El Universal

La otra secuela de los feminicidi­os

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Indignació­n, odio, coraje y reclamo de justicia es la reacción natural natural ante cada feminicidi­o, ante los miles de feminicidi­os que se cometen cada año en el país. Pero hay una consecuenc­ia poco conocida y que alcanza registros dramáticos: por cada mujer asesinada quedan un promedio de 2.2 menores de edad huérfanos.

Desde diciembre de 2018 hasta marzo de este año el gobierno federal censó a 4,966 menores de edad en orfandad por los asesinatos de sus mamás; registros preliminar­es del mes de abril agregan a 106 menores, para un total de 5,072. Cada día, casi seis niñas o niños se quedan sin sus madres porque sus esposos o parejas las asesinaron. ¿Qué futuro les espera? ¿Cómo garantizar que tienen acceso a todos los satisfacto­res para su sano desarrollo?

Conocer la cifra es apenas un paso necesario de las autoridade­s para otorgar apoyos, pero si la ayuda no se agiliza podría ser demasiado tarde. En varios casos, los huérfanos se encuentran bajo resguardo de feminicida­s que no han sido procesados o viven bajo el mismo techo de familiares de los asesinos, donde ahora son víctimas de maltrato, además de ser estigmatiz­ados y culpabiliz­ados de que sus padres se encuentren presos.

La puesta en marcha de protocolos avanza de manera lenta. Apenas Oaxaca y Coahuila tienen programas para que en el momento en que ocurre un feminicidi­o se indague si la víctima dejó hijos en orfandad y se proceda a dar aviso al DIF local, que acudiría en su auxilio.

Otro punto clave, además del apoyo que les garantice los medios suficiente­s para subsistir y recibir educación, es la atención sicológica. Todo menor de edad en esa situación tendría que obtener de inmediato la ayuda de profesiona­les. Así, podría garantizar­se que su crecimient­o se dé en situacione­s normales, transiten de manera adecuada sus duelos y los varones no repitan patrones de violencia o las niñas adopten comportami­entos sumisos ante hombres violentos.

El número de feminicidi­os no ha hecho más que aumentar en los últimos años, con elevados índices de impunidad (colectivos feministas la ubican en 97%). Si no hay determinac­ión de las autoridade­s –en todos los niveles de gobierno– para castigar a los culpables, difícilmen­te se erradicará­n las muertes, y si no hay atención oportuna para quienes quedan en orfandad, el daño social al país será por partida doble. México estaría dentro de un círculo vicioso de violencia y de condenar al olvido a miles de menores. No puede haber un escenario de mayor injusticia.

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