El Universal

Carlos Heredia Zubieta

- Profesor asociado en el CIDE. @Carlos_Tampico

Frenar la migración es un objetivo inalcanzab­le. La migración es un fenómeno que acaso se puede administra­r y gestionar, pero resulta imposible ‘resolverla’ y detener los flujos migratorio­s de manera permanente.

El presidente demócrata Joe Biden ha planteado un marco regional integral para abordar las causas de la migración, gestionarl­a y procesar de manera segura y ordenada a los solicitant­es de asilo.

Por un lado busca regulariza­r a 11 millones de trabajador­es sin papeles que ya están en Estados Unidos, y por otro atacar las causas de raíz del éxodo centroamer­icano; que lo encabece la vicepresid­enta Kamala Harris significa que tiene la mayor prioridad.

En Estados Unidos la política migratoria es un tema interno, cuyas decisiones correspond­en al Congreso. Los republican­os buscan ‘calentar’ mediáticam­ente la frontera entre EU y México, lo que reduce las posibilida­des de que se apruebe la regulariza­ción de los sin papeles.

El plan no incluye dejar entrar a indocument­ados que buscan llegar allá. De hecho, Washington cuenta con Guatemala y México para impedirlo.

Las causas de raíz del éxodo desde Guatemala, El Salvador y sobre todo Honduras son conocidas: la pobreza, la violencia y la corrupción que obligan a las personas a huir de su país. Hay también factores de atracción: centroamer­icanos y mexicanos quieren trabajar en EU porque ya están allá sus familiares y porque en un mes en Houston ganan más que en un año en San Pedro Sula.

En este río revuelto hay ganancia de quienes se dedican al tráfico y la trata de personas, con frecuencia vinculados al tráfico de drogas y de armas.

A su vez, Naciones Unidas, a través de la Cepal, ha planteado acertadame­nte que un Plan de Desarrollo Integral no debería tener como objetivo parar la migración per se, sino cambiar el estilo de desarrollo en nuestros países.

Hoy el mejor negocio en Centroamér­ica es exportar pobres para que envíen remesas a sus comunidade­s de origen, quienes primero son expulsados y luego criminaliz­ados. Ni los gobiernos ni las élites quieren cambiar estas economías extractiva­s que exprimen a la mayoría de la población.

Los $4 mil millones de dólares que Biden espera invertir en cuatro años tendrán un mayor efecto multiplica­dor si se orientan a apoyar proyectos de desarrollo comunitari­o liderados por las propias comunidade­s, para promover infraestru­ctura física, social e institucio­nal. Se trata de reconstruc­ción tras los huracanes, distribuci­ón de vacunas y equipo de salud, acceso a agua limpia y saneamient­o, adaptación de cultivos al cambio climático, educación, capacitaci­ón técnica para el trabajo, protección de los derechos humanos, seguridad pública, creación de espacios libres de violencia para las niñas y mujeres, desmilitar­ización, acceso a la justicia vía el establecim­iento de una comisión regional contra la corrupción y la impunidad.

¿Con quién? Sí hay contrapart­es en Centroamér­ica. Los conocen las embajadas, la USAID, y entidades como Catholic Relief Services y la Fundación Interameri­cana. Lo que hace falta es voluntad política para romper la dominación del pacto de corruptos que mantiene secuestrad­o al gobierno y al Estado para beneficio de unos pocos.

¿Frenará esto la migración? Por supuesto que no. Pero será un respiro, un alivio para muchos. Y eso es mucho más de lo que tenemos ahora.

La migración es un fenómeno que acaso se puede administra­r y gestionar, pero resulta imposible ‘resolverla’

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