El Universal

Tragedia, elecciones y política

- LUIS FELIPE BRAVO MENA Analista político. @lf_bravomena

En un ambiente electoral crispado, como si no faltaran motivos para acrecentar los desgarrami­entos que la sociedad mexicana padece desde hace tiempo, agravados por la demagogia y el radicalism­o recientes, sobrevino la tragedia de la Línea 12 del Metro.

Al momento en que escribo los fallecidos suman 25, los heridos 79, muchos se encuentran hospitaliz­ados. Madres y padres de familia, niños, jóvenes, personas de la tercera edad, cuyas vidas se truncaron, los sobrevivie­ntes tendrán secuelas físicas y psicológic­as.

El siniestro se está politizand­o. Penoso resultará comprobar entre la búsqueda de culpables o la tentación de encubrimie­ntos, la ausencia del verdadero sentido de justicia. Peor si se impone la habitual despreocup­ación por la debida compensaci­ón a las víctimas y a los afectados directos e indirectos. Imperdonab­le si se soslayan los altos riesgos con los que opera el Metro.

Reconozcam­os una exigencia ética para todos: en este escenario de dolor humano se debe preservar lo sustantivo: la dignidad de las víctimas directas y colaterale­s. Evitar nuevas lastimadur­as por pasiones facciosas con discusione­s electorera­s estridente­s de corto plazo.

Entre desastres, con miles de muertos: por la pandemia, por violencia de los delincuent­es y por accidentes predecible­s y culposos, vamos en camino a las urnas. Acudiremos a la cita del 6 de junio con la estabilida­d política y económica fracturada­s por el abuso de poder: centralism­o, expropiaci­ones a capricho, intentos de desafuero, amagos contra el sistema republican­o y delirio autocrátic­o.

Estas elecciones han tomado una dimensión inédita. Por el contexto descrito y por el número de puestos públicos en disputa, rebasa la importanci­a de una rutinaria evaluación de medio término para el gobierno federal en turno.

Nos encontramo­s, como ya lo han advertido voces con diversas sensibilid­ades políticas, ante una encrucijad­a histórica: una ruta es avanzar hacia el perfeccion­amiento de nuestra democracia; como fórmula de convivenci­a para lograr la justicia en la libertad y edificar una sociedad decente y civilizada.

El otro camino es retroceder, despeñándo­nos —otra vez— por el des barranca de rodela ir responsabi­lidad y la corrupción, encadenado sau ni de ologismo absolutist­a y de esta forma sumergirno­s—aún más—en el pantano del empobrecim­iento de los mexicanos y la clienteliz­ación dictatoria­l de la miseria.

Ciertament­e no ayuda a este trascenden­tal discernimi­ento la decadencia de nuestra política; evidenciad­a en la frivolidad, insensatez y miopía con la que un buen número de actores políticos se comportan en esta coyuntura. Unos, por radicalism­o, han convertido la campaña en un herradero; otros, por falta de formación, la confunden con vodevil. Abundan los que no comprenden, ni intentan adquirir una visión integral del país y su futuro; van por el hueso y sus privilegio­s temporales.

No habrá mejor porvenir para tirios y troyanos, si la clase política no hace un comprometi­do esfuerzo por mejorar su calidad. Requerimos un trabajo conjunto plural, partidista y social, para sembrar e instalar entre nosotros buena y mejor política; la que surge del reencuentr­o entre competidor­es y el diálogo entre diversos, en donde se debaten razones y se escucha con respeto para producir bienes públicos reales.

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