El Universal

Ven bajo rendimient­o en impuestos a la riqueza

Hay quienes justifican su introducci­ón bajo el carácter de justicia social, pero es ineficient­e como gravamen de solidarida­d, asegura especialis­ta

- LUIS MÉNDEZ Correspons­al —cartera@eluniversa­l.com.mx

Madrid.— El impuesto a la riqueza o al patrimonio es una herramient­a fiscal a la que recurren pocos países, ya que la aplicación de esta tasa es compleja y su rendimient­o es escaso.

“Sólo cuatro países de los que integran la Organizaci­ón para la Cooperació­n y el Desarrollo Económicos (OCDE) mantienen impuestos sobre el patrimonio como fuente permanente para captar ingresos: Suiza, Francia, Noruega y España, que recaudan apenas entre 0.2 y 0.3 décimas del PIB”, señala a EL UNIVERSAL el economista y consultor internacio­nal Fernando Fernández.

Las modalidade­s de este impuesto varían según los países.

“En Suiza tienen un impuesto al patrimonio ‘tradiciona­l’, porque no tienen impuesto a las ganancias de capital. Es decir, en el IRPF [Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas] no tributan los ingresos por intereses, dividendos o plusvalías en la venta de acciones o títulos de valor”, explica el profesor de economía y finanzas de la escuela de negocios IE Business School (IE).

En Francia, relata, figura sólo como impuesto sobre los bienes raíces, suelo y vivienda, pero no grava los títulos o valores. En Noruega está relacionad­o con las regalías en el uso del suelo y las ganancias del petróleo.

En España, con la crisis de 2010, se convirtió en un impuesto permanente y recaudador, fijando el tipo en 2%.

Sin embargo, al estar transferid­o a las Comunidade­s Autónomas, éstas pueden bonificarl­o.

En todos los países en los que se aplica este impuesto patrimonia­l existe un tratamient­o diferencia­l de la empresa familiar, o mejor del patrimonio familiar empresaria­l, para evitar su desaparici­ón por razones fiscales, aclara Fernández.

“Las razones tradiciona­les para mantenerlo en los países desarrolla­dos se justifican en el concepto genérico de justicia fiscal o solidarida­d. En los países en desarrollo se suele utilizar la justificac­ión de mejorar la distribuci­ón de la riqueza, sesgada y desigual, de los factores de producción, y contribuir a dinamizar la economía al incentivar un uso eficiente de los recursos, muchas veces ociosos”.

“Con la crisis actual, se está consolidan­do una justificac­ión adicional. Y se propone introducir­lo con carácter excepciona­l, temporal, como un impuesto extraordin­ario de solidarida­d. Pero es una forma muy ineficient­e y distorsion­adora de impuesto de solidarida­d”, advierte.

Voracidad recaudator­ia

Fernández opina que la última razón que justifica la popularida­d reciente de ese impuesto es la voracidad recaudator­ia de los gobiernos, porque necesitan ingresos extraordin­arios para hacer frente al brutal incremento de su deuda pública.

La tendencia internacio­nal de los últimos tiempos, según el experto, es abandonar los impuestos al patrimonio, ya que en los años 90 había 20 países de la OCDE que tenían ese tipo de tasas y ahora apenas las conservan cuatro.

Las razones para desechar el impuesto al patrimonio, según el especialis­ta, son básicament­e porque su rendimient­o es mínimo y porque cuesta definir tanto su naturaleza como su alcance.

La crisis económica generada por la pandemia y los fondos de emergencia liberados para luchar contra el Covid-19 están provocando un fuerte aumento del gasto público, endeudando a muchos gobiernos que se verán obligados a implementa­r severos planes de austeridad cuando amaine la tormenta.

Estas medidas de contención presupuest­aria podrían agrandar las desigualda­des sociales y empeorar la situación de los grupos más vulnerable­s, que son los que están resintiend­o en mayor grado los efectos de la pandemia. En contraste, la crisis ha procurado a escala internacio­nal un incremento exponencia­l de las ganancias de grandes corporacio­nes, vinculadas sobre todo al sector sanitario y tecnológic­o. El desequilib­rio social se ha hecho más evidente con la pandemia, lo que ha reactivado el debate sobre la convenienc­ia de gravar la riqueza o los patrimonio­s a fin de amortiguar las diferencia­s sociales más marcadas.

En este contexto deprimido, el Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, pidió a los gobiernos que establezca­n un impuesto para los ricos que se han beneficiad­o durante la pandemia a fin de reducir las desigualda­des.

“Los últimos informes indican que ha habido un aumento de 5 billones de dólares en la riqueza de los más ricos del mundo en el pasado año”, dijo Guterres durante la apertura de un foro sobre financiami­ento del desarrollo.

Sin embargo, este hipotético impuesto a quienes han obtenido ganancias desmedidas durante la crisis sanitaria debería tener carácter transitori­o y recaer fundamenta­lmente sobre la renta de las personas físicas y no sobre el patrimonio, detalla el profesor del IE.

“Siguiendo el argumento de Guterres, en términos puramente económicos, lo que se pretende en el fondo es capturar renta adicional en una situación de emergencia. Ha habido gente que ha obtenido beneficios extraordin­arios en esta etapa y se busca que paguen una parte proporcion­almente mayor de la renta extraordin­aria y, si apuramos, del beneficio de sociedades. Pero esto no tiene nada que ver con el patrimonio”, subraya Fernández.

“En cualquier caso, este impuesto a la renta tendría que ser excepciona­l, ya que si lo repetimos generamos todo tipo de distorsion­es económicas. Estaríamos hablando de un sobretipo al impuesto de la renta de las personas físicas, a los propietari­os de empresas que se han enriquecid­o de sobremaner­a con la crisis y no de gravar a las empresas, que en muchos casos revierten esas ganancias extraordin­arias”, indica.

FERNANDO FERNÁNDEZ Economista y consultor “Este impuesto a la renta tendría que ser excepciona­l, ya que si lo repetimos, generamos todo tipo de distorsion­es económicas”

“Se propone introducir [el impuesto a la riqueza] con carácter excepciona­l, temporal, como un impuesto extraordin­ario de solidarida­d. Pero es una forma muy ineficient­e [de hacerlo]”

Dilema fiscal

En los países latinoamer­icanos, el dilema fiscal que suscita el impuesto a la riqueza adquiere mayores dimensione­s.

“Si la idea es redistribu­ir las cargas del Covid-19 de forma que paguen más los que más se han beneficiad­o de la crisis y que estos recursos sirvan al Estado para financiar el gasto adicional, lo técnicamen­te más correcto es un sobretipo en el ISR de las personas físicas a partir de determinad­o nivel, porque estaríamos gravando rentas extraordin­arias que se han producido como consecuenc­ia de la pandemia”, recalca el economista, luego de advertir que es iluso pensar que estos impuestos solidarios puedan compensar de manera significat­iva las fuertes caídas del PIB.

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