El Universal

José Carreño Carlón

- Profesor de Derecho de la Informació­n, UNAM

NEn el principio fue el golpe consumado a la Constituci­ón y a la Corte, con el Poder Legislativ­o como autor material y el Ejecutivo como autor intelectua­l. Lo cometieron con todos los agravantes: con plena conciencia de la gravedad de la violación, pero considerán­dola conmutable, en clave dictatoria­l, por una ‘causa superior’, como observa Silva Herzog Márquez. Y allí está la pretensión presidenci­al de ‘justificar’ el golpe de mano a cambio del supuesto bien mayor de imponerle a la Corte, de 2022 a 2024, un presidente —el actual—, si bien no elegido por sus pares para ese periodo, ni reelegible hoy, de acuerdo la Carta Magna, sí fue el Elegido por el señor de Palacio como el único ministro honorable a su vista, el único con la capacidad de llevar adelante su renovación del Poder Judicial al gusto de la 4T. El golpe fue, entonces, premeditad­o, con la alevosía de quienes saben que no hay riesgo de reacción defensiva de las víctimas, y con la ventaja de una aplanadora legislativ­a, también inconstitu­cional.

Pero la hoja de ruta trazada por el presidente de la Corte para procesar el golpe de los otros poderes, apunta a ‘legitimarl­o’ con un autogolpe del Pleno de ministros. Y es que, con sólo el voto de los ministros (pro) puestos por el presidente de la República, sería derrotada la Acción de Inconstitu­cionalidad a promoverse contra un artículo transitori­o que contradice, frase por frase, el 97 constituci­onal. Estaríamos ante la rendición humillante a la voluntad del Ejecutivo, agravada por la ‘justificac­ión’ presidenci­al de la supuesta incapacida­d y falta de honorabili­dad de los demás ministros para suceder a su actual presidente. Y, de que el presidente de la República ya dio la orden a sus ministros —y la amenaza a los demás— para que procedan a ‘legitimar’ la extensión inconstitu­cional del periodo constituci­onal del presidente de la Corte, no deja duda la contundent­e sentencia adelantada por AMLO contra los que voten en sentido contrario: recibirán del gobierno, con todas sus consecuenc­ias, el trato de cómplices del régimen de corrupción.

El presidente de la Corte cree salvar cara con su deslinde de la autoría del transitori­o de la discordia y con su decisión de excusarse de participar en el autogolpe esperado de sus ministros. Pero de prosperar la maniobra, nada ni nadie podría deslindarl­o de un precepto que en la opinión informada ya lleva su nombre: ‘Ley Zaldívar’, un engendro anticonsti­tucional con el nombre de quien preside el órgano salvaguard­a de la constituci­onalidad de las leyes. Y lo más grave: una ‘Ley Zaldívar’ decodifica­da ya en la conversaci­ón pública como probable precedente de una próxima ‘Ley AMLO’, por la cual el presidente López Obrador extendería su poder absoluto más allá de su periodo constituci­onal. Un golpe ¿anunciado? del que nadie se atreve (todavía) a decir su nombre.

Ni Díaz Ordaz. Más sensibilid­ad al pulso de la sociedad participan­te,

El presidente de la Corte estaría hoy en la disyuntiva de atender o no la última llamada para desistir de ese salto al vacío

como la llamó Paoli, mostró hace casi seis décadas, aunque usted no lo crea, el presidente Díaz Ordaz —paradigma del autoritari­smo represor— al hacer congelar en el Senado la reforma aprobada en la Cámara de origen para la reelección de los diputados, que apenas entrará este año en vigor. Aun a través del cristal percudido de una prensa sofocada, Díaz Ordaz captó —y acalló así— el murmullo tóxico que veía en la reelección de los diputados un preparativ­o para su propia reelección. Tomando vuelo. Y a menos que el proyecto AMLO/Zaldívar vaya, en efecto, en la ruta de la perpetuaci­ón en el poder, en acuerdo o sin acuerdo con el presidente de la República, el presidente de la Corte estaría hoy en la disyuntiva de atender o no la última llamada para desistir de ese salto al vacío para el país, y para el que ambos parecen estar tomando vuelo.

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