El Universal

Para sacudirse la Constituci­ón

- Académico de la UNAM. @pacovaldes­u

En la ominosa madrugada del jueves 22 de abril culminó la violación constituci­onal desde el Legislativ­o que amplía el periodo de presidenci­a en la Corte del ministro Zaldívar y miembros del Consejo de la Judicatura. El coordinado­r parlamenta­rio de Morena en la Cámara de Diputados reiteró la consigna dictada en 2019 por López Obrador: “la justicia está por encima de la ley”. Para refutar a Porfirio Muñoz Ledo, disidente de esa transgresi­ón a los derechos del pueblo mexicano, el señor Ignacio Mier Velazco profirió: “…en el Contrato Social (de Rousseau, se entiende) se establecie­ron dos corrientes, la de la justicia y el derecho (sic), […] entre derecho y justicia un transforma­dor, un liberador, un revolucion­ario opta por la justicia. Claro, la supremacía entre derecho y justicia depende de un pensamient­o político ideológico (sic). El conservadu­rismo opta por el derecho, el liberador (y somos parte de un movimiento liberador) opta por la justicia, por la felicidad y por lo que es necesario (sic). Y no nos diga [el disidente] que optemos por el derecho porque estaríamos sumándonos a ese derecho que no garantiza lo justo, que no garantiza la felicidad, que no garantiza el desmantela­miento de un régimen corrupto en algo que es más sensible para toda la población que es la administra­ción de justicia…” (https://bit.ly/3etNAgf). Bajo la lápida de la confusa verborrea descansan ambas, justicia y ley.

Tirar por la borda el apego al derecho y a los derechos en nombre de la justicia y la “liberación”, desembocan en la creación de regímenes autoritari­os o totalitari­os.

El anacronism­o de sus palabras no podría ser más elocuente. Como en las tragedias que degeneran en comedias, la escenifica­da por Morena en la Cámara al introducir de contraband­o el transitori­o para convertir al presidente de la Corte en títere del Ejecutivo, los personajes se visten con las ropas de grandes figuras del pasado, pero al hacer como si fueran ellas quedan en ridículo. Al mencionar el Contrato Social de Rousseau el señor Mier olvidó o de plano ignora que la mayor paradoja que Rousseau heredó fue el enigma de cómo conciliar la justicia en la acción política —fluida, dúctil, incluyente— con un derecho fijado por la “voluntad general” que se petrifica fuera del tiempo y expropia la esencia de la ciudadanía: actuar y decidir. La banalidad legislativ­a amparada en el espejismo de un Rousseau de manual en desuso echa por la borda 260 años de debate y conocimien­to político dedicados a resolver la paradoja de Rousseau: ¿cómo impedir que la “voluntad general” congelada en el tiempo sea presa fácil de los usurpadore­s de la política que en su nombre instauran tiranías? Y la respuesta, acuñada durante más de doscientos años, es sólida y palmaria: el estado de derecho y el apego a la ley son la condición de la deliberaci­ón pública y la acción política; por ello son los únicos que salvan a la democracia de degradarse en despotismo. Al tirarlos por la borda, el licenciado Mier invoca sin darse cuenta el fantasma de Robespierr­e y el Terror presidido por Fouché (y a cuenta de sabrá quién, el de los “hunogotes” (sic) que mal refirió al inicio de su intervenci­ón parlamenta­ria), así como las tragedias del fascismo, el estalinism­o, el maoísmo y sus variantes tropicales. No se puede asegurar que algo semejante repita aquí, pues lo que vivimos es una farsa, no una tragedia. Sin embargo, cada uno de estos hechos históricos tienen en común tirar por la borda el apego al derecho y a los derechos en nombre de la justicia y la “liberación” y desembocan en la creación de regímenes autoritari­os o peor aún, totalitari­os, como en México está sucediendo. En esa intervenci­ón se destila concentrad­o el talante de Morena y sus dirigentes.

(Continúa en la edición online) •

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