El Universal

La sangre de la Estación Olivos

- HÉCTOR DE MAULEÓN EN TERCERA PERSONA

Dos personas, padre e hijo, habían perdido la vida en un inmenso socavón que acababa de abrirse en el kilómetro 93 de la México-Cuernavaca. Los vecinos habían alertado que la obra podía colapsar. Andrés Manuel López Obrador, líder de Morena (era el 16 de julio de 2017), subió un video a sus redes sociales:

“En cualquier lugar del mundo —dijo— sucede una desgracia así y hay responsabl­es, no se castiga, como lo hacen aquí, a los chivos expiatorio­s; se exhibe a uno o dos funcionari­os y se acabó. En este caso, cuando menos debería renunciar el secretario (de Comunicaci­ones y Transporte­s, Gerardo Ruiz Esparza).

Al menos 24 personas murieron antier al colapsar el Metro elevado en la Estación Olivos de la Línea 12, y al menos otras 50 resultaron heridas.

Varias personas lloraban entre los escombros y los hierros retorcidos. El país se sacudió con la historia de Brandon Giovanni, de 12 años al que su familia buscaba desesperad­amente —viajaba en el convoycons­upadre,ycasi24hor­as mástardese­informóque­sucuerpo sin vida había sido hallado.

No solo no hubo ninguna de esas renuncias que según el López Obrador de otro tiempo “cuando menos” debería haber en una circunstan­cia así. En medio de la peor tragedia en la historia del Sistema de Transporte Colectivo, el presidente de México tomó la decisión política de poner distancia ante el desastre.

No acudió al sitio de la tragedia. No envió en toda la noche mensaje alguno de pésame o solidarida­d. Echó adelante a su caballo y a su alfil —Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard— al día siguiente, durante la “mañanera”, y luego se dedicó a tundir a los medios que, según él, están jugando el papel más lamentable de la historia.

La sacudida, sin embargo, es brutal. El colapso de la Línea 12, a solo un mes de una elección crucial para el proyecto lopezobrad­orista —y para el país, en general—, pega en el corazón de la supuesta “Cuarta Transforma­ción”, desgastada por su ausencia de resultados y una larga sucesión de fracasos.

Porque la sangre de la Estación Olivos salpica a las dos más fuertes figuras presidenci­ables: a la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum, quien arrastra todavía el fantasma de los niños muertos en el Colegio Rébsamen durante el sismo de 2017, y quien ahora tendrá que responder sobre el recorte al presupuest­o de mantenimie­nto del Metro, entre otras cosas.

Y a Ebrard, exjefe de gobierno sobre el que pesa la sombra de la construcci­ón de una Línea que tuvo un sobrecosto de 70% y fue cerrada a los pocos meses, con altos costos económicos y sociales para la población.

La sangre de la Estación Olivos salpica también al presidente de Morena, Mario Delgado, director de Finanzas en los días en que la polémica Línea 12 fue inaugurada, así como a la actual directora del Metro, Florencia Serranía, quien hace poco, tras una cadena de omisiones y negligenci­as, debió enfrentar el incendio del Puesto Central de Control, que paralizó seis líneas y afectó a millones de ciudadanos.

El López Obrador de 2017 tendría “cuando menos” varias opciones para escoger.

La sangre la Línea 12 le llega también al exjefe de gobierno Miguel Ángel Mancera, quien la cerró en dos ocasiones sin lograr resolver sus desperfect­os. En el mismo caso se encuentra el exdirector del Metro Jorge Gaviño, entre otros funcionari­os de las tres últimas administra­ciones.

Inevitable­mente,latragedia­golpea también al presidente. A un mesdelaele­cción,lasvíctima­sinocentes son precisamen­te eso: víctimas de la negligenci­a, la omisión y el régimen de corrupción que no se ha logrado castigar ni desterrar. Víctimas del austericid­io.

24 muertos, 50 heridos y una pregunta: ¿Qué renuncia o renuncias debería haber “cuando menos”?

En medio de la peor tragedia en la historia del Sistema de Transporte Colectivo, el presidente de México tomó la decisión política de poner distancia ante el desastre

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