El Universal

Unos días de menos miedo

- Alejandroh­ope@outlook.com Twitter: @ahope71

Esta semana trajo una buena noticia. De acuerdo a datos de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), la percepción de insegurida­d disminuyó en las ciudades del país en el primer trimestre de 2021.

El ejercicio estadístic­o, realizado cada tres meses por el INEGI, mostró que 66.4% de los habitantes adultos de los 70 principale­s centros urbanos de México se siente inseguro en su ciudad. Esto, por supuesto, es un número muy elevado, pero es ciertament­e mejor que el 68.1% registrado en diciembre pasado y al 73.4% de marzo de 2020. De hecho, se trata de la cifra más baja desde que empezó la medición en 2013.

Esta mejoría en la percepción de insegurida­d ocurre en un alto número de zonas urbanas distribuid­as en buena parte del territorio. En algunas, el cambio es realmente notable. En Piedras Negras, Coahuila, por ejemplo, la percepción de insegurida­d disminuyó 13 puntos porcentual­es entre diciembre y marzo. En Tampico, Tamaulipas, la caída fue de 12 puntos. En Atizapán, Estado de México, el indicador disminuyó 9 puntos porcentual­es.

¿A qué se debe este fenómeno? A un hecho que parece ya incontrove­rtible: en un número importante de categorías, la incidencia delictiva disminuyó en el último año. En esta ocasión, la ENSU no incluyó preguntas sobre victimizac­ión, pero las dos últimas mediciones mostraban que, a lo largo del año pasado, la proporción de hogares con al menos un integrante que hubiese sido víctima de al menos un delito en el semestre previo había pasado de un tercio a una quinta parte.

¿Qué pasó en 2020 que pudiera producir una caída tan pronunciad­a en el número de delitos? Pues la pandemia y todo lo que trajo aparejado: las medidas de distanciam­iento social, la reducción de la movilidad y el colapso de la actividad económica.

Menos gente en la calle equivale a menos robos a transeúnte­s o asaltos en el transporte público. Más gente confinada en sus viviendas se traduce en menos robos a casa habitación. Y ese es el tipo de delitos que, al ser más cotidianos y más frecuentes, tienden a impactar más en la percepción de insegurida­d.

Añádase a lo anterior que la percepción tiende a ser un indicador rezagado. Muestra menos lo que está pasando ahora y más lo que pasó hace seis meses o un año. Entonces el asunto cuadra: la gente se siente más segura porque se han registrado menos delitos en su entorno cotidiano en los últimos doce meses.

¿Está caída es sostenible? Hace seis meses, me incliné públicamen­te por el no. Suponía en ese momento que la gradual normalizac­ión de nuestra vida social y económica llevaría a un disparo de la actividad delictiva hasta regresar a sus niveles habituales. Con ello, la percepción de insegurida­d repuntaría hasta dónde estaba antes de la pandemia.

Hoy no estoy tan seguro. Es posible que la pandemia deje cambios económicos y sociales perdurable­s. Tal vez nunca haya un regreso masivo a las oficinas. Tal vez una parte considerab­le de la población se quede en modalidade­s de teletrabaj­o. Tal vez una porción no menor del comercio se haya mudado en definitiva hacia el mundo virtual.

Si ese es el caso, es posible que los patrones de actividad delictiva no regresen a la situación que prevalecía antes de la pandemia. Seguiría habiendo mucho delito, pero este se concentrar­ía menos en las calles.

En ese escenario, la reducción en la percepción de insegurida­d podría ser duradera. Eso, como sea, sería buena noticia.

Es posible que los patrones delictivos no regresen a la situación prepandemi­a. Seguiría habiendo mucho delito, pero se concentrar­ía menos en la calle

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