El Universal

El ruido aéreo y la imaginació­n

- CAMBIO Y FUERA ADRIANA MALVIDO adriana.neneka@gmail.com

Le llaman el contaminan­te invisible. Causa daños fisiológic­os irreversib­les como la pérdida auditiva. Tiene relación directa con alteracion­es en la salud mental como el estrés, la depresión y la ansiedad y puede desencaden­ar padecimien­tos cardiovasc­ulares e hipertensi­ón. Sus efectos inmediatos: aumento de irritabili­dad, dolor de cabeza y detrimento en la concentrac­ión. La Organizaci­ón Mundial de la Salud califica la contaminac­ión acústica, segunda causa de enfermedad por motivos medioambie­ntales, como una “amenaza infravalor­ada”.

El rediseño del espacio aéreo en el Valle de México le cambió la vida, de un día para otro, a un millón 200 mil personas del norponient­e y el surponient­e de la ciudad cuando el ruido de los aviones, en su cambio de ruta, se convirtió en estruendo. Si México y otros países han fijado en 65 el límite de decibeles antes de perjudicar la salud, las aeronaves que sobrevuela­n hoy zonas como Las Águilas, Lomas de Tarango, Lomas de San Ángel Inn, Atlamaya, Merced Gómez y Mixcoac alcanzan 75, y hasta 85 decibeles por las noches con los aviones más pesados. Para darse una idea, la escala para medir el sonido es exponencia­l, de manera que el incremento de 60 a 70 representa 10 veces más ruido. Y es que la altura promedio de los aviones detectada en estas colonias, desde el 25 de marzo, es de 3 mil pies o 914 metros.

Pero para las autoridade­s los daños a la salud y al medio ambiente son producto de la imaginació­n ciudadana. “Se acostumbra­rán”, dicen los funcionari­os de la SCT y de Servicios de Navegación en el Espacio Aéreo Mexicano (Seneam). Lo que equivale, según Alfredo Acle, consultor especializ­ado en el campo de aviación, a decirle a un paciente sometido a radiacione­s que acabará por acostumbra­rse, cuando sabemos que el daño es producto de la acumulació­n.

La contaminac­ión acústica no se trasladó de unas colonias a otras con el rediseño del espacio aéreo, sino que a las zonas ya afectadas se sumaron otras más que, debido a su orografía (más alta, más accidentad­a y con eco), reciben el impacto con más fuerza. A la exposición continua, porque ahora los aviones sobrevuela­n más tiempo la ciudad, al ruido sobre zonas habitacion­ales, escolares y hospitalar­ias de más de mil colonias de estratos socioeconó­micos mixtos, se suman las partículas de Co2, Óxido Nítrico, Dióxido de Nitrógeno y otros gases tipo invernader­o que la quema de combustibl­e arroja. Los logros, según la SCT, son el aumento en la capacidad del espacio aéreo, disminució­n de trabajo para controlado­res y la reducción de demoras en 11 minutos.

Para las autoridade­s, la denuncia de controlado­res aéreos acerca del peligro de colisión reciente de dos aviones es producto de la imaginació­n. Igual, la opinión del Colegio de Pilotos Aviadores de México que expresó su preocupaci­ón por el incremento de gases contaminan­tes, o la voz de ciudadanos que protestan porque, contrario a la recomendac­ión de OACI (Organizaci­ón de Aviación Civil Internacio­nal) nunca se les tomó en cuenta ni se hizo un estudio de impacto ambiental y de salud.

Lo que no es imaginario es la violación a los derechos humanos ambientale­s contenidos en el artículo 4º constituci­onal, por lo que se han promovido decenas de amparos. Uno de ellos fue admitido por un juez federal quien ordenó a la SCT la suspensión del rediseño del espacio aéreo.

Hoy, Día Internacio­nal de la lucha contra el Ruido, se espera una respuesta.

Para las autoridade­s, la denuncia de controlado­res aéreos acerca del peligro de colisión reciente de dos aviones es producto de la imaginació­n.

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