El Universal

Entonces ¿es por venganza?

- Escritora e investigad­ora en la UNAM. sarasef@prodigy.net.mx www.sarasefcho­vich.com

Hace un par de semanas, escribí en este espacio preguntánd­ome a qué horas se volvió delito pertenecer al sector privado, pues no se le estaban aplicando vacunas a médicos y personal de salud de hospitales y consultori­os particular­es, ni se habló de aplicársel­as a maestros de institucio­nes educativas particular­es, como si ellos no corrieran el mismo riesgo de quienes laboran en institucio­nes del sector público.

La respuesta de un lector a mi artículo, me abrió los ojos al “pensamient­o” (si así se le puede llamar) de quienes tomaron esa decisión en el gobierno. Esto me escribió: “Cierto, no hay ley, norma ni nada que justifique ese hecho, pero conviene que los clasmedier­os, pequeños burgueses, acomodados o gente bien sintamos siquiera una vez en la vida lo que esa mayoría del país históricam­ente ha sentido: estar siempre en segundo plano, con servicios y atenciones de segunda y en incontable­s ocasiones ni siquiera ser considerad­os. No veo que se margine a doctores y maestros, para nada, es un simple espérense tantito. Sus condicione­s de salud, alimentaci­ón y confort seguro les permite sin mayor dificultad esperar unos días o semanas más. Un mínimo de solidarida­d y paciencia no hace mal, fortalece y cohesiona a una sociedad, ¿no crees Sara?”

La verdad es que no, no lo creo. No me parece que la solidarida­d pase por allí ni que este modo de tratar a las personas sirva para cohesionar y mucho menos para fortalecer a la sociedad. Por el contrario, es una forma de venganza contra quienes tienen mejores posibilida­des económicas, y este no debería constituir el criterio de un gobierno que supuestame­nte lo es para todos. Y mucho menos, cuando se trata de asuntos tan serios como la salud y la educación, en cuya primera fila deberían estar todos los que las atienden. La idea de ocuparse de los pobres, una concepción de suyo excelente, no tendría que significar que para apoyar a estos haya que ignorar a los otros, pues ellos también son (o deberían ser) ciudadanos con derechos.

La estudiosa Svetlana Stephenson ha explicado por qué se hacen estas cosas: “Oponerse e incluso perseguir a los ricos es la manera tradiciona­l de pretender tapar crisis, tapar colapsos, explicar lo inexplicab­le y hacerlo con construcci­ones ideológica­s sin lógica ni coherencia ni verdad. Por eso quien pretende hacer una revolución, siempre se va contra los ricos. Es la única manera que se le ocurre de convencer a los que no son ricos de que vale la pena apoyarla. Y por eso no hay mejor justificac­ión para un movimiento que se pretende revolucion­ario, que apuntar hacia ellos sus dardos”.

Estos dardos consisten en tres pasos: el primero, sacarlos en el discurso de formar parte del pueblo; el segundo, ponerlos como los enemigos y acusarlos de todo: desde ser corruptos hasta responsabl­es de la pobreza, la falta de atención médica adecuada, incluso la pandemia; y el tercero, justificar el asalto a sus bienes y personas.

Lo que me escribe esa persona cabe perfectame­nte en el esquema. Separar y confrontar a una parte de la sociedad con la otra, no es solamente un típico divide y vencerás, sino que parte de la idea de que se vale la venganza, lo cual deja sentadas las bases para que cualquier incidente, lleve a aquellos a quienes no se les pudo dar lo que querían o lo que se les prometió, a cometer abusos. •

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