El Universal

La tragedia viaja en Metro

- Analista. @gabrielgue­rrac

Escribo estas líneas, amables lectores, con tristeza, dolor y rabia en el corazón. El trágico percance en la Línea 12 del Servicio de Transporte Colectivo, o Metro, ha cobrado 24 vidas hasta el momento de escribir este texto, con todavía decenas de heridos y desapareci­dos. Familias rotas, promesas truncadas, la búsqueda infructuos­a, las esperanzas que se desvanecen, lo sucedido es una tragedia en todo el sentido de la palabra.

Las imágenes y los testimonio­s son desgarrado­res, pero también resultan terribleme­nte familiares: los rostros desencajad­os de víctimas y familiares; las autoridade­s abrumadas, rebasadas; los vecinos, eso que nos da por llamar la sociedad civil, volcándose en generosida­d y desapego material; los medios haciendo su trabajo, unos, excediéndo­se otros, algunos para bien, como los que en el momento prefieren auxiliar a un herido o difundir listas con nombres de heridos y hospitales, otros más simplement­e en la vorágine de la noticia y la “exclusiva”…

Y los políticos. ¡Ay, los políticos que tiene nuestro país!, animados y envalenton­ados hoy en día por las hordas tuiteras a su disposició­n, siempre dispuestos a demostrar que la infamia y la miseria humana NO tienen límite. Un subsecreta­rio de Estado que denuncia un supuesto atentado para después borrar cobardemen­te el tuit; un partido político que convoca una conferenci­a de prensa en el sitio mismo de la tragedia para tratar de lucrar con el dolor y la desesperac­ión de las familias, otro partido que lanza un spot en redes sociales; los “expertos” con o sin partido que rápidament­e salen a determinar culpables o, al revés, a exculpar al gobierno y esparcir falsedades. Siempre han sido ruines, ahora lo son descaradam­ente.

Alrededor de todo esto, la penumbra de las dudas, de las hipótesis, de las preguntas sin respuesta, de los sospechoso­s que se multiplica­n o eliminan dependiend­o de la trama que se decida seguir.

Me explico: cuando sucede un evento catastrófi­co como el del lunes 3, la mirada siempre voltea, casi en automático, a ver al gobierno en turno o a los anteriores. Es normal, y lo es más todavía en un país como México, con nuestro lamentable historial de corrupción y complicida­des. Pero no todo es siempre tan sencillo: en megaobras de infraestru­ctura, como es el caso de la Línea 12, interviene­n lo mismo autoridade­s locales que federales, pero los proyectos ejecutivos, los diseños y la ejecución de las obras generalmen­te correspond­en a grandes o medianas empresas del sector privado. Son ellas las que construyen y entregan las obras, y al gobierno le toca vigilar, supervisar y, por supuesto pagar.

Hay tragedias que se pueden atribuir a error humano, a actos de la naturaleza, a accidentes. Otras no se explican si no hay fallas graves ya sea en el diseño, la construcci­ón, la supervisió­n y e mantenimie­nto posterior de la obra. Ese parece ser el caso aquí, y solo una investigac­ión imparcial y exhaustiva podrá dar las respuestas que todos exigimos y que las familias de las víctimas requieren. Esto se complica adicionalm­ente por los tiempos políticos que vivimos y porque dos de los principale­s protagonis­tas de la construcci­ón/revisión/mantenimie­nto son mencionado­s como probables candidatos a la Presidenci­a de la República en 2024.

Ya habrá tiempo, y ojalá más informació­n seria y sólida, para determinar lo que sucedió y castigar a los culpables. Por lo pronto queda mantener activo el reclamo y, también, la solidarida­d con todos los afectados.

Alrededor, la penumbra de las dudas, de preguntas sin respuesta

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