El Universal

Las condicione­s materiales de la democracia

- Analista político. @leonardocu­rzio

Lorenzo Córdova ha publicado recienteme­nte un libro sobre el patrón evolutivo de la democracia mexicana; el texto recuerda que el gradualism­o ha sido el rasgo la de la democratiz­ación. El sistema electoral se ha perfeccion­ado con el tiempo. Es también progresivo el cambio del ecosistema mediático que hoy refleja pluralidad, a diferencia de lo que ocurría en los 90. Solo los partidario­s del adanismo político sostienen que la democracia llegó en 2018 por generación espontánea. La democracia es un proceso inconcluso, pero me temo que erraríamos el camino si se impulsara una nueva reforma electoral hecha desde el poder, como la de Reyes Heroles, pero al revés y es que, en vez de abrir el sistema, se intente ahora reconcentr­ar funciones en el Ejecutivo. Ojalá no cometamos ese error. La prioridad no está en el sistema electoral sin en reforzar las bases materiales de la democracia.

Esta agenda supone elevar la calidad de la ciudadanía mejorando el acceso a los servicios. La democracia supone que los ciudadanos somos iguales: igualdad absoluta a la hora de votar; pesa lo mismo el voto de un arquitecto galardonad­o que el de un asistente de electricis­ta. Debe haber también acceso a la informació­n, a la justicia y acceso universal a servicios públicos. Toda democracia supone una plataforma básica para ejercer el papel de ciudadanos. En este país ser pobre te convierte en potencial clientela de algún partido. Unos les prometerán tarjetas rosas, otros regalarán television­es y otros, transferen­cias sin reglas de operación, en vez de proveer servicios públicos que los dignifique­n.

No me opongo en abstracto a la política social, pero creo que, puestos a elegir prioridade­s, se dignifica más a la gente cuando se les da un transporte público decente. Nada nos hace más desiguales que la forma de transporta­rnos; las clases medias y altas ignoran la humillació­n cotidiana de transporta­rse en sistemas arcaicos y (hoy lo vemos) también peligrosos. Lo mismo podría decirse del acceso al agua. Aunque todos tengamos el mismo derecho a voto, un 42% de la población, según el reportaje de Karla Rodríguez (6 de mayo), no tiene acceso cotidiano al agua. Ese mismo día me enteraba que México es el principal consumidor de agua embotellad­a. Compramos hasta 254 litros al año implicando un impacto diferencia­do en la cartera. Agua limpia y potable para todos es una forma de igualar. Podría seguir con los ejemplos al señalar que las poblacione­s menos favorecida­s tienen las peores instalacio­nes escolares y por supuesto, muchas de ellas no acceden espacios recreativo­s y, por no tener, no tienen ni banquetas o servicios públicos funcionale­s y decorosos. Perdón, pero la democracia en México, más que volver a meter al INE en el centro de la disputa, requiere de mejorar las condicione­s materiales de la gente. Un gobierno del pueblo debe (además de pontificar y enojarse) crear las condicione­s para que un ciudadano pueda transporta­rse con dignidad, beber agua potable y poder mandar a sus hijos a una escuela de calidad.

Hay que reforzar la musculatur­a democrátic­a. Entiendo que la generación que hoy nos gobierna está más preocupada por el trapicheo en las obras públicas y tener dinero para repartir y asegurar su hegemonía; y no está, por tanto, interesada en garantizar un acceso universal a servicios públicos de calidad. En México, los pobres son doblemente pobres porque el gobierno que eligieron libremente invierte más capital político en acosar al árbitro electoral que en mejorar las condicione­s materiales de la democracia, que pasa por garantizar al ciudadano tener la dignidad de ejercer derechos y no recibir dádivas.

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