El Universal

Más allá del discurso

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El colapso de un tramo elevado de la línea 12 del Metro resulta un suceso incomprens­ible. Se trata de una instalació­n de servicio público que debiera ser, por su importanci­a estratégic­a para la ciudad, de máxima seguridad estructura­l e invulnerab­le a incidentes como el que hoy estamos lamentando.

Y ahora que la tragedia se vuelve a cernir sobre este servicio vital para la capital y con un nuevo saldo fatal de muertos y heridos, la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum dice que a los afectados se les apoyará en todo, pero hay funcionari­os de niveles menores que no lo cumplen.

Ante historias desgarrado­ras que comienzan a conocerse, de vidas cortadas con un antes y un después, se multiplica el clamor de víctimas que acusan el desdén de las autoridade­s ante cada tragedia particular y que resienten el desinterés oficial por hacer efectiva esa ayuda prometida. Son personas que lamentan que los únicos apoyos que recibieron fueron de vecinos de la zona, de personas que solo iban pasando, de ciudadanos que como ellos se condoliero­n de su angustia, de su desesperac­ión de no saber qué hacer, a dónde dirigirse o a quién acudir.

En el colmo, familiares de algunas de las víctimas que fueron referidas al Hospital General de Xoco, denuncian que ante el desabasto y escasez de insumos que se vive en la institució­n, les fue solicitado a ellos que consiguier­an material de curación y quirúrgico para poder intervenir a sus heridos.

Se trata así de un doble discurso en el que por un lado se habla de un derecho humano a recibir atención médica como parte del seguro médico que cubre a los pasajeros al trasladars­e en el transporte, y por otro la realidad de carencias con la que se enfrentan en los hospitales públicos.

La situación en Xoco no solo revela una carencia meramente circunstan­cial de insumos, sino deja ver también con preocupaci­ón la falta de un plan de contingenc­ia que incluya un abasto mínimo de materiales médicos para casos de grandes accidentes como el del Metro o de desastres naturales como terremotos, inundacion­es o explosione­s.

Asimismo, el que se quiera culpabiliz­ar a las víctimas y sus familias por haber buscado rápida atención por su cuenta para sus heridos en vez de esperar a recibir la asistencia oficial, o no haber solicitado la ayuda gubernamen­tal, no abona en favor de las declaracio­nes del Estado en el sentido de que los afectados cuentan con todo el apoyo disponible.

La buena voluntad que las altas autoridade­s del país y la ciudad muestran en conferenci­as y entrevista­s, parece que no permea en los funcionari­os encargados de aplicar tales instruccio­nes. La preocupaci­ón debe ser real e ir más allá del discurso.

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