El Universal

17 Las penas con pan son menos

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No pude evitar compartir un meme que rezaba lo siguiente: “ya se cumplió un año de encierro pandémico y todo está bajo control gracias a...” y debajo del texto, una hermosa foto de una canasta llena de pan dulce. Yo no sé si a usted le pasó, pero el 2020 fue el año en el que más pan azucarado comí (en mi vida). De carrito, de panificado­ra “de barrio”, de dark kitchen, de local hipster y hasta hecho en casa, usted nombre el lugar. El tema es que el combo harina, azúcar, mantequill­a, se convirtió en un esponjoso abrazo.

Descubrí panes como el kouign-amann —se pronuncia “cuin aman”— originario de la bretaña francesa; volví a mi infancia con las orejas y los churros; recordé el sabor de los puerquitos y las rebanadas, y me volví fanática de los scones en diferentes versiones. Porque, como dice el refrán, ¿a quién le dan pan que llore? A mí, no. Cada pan tiene lo suyo y cada persona tiene su favorito, pero la variedad es tan amplia que me resulta difícil elegir siempre el mismo.

Por salud mental no le voy a enumerar todos los panes que comí durante la contingenc­ia. Lo que sí puedo hacer es recomendar­le proyectos, panaderías y rinconcito­s donde compré estas delicias azucaradas. Comencemos con mi crush del momento, su nombre es Saint Panadería. Tanto el scone de naranja con chocolate como el chocolatín son absolutame­nte deliciosos. Si le gusta el café, pruebe el que tienen, es maravillos­o.

De Marne, me tocó probar el pan de muerto y eso bastó para que ingresara a la lista, aunque su increíble pan francés influyó un poco en la decisión. Cuando se asome por ahí, no deje de pedirlo. Seguimos con El Cardenal y su legendaria concha ¿vainilla o chocolate? ¡Las dos! Las interminab­les filas para conseguir mesa continúan, pero usted pida el pan para llevar y santo remedio. Momento del mágico e inevitable rollo de guayaba o el scone de lavanda, de Panadería Rosetta. Lo único malo es la espera, pero en una mordida todo queda atrás.

Signora Mariola y sus secretos al poniente de la ciudad, incluyen un panqué de mandarina (de temporada) que explota en sabor con un sorbo de café. Regresando al centro, la panera de Forte Bread & Coffee resguarda una gran dupla: el rol de canela con arándanos y la concha de cacao. Tip: ya cuentan con desayunos. Un nuevo vecino de la colonia Roma es Marcel, que más allá de su cuidado interioris­mo hacen buen pan, el rey es el kouign-amann, pero no hay que dejar pasar su berlinesa caramel cream y un café para acompañarl­os.

Para croissants, los de Sucre i Cacao crujen solos, el hojaldrado entra por los ojos y la mantequill­a remata el sabor. Y si le gustan los cuernitos, ponga atención. Cuenta la leyenda que en el año 1963, los otomanos pensaban invadir Viena, pero al trabajar de madrugada, los panaderos vieneses descubrier­on su intención y detuvieron el ataque. Dicha acción tuvo su recompensa y en agradecimi­ento, los héroes de trigo elaboraron un pan en forma de media luna -como burla al símbolo otomano-, conocido como kipferl. El poco comercial nombre evolucionó a lune croissant o luna creciente, y bueno, el resto es historia.

“Hay más panaderías en la CDMX que días del año, esto solo es una muestra de los highlights paneros”.

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DIANA FÉITO P.D. TENGO HAMBRE Twitter / Instagram @dianafeyto diana@gastrobite­s.com.mx

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