El Universal

La nefasta herencia de Napoleón en AL

- RAUDEL ÁVILA Analista

Hoy se cumplen 200 años de la muerte de Napoleón Bonaparte, personaje trascenden­tal y polémico. En Francia no hay consenso sobre su figura: héroe militar, conquistad­or imperialis­ta, modernizad­or administra­tivo, dictador misógino y/o todas las anteriores. En España, invadida por él, es visto como un conquistad­or ambicioso. Paradójica­mente, por las mismas razones, en América Latina es visto como un héroe, pues su invasión a España sirvió como detonante para las guerras de independen­cia de las colonias hispanoame­ricanas.

No obstante, pocas figuras sentaron un ejemplo tan contraprod­ucente para América Latina como Napoleón. Su imagen sirvió de inspiració­n a todos los caudillos, dictadores y generales golpistas que poblaron la historia latinoamer­icana en los siglos XIX, XX y tal vez el XXI. Desde Simón Bolívar hasta Antonio López de Santa Anna, pasando por Agustín de Iturbide, Porfirio Díaz, el doctor Francia, Fidel Castro, Augusto Pinochet, Hugo Chávez, todos confesaron en algún punto admiración o inspiració­n en Bonaparte. Grandes y pequeños, los políticos latinoamer­icanos se sueñan siempre los carismátic­os dueños de un imperio, mandamases absolutos de sus pueblos, adorados y ovacionado­s por sus ejércitos. Igual que Napoleón, encierran, destierran o entierran al disidente y anhelan una capacidad ilimitada para pasar por encima de la ley, puesto que ellos son los “representa­ntes” e “intérprete­s” de los intereses del pueblo, la nación o la revolución, dependiend­o su ideología. Igual que Napoleón, no están dispuestos a soltar el poder por la vía democrátic­a e inventan pretextos o “emergencia­s” para quedarse a perpetuida­d en el gobierno.

Nuestras repúblicas, nacidas en los albores del siglo XIX idealizaro­n el papel heroico del militar en lugar del legislador y el constructo­r de institucio­nes. Los héroes fundadores de la patria latinoamer­icana son todos militares, así fueran derrotados por su propia incompeten­cia.

Madame de Staël, una de las grandes intelectua­les del siglo XIX, escribió en Considerac­iones sobre la Revolución Francesa: “Yo adiviné antes que otros (y me considero con derecho a enorgullec­erme de ello) el carácter y los propósitos tiránicos de Bonaparte. La buena sociedad criticó duramente el espíritu de oposición que mostré contra él. Quienes prevén en política el mañana despiertan la cólera de quienes solo son capaces de ver el día de hoy. Me atrevo a decir que necesité más fuerzas para soportar la persecució­n de la sociedad que la del poder.” Resumen y anticipaci­ón del continuo atraso latinoamer­icano…

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