Las batallas de Olga Tokarczuk
La ganadora del Nobel 2018 ha sido atacada por el gobierno ultraconservador de Polonia y ha recibido afrentas de sus adversarios, ante las cuales ella ha reaccionado desde el activismo
Todo parecería indicar que tras otorgarle el Premio Nobel de Literatura a Olga Tokarczuk, en 2018, cosecharía más lectores en otras lenguas y su modelo narrativo tendría más atención; sin embargo, su nombre no ha estado exento de fuertes críticas y campañas de odio.
Esto se debe a su preferencia política y a que es activista, feminista, de izquierda, a favor de la Unión Europea, ecologista y defensora de los derechos humanos en grupos vulnerables —mujeres y la comunidad LGBT—. La llaman antipolaca, mas ella se denomina patriota. Antes y después del Nobel, Tokarczuk ha enfrentado al gobierno ultraconservador de Polonia. El Partido Ley y Justicia (PIS) nunca ha visto con buenos ojos sus libros. Cuando le concedieron el Nobel, ella se convirtió en la segunda mujer polaca en obtenerlo, después de la poeta Wislawa Szymborska. En aquella ocasión, el ministro de cultura Piotr Slinski externó que había sido incapaz de terminar un libro de Tokarczuk y se comprometió a retomar esas lecturas pendientes.
En contraposición a la postura oficialista, el ayuntamiento de Breslavia, ciudad donde reside la autora, anunció que para festejar el Nobel a Tokarczuk cualquier persona iba a poder usar el transporte público de manera gratuita si portaba un libro suyo. En Breslavia
hay más de 200 esculturas de gnomos, en bronce, que realizan alguna actividad de la vida cotidiana. Los habitantes creen que los gnomos velan por la tranquilidad y la prosperidad de la ciudad, además de que alejan las desgracias. Por unos días, los gnomos descansaron de su labor y les correspondió a los títulos de Tokarczuk vigilar por el bien común entre habitantes y turistas que deseaban tener la suerte de viajar sin pagar.
Andrzej Duda es el presidente de Polonia desde 2015. El Pis apela a los valores tradicionales y, al igual que Duda, no está de acuerdo con el modelo de unión europea. Tras los resultados electorales en 2020, se mostró un mapa de Polonia dividida en dos: el oeste apoyaba al opositor Trzaskowski, quien manifestaba tolerancia con los derechos de las minorías y a favor de un cambio en materia económica; en tanto que el lado este votó por Andrzej Duda, con convicciones católicas y una visión tradicionalista.
La cineasta Agnieszka Holland coincide con Tokarczuk al señalar que la Iglesia católica ayuda al Pis a esparcir el mensaje del miedo. Por ejemplo, en la campaña de Andrzej Duda, en 2015, los refugiados fueron el centro de la discusión. Y, en 2020, el punto se centró en los homosexuales.
Aunque los políticos conservadores aseguran que no están en contra de los gays y lesbianas como individuos, sino que se oponen a movimientos civiles importados del extranjero y observan como una amenaza la sexualización en los jóvenes. Por su parte, Joachim Brudzinski, director del partido ultraconservador, escribió en twitter que “Polonia sin LGBT es más hermosa”. El comentario vino acompañado de una imagen de Jesucristo y un nido de pájaros. Pronto la imagen religiosa se hizo viral y derivó en varias burlas que hacían alusión al Espíritu Santo o a las bondades de consumir huevo orgánico.
La observación de Brudzinski en twitter ya era el aviso de un plan para crear “zonas libres de ideología LGBT”, iniciativa apoyada por el gobierno del presidente Duda, quien observa los derechos de la comunidad homosexual como una amenaza. Tal es el caso de Krasnik, uno más de los varios municipios polacos que han vivido esa transformación y lo presume.
En 2021, después de una entrevista con el diario italiano Corriere della Sera, Olga Tokarczuk mencionó que las restricciones impuestas por la pandemia ayudaron al gobierno polaco a reprimir protestas en favor del aborto; también la escritora hizo una serie de declaraciones sobre la democracia en Bielorrusia, situación que fue malinterpretada por la visión del gobierno conservador. Entonces comenzó la campaña de odio contra la escritora titulada: “Devuélvele el libro a Olga”. Consistía en mutilar, rayar y escribir insultos a la autora en sus libros, para luego dejarlos afuera de su domicilio. Uno de los más usados fue targowiczanina, antiguo término en polaco que significa traidora, así como algunas consignas: “Vete a Bielorrusia”. “No difames a Polonia”. Cuando la escritora vio que los libros se iban apilando, se le ocurrió hacer