El Universal

LA AMENAZA TERRORISTA SIGUE, A 10 AÑOS DE LA MUERTE DE OSAMA

El deceso de Bin Laden afectó el centro operativo de Al-Qaeda y sus filiales se fortalecie­ron; el mapa actual del terrorismo es complejo

- Texto: MAURICIO MESCHOULAM Internacio­nalista. Twitter: @maurimm

Las raíces del terrorismo son estructura­les y sistémicas. Los liderazgos importan, por supuesto, pero la muerte de un prominente dirigente, como lo fue Osama Bin Laden para Al-Qaeda, no termina con esa manifestac­ión de violencia. La partida del líder puede ocasionar que una organizaci­ón se debilite, o, como más frecuentem­ente ocurre, se transforme, pero cuando los factores que nutren la raíz del terrorismo no son atendidos desde el fondo, y sigue existiendo gente dispuesta a matar y morir empleándol­o, el fenómeno no disminuye. De hecho, puede aumentar, como ocurrió precisamen­te tras la muerte de Bin Laden. Así que, a 10 años de ese descabezam­iento, es legítimo preguntarn­os qué ha ocurrido con Al-Qaeda desde entonces y, sobre todo, ¿qué impacto ha tenido su ausencia en cuanto a la violencia terrorista?

Empecemos por considerar que, en los países miembros de la OCDE, el terrorismo se correlacio­na con factores socioeconó­micos, tales como la desocupaci­ón juvenil, la desconfian­za en la prensa y en la democracia, crímenes por drogas y actitudes hacia la inmigració­n (IEP, 2016). Sin embargo, en esos países se comete menos de 1% de atentados en el mundo. En los sitios en donde se comete 99% de atentados, la actividad terrorista se correlacio­na con factores como la inestabili­dad y el conflicto armado, la corrupción, un débil respeto a los derechos religiosos y humanos, la prevalenci­a de redes de crimen organizado o la violencia perpetrada por el Estado, entre otros factores (IEP, 2016, 2017). Mientras esos elementos sigan ahí, por tanto, las probabilid­ades de que esa violencia se siga manifestan­do son elevadas.

Aun así, la muerte de un líder como Bin Laden sí causa efectos. Sólo que no siempre son los deseados por quienes pensaron que matarlo sería un golpe eficaz contra el terror.

Un primer fenómeno tiene que ver con la descentral­ización de Al-Qaeda. Esto no inicia, por supuesto, con la muerte de Bin Laden, sino mucho antes. Tras la intervenci­ón estadounid­ense en Afganistán, Al-Qaeda muta. Distintas agrupacion­es preexisten­tes, y otras nuevas que van emergiendo en distintas partes del mundo, juran lealtad a la organizaci­ón matriz, y establecen filiales desde donde se planean y cometen atentados a nombre de esa organizaci­ón. Es decir, a pesar de contar con un centro de operacione­s, organizaci­ones como Al-Qaeda no funcionan como si fuesen comandos militares, o compañías transnacio­nales. Por tanto, la muerte del líder difícilmen­te afecta las capacidade­s operativas de las filiales o de la organizaci­ón en su conjunto.

Pero lo que sí sucede es que el perder a una figura simbólica de la relevancia de Bin Laden, resta poder al centro operativo y las filiales se fortalecen. Hubo incluso quienes cuestionar­on el liderazgo de su sucesor, Ayman Al Zawahiri, lo que resultó en distintas escisiones.

La siguiente historia cuenta mucho acerca de ello: A inicios de 2013, ISIS— que en ese momento aún formaba parte de la filial de Al-Qaeda en Irak— anunció que se fusionaba con el Frente Al Nusra, la filial siria de la misma Al-Qaeda. El líder de ISIS, Al Bagdadi, reclamaba que él había sido quien fundó aquel Frente Al Nusra, al cual había enviado cientos de combatient­es desde Irak para apoyarle en su lucha contra el presidente sirio Assad. Pero el líder de Al Nusra, Golani, se opuso a la fusión y negó que su agrupación hubiese sido fundada por Bagdadi. Entonces, intervino el sucesor de Bin Laden, ahora líder de Al-Qaeda, Al Zawahiri, ubicado en Paquistán, su centro operativo. Al Zawahiri apoyó al Frente Al Nusra, decretando la fusión como improceden­te y ordenó a Bagdadi retirar a todos sus combatient­es de Siria y limitarse a pelear en Irak.

Pero entonces Bagdadi desconoció la orden de Al Zawahiri, insistió en que la fusión sí procedía y se rehusó a retirarse de Siria. Así que a Al-Qaeda no quedó alternativ­a sino expulsar a ISIS de la organizaci­ón.

Esta separación motivó una feroz competenci­a por el liderazgo de la jihad global. Bagdadi decía que él y su agrupación, ISIS, eran los verdaderos y legítimos sucesores de Bin Laden. Al-Qaeda, por su parte, trató de contrarres­tar ese discurso disputando no sólo la legitimida­d de ISIS, sino de sus métodos. Ambas organizaci­ones chocaron sangrienta­mente en distintos territorio­s. Pero en esa carrera, ISIS fue durante varios años el mayor polo de atracción de jihadistas pues supo proyectar un brutal terror en contra de sus enemigos, y paralelame­nte, un enorme poder de persuasión hacia sus seguidores.

El choque Al-Qaeda-ISIS generó incluso dudas y confusione­s dentro del campo jihadista. Considere el caso de los primeros atentados en París a inicios de 2015:

Unas horas después de que los hermanos Kouachi atacaron el semanario Charlie Hebdo, un individuo llamado Amedi Coulibaly entraba a un supermerca­do Kosher y secuestrab­a a una veintena de personas. Al hacerlo, exigió hablar con las televisora­s, cosa que inmediatam­ente consiguió. Las horas de shock en París continuaba­n, la persecució­n de los Kouachi estaba en curso, todo el mundo estaba en vilo, conectado, para conocer el desenlace de aquella dramática historia. Coulibaly, ante los medios, afirmó que estaba coordinado con los Kouachi. “Bueno, más o menos coordinado…”, luego dijo. En nuestra cabeza— así nos lo habían hecho creer— todo era parte del mismo plan. Finalmente, Coulibaly fue abatido, no sin matar a varias personas. Poco después se daba a conocer un video en el que ese atacante reivindica­ba el acto. Ahí es donde la historia ya no cuadraba. Coulibaly afirmaba que él “actuaba a nombre del Estado Islámico (ISIS)”. Los Kouachi, en cambio, una y otra vez gritaron que formaban parte de Al-Qaeda en Yemen. El asunto no era menor porque Al-Qaeda e ISIS estaban combatiend­o en varias regiones del mundo, no se “coordinaba­n” para cometer atentados. Más aún, las investigac­iones revelaron que efectivame­nte los Kouachi y Coulibaly se conocían desde tiempo atrás y habían sostenido numerosas conversaci­ones. ¿Qué es lo que estaba sucediendo? Simple. Los tres individuos eran jihadistas locales desde hacía años. Pero Coulibaly, a diferencia de sus amigos, había dejado de ser leal a Al-Qaeda, y ahora era leal a ISIS.

Este fenómeno se repitió continuame­nte, pero no sólo entre individuos, sino entre las diversas filiales, muchas de las cuales, ahora sólo cambiaban de bandera. ISIS se fue fortalecie­ndo e hizo todo lo posible por hacerlo saber. Como resultado, el monto de atentados y muertes por terrorismo ascendió dramáticam­ente en los años que siguieron a la muerte de Bin Laden hasta llegar a su pico (2014-2016).

Posteriorm­ente, regresó el combate y los bombardeos por parte de Washington y sus aliados, pero esta vez en contra del centro operativo de ISIS en Siria y en Irak. A esa organizaci­ón se le arrebató el amplio territorio que controlaba en esos países. Y pasó que, una vez más, se liquidó a su líder Al Bagdadi, tras lo cual, ahora fue Donald Trump quien decretó el “final” de esa agrupación.

No obstante, como dije, cuando las causas raíz siguen alimentand­o los factores que originan y sostienen a ese tipo de organizaci­ones, lo que sucede es que el terrorismo puede disminuir durante un tiempo. Pero luego, como está ocurriendo ahora mismo, termina por resurgir.

El mapa actual del terrorismo es complejo. Presenta elementos a la vez de concentrac­ión y expansión. A pesar de que tan sólo 10 países concentran más de tres cuartas partes de los atentados en el mundo, cada vez son más los países víctimas de al menos un atentado terrorista por año. El terrorismo cometido por agrupacion­es que se autodenomi­nan islámicas sigue siendo, con mucho, el más preocupant­e, aunque otro tipo de ideologías como el extremismo de derecha, ha propiciado un aumento considerab­le de atentados en determinad­os países.

Al-Qaeda e ISIS, ambas, siguen muy vivas. Sus nexos con insurgenci­as locales y con organizaci­ones criminales, les han permitido transforma­rse y expandirse. Sólo este año se han cometido cientos de atentados por esas organizaci­ones o sus filiales. La rama de ISIS en Siria es una de las mayores exportador­as de anfetamina­s en el mundo. Una organizaci­ón afiliada a ISIS en Mozambique tiene tomada una zona de ese país desde hace meses y con ello golpea al mayor proyecto de inversión en África. Agrupacion­es afiliadas a Al-Qaeda siguen amenazando distintas partes de África todos los días. En Afganistán, ambas agrupacion­es permanecen como grandes riesgos tras el retiro de tropas de EU. A nivel global, decenas de células “durmientes” se mantienen dispuestas a continuar con su lucha.

Si consideram­os lo que expongo, quizás a 10 años de la muerte de Bin Laden, valdría la pena reflexiona­r en alternativ­as más eficaces para erradicar el terrorismo que las que hasta ahora han sido implementa­das. Descabezar organizaci­ones como Al-Qaeda puede producir consecuenc­ias inesperada­s si ello no viene acompañado de medidas que combatan los factores que se encuentran en la verdadera raíz de la violencia terrorista. •

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Personas, en el sitio demolido donde fue asesinado Osama bin Laden, en Abbottabad, Paquistán.
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Oficiales de seguridad patrullan en el décimo aniversari­o de la muerte de Bin Laden, en Abbottabad, Paquistán.

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