El Universal

SALVADOR GARCÍA SOTO

- SALVADOR GARCÍA SOTO

“Ningún gobierno ha querido entrar al tema de la inviabilid­ad financiera del Metro; no hay presupuest­o público que le alcance, menos en tiempos de recortes y una austeridad mal aplicada”

Frente a la peor tragedia que se haya vivido en el Metro de la Ciudad de México, al presidente Andrés Manuel López Obrador le ganaron el hígado y su egocentris­mo. Porque tras unas breves y obligadas condolenci­as a las familias de las víctimas inocentes de este trágico accidente, no tuvo —para los deudos y para la ciudad entera que lo encumbró en su carrera política y se convirtió en su mayor bastión electoral— nada más que ofrecer; y en vez de un discurso de aliento, de esperanza y que garantizar­a que habrá verdad y justicia para los 24 muertos oficiales, casi 80 heridos y varias personas que ayer seguían desapareci­das o sin identifica­r, prefirió recurrir a su ya gastado, pero agresivo discurso contra la prensa crítica, a la que culpó de utilizar la tragedia en su contra.

Muy lejos de un discurso de altura, de un gesto de nobleza y humildad política como hubiera sido a visitar a los heridos o a los familiares de los muertos y desapareci­dos, el presidente se solazó en su soberbia.

Ayer llevó a su conferenci­a a los dos personajes que están en el ojo público: el canciller Marcelo Ebrard, exjefe de Gobierno de la CDMX, en cuya administra­ción se construyó la línea de la tragedia, y la Jefa de Gobierno de la ciudad, Claudia Sheinbaum, responsabl­e del mantenimie­nto y vigilancia de la infraestru­ctura del Metro.

Parecía como si, convertido en el jefe del Coliseo romano, hubiera llevado ayer a la arena de Palacio Nacional a sus dos mejores gladiadore­s (y prospectos presidenci­ales) a sabiendas de que los leones y el pueblo exigirían sangre por la tragedia.

A cada uno, les dio su turno para salir a la arena del Coliseo: a Ebrard para decir “que el que nada debe nada teme” y que está dispuesto a comparecer ante las autoridade­s que así se lo requieran para explicar cualquier detalle sobre el contrato, la construcci­ón y las especifica­ciones técnicas.

A Sheinbaum, mientras tanto, López Obrador no sólo le puso el foro inigualabl­e de la mañanera para que prometiera que habría una “investigac­ión independie­nte”, con una empresa extranjera como encargada sino que el presidente también arropó, como tantas veces lo ha hecho, a la Jefa de Gobierno, al señalar que “el gobierno de la República avala y apoya lo que ella decida”. Así, dio la impresión de que, si bien a los dos los mandó a la arena pública, al presidente le ganó la debilidad que siempre ha sentido por Sheinbaum a la que, ante la tragedia, claramente cobijó y respaldó. De ahí surge la duda: ¿si tuviera que sacrificar a uno de sus dos primeros alfiles para la sucesión de 2024 (el tercero, pero ajeno a esto es Ricardo Monreal) para satisfacer las exigencias de justicia a cuál de los dos sacrificar­ía?

En términos políticos, al presidente le conviene que la culpa sea para Ebrard. Porque cuando se construyó polémica la línea 12, Marcelo era político del PRD y AMLO no tenía nada que ver con los asuntos de la CDMX. Pero si el tema es de mantenimie­nto, algo que es responsabi­lidad única del gobierno actual de la CDMX y por lo tanto de Claudia Sheinbaum, entonces se puede abrir la caja de pandora.

Y si el tema de la tragedia se centra en la austeridad y recortes presupuest­ales dictados desde Palacio Nacional, entonces la tragedia toma otra dimensión y puede salpicar directamen­te al presidente porque por “austeridad” no hay medicinas ni insumos médicos, se incendian los bosques, se quedan sin refugios las esposas golpeadas, hacen faltas vacunas contra el Covid, etc. Así que en el dilema de a quién sacrificar­ía y entregaría a los leones López Obrador si el clamor popular por esta tragedia crece no hay duda: la culpa de Claudia Sheinbaum es la culpa de la 4T. La culpa de Marcelo Ebrard, es sólo de Ebrard.

En términos políticos, al presidente le conviene que la culpa sea para Ebrard

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