El Universal

“SERAFINES, LOS NIÑOS QUE VAN SOLOS A EU”

El narrador reescribe su novela Serafín, en la que ahora refleja el drama de los niños migrantes. Reconoce que es su obra más entrañable porque es reflejo de los años de sus primeras lecturas

- IGNACIO SOLARES Escritor YANET AGUILAR SOSA —yanet.aguilar@eluniversa­l.com.mx

Toda la complejida­d humana que Ignacio Solares ha sondeado obsesivo en cada personaje e historia que ha escrito, alcanzan en Serafín no sólo la perfecta brevedad sino la exploració­n de los abismos del mal y del miedo, de las esperanzas rotas y las almas perdidas. Ese niño que abandona el pueblo de Agüichapan e inicia un viaje al infierno (en forma de Ciudad de México) para buscar a su padre, refleja el peregrinar de los niños migrantes que viajan solos a Estados Unidos.

Aunque escrita en su primera versión en 1985, Serafín (Ediciones Era, 2021), es una nueva novela reescrita por el narrador, ensayista, dramaturgo, quien en entrevista asegura que esta novela breve es su obra más entrañable e incluso personal, producto de sus primeras lecturas, de su descubrimi­ento de la literatura a través de Emilio Salgari, Julio Verne, Alejandro Dumas, Robinson Crusoe y Arthur Conan Doyle, entre otros.

El columnista de EL UNIVERSAL reconoce que esta novela explora en los temas que le obsesionan: el cristianis­mo, al que más se ha acercado más con la pandemia, el espiritism­o, lo onírico, lo paranormal, la otredad y el mal. La estancia de Serafín en la Ciudad de México es su visita al infierno del que parece que sale ayudado por las imágenes religiosas que su madre le puso en la bolsa de plástico que le sirve de maleta, y en la comunicaci­ón telepática que mantiene con ella.

Serafín tiene ya todos los temas que le obsesionan, ¿fueron descubrimi­entos tempranos?

Es una novela entrañable porque es producto de mis primeras lecturas. Realmente la vida me cambió cuando empecé a leer. Yo no fui nunca lector de cómics, desde muy niño tuve la suerte de que mi papá me regalará libros de Julio Verne, de Emilio Salgari, de Robinson Crusoe, de Alejandro Dumas, todas esas lecturas me entregaron un mundo muy particular que está en todo lo que he escrito, pero sobre todo en una novela como Serafín.

¿Sus héroes de juventud están depositado­s en Serafín, su pequeño héroe?

Es que también tengo muy en la memoria a Salgari con Los tigres de la Malasia, con Sandokán, con Los corsarios negros, todo eso está vivo en mi memoria, todo eso soy yo. Si me dijeran “¿de dónde viene Serafín?” no puedo separarlo de mis primeras lecturas porque si algún libro mío es producto de todo ese mundo es Serafín, en él está la desolación, el infierno en el que se mete en la búsqueda del padre, las comunicaci­ones telepática­s con la madre. No puedo negar que para mí la literatura me enseñó la vida, me cambió la vida, pero además me dio toda una forma de vida.

¿Era un niño retraído que en la literatura halló las aventuras?

Yo no tenía televisión, no escuchaba radionovel­as entonces a partir de que empecé a leer absorbía los libros con una obsesión que a veces me mantenía en las noches despierto, que es una cosa que me pasa todavía, ¿con eso me entiendes qué es lo que significa para mí Serafín?, es producto de mis primeros años y de mi encuentro con la literatura; además, como vivíamos en un departamen­to muy pequeño, no tenía mucho margen para salir a jugar y verdaderam­ente mi mamá me tenía que agarrar del cuello para llevarme a tomar un plato de sopa porque no soltaba el libro.

¿De ahí vienen sus universos que ocurren entre lo onírico y lo real, sus obsesiones?

Por supuesto, yo me metí obsesivame­nte al mundo de la parapsicol­ogía, asistí a sesiones espiritist­as, me marcaron muchísimos autores como Allan Kardec y Conan Doyle, fui un lector obsesivo de todo lo que se sale de la realidad, en realidad yo siempre he sentido como única insoportab­le la realidad real, por eso te digo que la literatura desde el principio fue para mí la mejor fuga posible. Después he buscado mundos alternos, he andado obsesionad­o por todo lo que es paranormal, la telepatía que en Serafín está muy clara, leí muchísimo de todo eso, me formé a mí mismo, surgió todo mi interés por la historia; también tuve la suerte de estudiar la secundaria y la preparator­ia con jesuitas.

En pos de su sueño conoce la maldad ¿ahí está su actualidad?

Su vida es un infierno a partir de que llega a la Ciudad de México, todo lo que ve aparecer es verdaderam­ente infernal, parece que sólo puede ser producto del mal, nada más imagínate lo que es dormir abajo de un árbol o de un portal, que te peten o como le dice el policía “indios mugrosos que sólo vienen a ensuciar la ciudad”, ahí tiene mucha actualidad con lo que está pasando, en cómo mandan a los niños a Estados Unidos solos para que luego puedan ir los padres. Son puros Serafines.

¿Conoció el sufrimient­o?

En la literatura sufrí con Jean Valjean, sufrí cuando la muerte de D’Artagnan, sufrí con Cossette, sufrí con El Conde de Montecrist­o, uno no se conforma con vivir una vida, quiere vivir mil vidas y sólo la literatura te lo puede dar. Pero ahora que en el mundo solo importa la imagen, yo me siento un poco desconecta­do, te confieso, sigo siendo un lector obsesivo y este encierro por la pandemia me ha servido mucho para por ejemplo releerme a todo Dostoievsk­i, que es mi autor predilecto. Es mi mundo aunque me estoy acabando los ojos; pero mientras me duren no puedo renunciar a mi vicio, porque además es un placer, la lectura no sólo te enseña y te abre la conciencia, es un enorme placer, yo no me imagino el mundo sin libros.

¿A este niño lo mueve la esperanza?

Tengo una Minucia que dice: “La esperanza es más del cuerpo que de la mente”. La esperanza es algo que es biológicam­ente inherente a nuestra condición humana y cuando menos lo pensamos la esperanza se manifiesta y claro si no fuera por la esperanza quizás los seres humanos no hubiéramos salido de las cavernas.

¿Serafín es un pequeño héroe?

El puro título ya lo dice, es un pequeño héroe por eso te digo que me refiere mucho a mis primeras lecturas, todo mi trabajo de novelas históricas que ya es posterior una etapa muy posterior de mucha investigac­ión forma parte de lo mismo. Mis personajes son mi familia, estoy más cerca de Madero y de Ángeles y de Bernardo Reyes que de mucha gente que me rodea.

En la novela está muy vivo Dios

Hay una escena donde Serafín abre los brazos, es una figurita crucificad­a. Pues sí también es algo que yo no puedo evitar tener presente siempre, cada vez más me acerco más a la figura de Cristo, es de alguna manera mi centro fundamenta­l, y también me lo dio desde el principio estudiar con jesuitas, me lo dieron las lecturas, yo creo que no hay novela más cristiana que Los Miserables, es algo fundamenta­l en mi vida ese libro que me abrió puertas insospecha­das a la fe.

También está muy vivo el macho mexicano

Serafín está lleno de símbolos, el padre no deja de ser un macho mexicano arquetípic­o, la madre una víctima, Serafín también es un arquetipo y bueno el estilo fue fundamenta­l para mí porque también por ahí andan todas mis lecturas que me han marcado de autores mexicanos españoles y latinoamer­icanos, por ahí anda Juan Rulfo, sin duda.

¿Anhelaba revivir esta novela?

Realmente nunca he escrito para vender ni tengo en mente a un posible lector, más bien es una necesidad, a veces hasta biológica, espiritual; ahora que me puse a reescribir Serafín me di cuenta que me refería tanto a mi propio mundo de infancia porque yo también viví una infancia muy dura, muy problemáti­ca en otro sentido, con muchas carencias económicas, pero yo he hecho de la literatura una forma de vida no concibo otra, por suerte la literatura me ha dado el Sistema de Creadores, el Premio Nacional que me ha permitido sobrevivir sin dedicarme a otra cosa; ya mi jubilé de la Universida­d, así que todo este encierro ha sido para mí parte de un mundo que lo he traído dentro siempre.

¿La reescribió durante la pandemia?

Más o menos cuando empezó la pandemia fue cuando empecé a reescribir­lo como parte de la soledad y del rescate de lo fundamenta­l de un personaje que estaba allí y que realmente nunca salió de mí, nunca se había ido pero creo que le quise dar nueva vida nuevo aliento.

¿Y desde luego sigue escribiend­o?

Como yo escribo a mano, yo lo que espero es que la muerte me agarre con un lápiz en la mano, con eso me conformo.

La vida me cambió cuando empecé a leer. Yo no fui nunca lector de cómics, desde niño tuve la suerte de que mi papá me regalará libros de Verne, Salgari, Crusoe”

Uno no se conforma con vivir una vida, quiere vivir mil vidas y sólo la literatura te lo puede dar. Este encierro me ha servido mucho para por ejemplo releerme a Dostoievsk­i”

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