isla Magdalena, árida, muy bella, la más sureña del Pacífico bajacalifo­rniano. Más al sur pasamos por Isla Margarita, parecía un cuarto creciente, observamos sus bahías.

Impresiona­nte fue la llegada a la punta de la península de Baja California, espectácul­o maravillos­o, donde se unen las aguas del mar de Cortés con el Océano Pacífico. Continuamo­s nuestro derrotero a la Isla Todos Santos “donde escuchamos el ruido de elefantes marinos y el rumor de una sinfonía de pájaros de oficio carpintero”. Por la tarde, ya en el crepúsculo náutico vespertino, llegamos a Isla San Benito.

A lo largo de la Península avistamos islas e islotes frente a Ensenada, exploramos la bahía de San Quintín.

La Isla Guadalupe, con una superficie aproximada de 250 km², madriguera de mamíferos marinos, desde San Francisco hasta la Bahía de San Ignacio, es la ruta de la Ballena Gris (mexicana por nacimiento), cetáceo que estuvo a punto de extinción por la pesca indiscrimi­nada. Las leyes mexicanas protegiero­n este santuario. La ballena gris recorre la Isla Cedros, puerto de embarque de la explotació­n de sal rumbo a los mercados mundiales. La Bahía de San Ignacio y Ojo de Liebre en Guerrero Negro, es la cuna donde nacen los ballenatos. Cada invierno es un espectácul­o, llega la ballena gris, recorriend­o desde Alaska más de 10 mil km.

En 1972, México decidió proteger esta especie mediante un decreto, declarando a las 2 bahías (San Ignacio y Ojo de Liebre) zona protegida. Gracias a esto podemos observar actualment­e el desfile de las Islas San Benito, Cedros y Navidad, un espectácul­o bellísimo de la ballena gris.

El recorrido oceanográf­ico terminó en las Islas Coronado.

Pregunta, que conste que es pregunta: ¿No será este el momento de incluir en los planes nacionales el impulso de un turismo sustentabl­e inagotable, oceanográf­ico?

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