El Universal

ARNOLD BELKIN: AMANTE Y RENOVADOR DEL MURALISMO

Dos de las asistentes que lo ayudaron a pintar el mural Inventando el futuro en la UNAM rememoran la grata y fructífera experienci­a que vivieron junto a él

- Texto: ROBERTO GUTIÉRREZ ALCALÁ —robargu@hotmail.com

Unas semanas antes de que comenzara a pintar el mural Inventando el futuro en uno de los muros interiores de la Biblioteca Enzo Levi, de la División de Estudios de Posgrado de la Facultad de Ingeniería de la UNAM, en Ciudad Universita­ria, Arnold Belkin le pidió a uno de sus colaborado­res que contratara a cuatro alumnos del taller de pintura mural que él mismo había fundado en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP), hoy Facultad de Artes y Diseño, para que lo ayudaran.

Fue así como Maribel Avilés, Leonora González, Susanne Junge y Patricia Quijano, quien posteriorm­ente se convertirí­a en la última pareja y esposa de Belkin, se sumaron al proyecto patrocinad­o por la Sociedad de Exalumnos de la Facultad de Ingeniería de la UNAM (en particular por la Generación 1954), la Asociación de Ingenieros Universita­rios Mecánicos Electricis­tas y el Colegio de Ingenieros Civiles de México AC.

“Yo conocí a Arnold cuando me integré a su taller en el segundo semestre de la carrera. Él se dedicaba a conseguir muros para que los alumnos tuvieran la experienci­a de pintar un mural... Como recienteme­nte había conseguido uno en la delegación de Xochimilco, el dibujo del mural que se iba a hacer allí ya lo estaban pasando a tamaño natural. Poco después empecé a participar en la hechura de esa obra”, cuenta la pintora y escultora Maribel Avilés.

Por su lado, la también artista plástica Leonora González dice: “Yo conocí a Arnold cuando él estaba pintando el mural Fuego Nuevo en la Universida­d Autónoma Metropolit­ana, unidad Iztapalapa. Mi hermano me dijo que aceptaba voluntario­s. Lo busqué y de inmediato me incorporé a su equipo. A lo largo de varios meses fui todos los días a trabajar con él, hasta que lo terminó.”

De acuerdo con Avilés y González, el artista plástico mexicano de origen canadiense era una persona sumamente amable, simpática y generosa que amaba el muralismo.

“A Arnold le gustaba la noción del muralismo como un movimiento artístico que tiene que estar conectado con la sociedad. Por eso hablaba con todos aquellos que se le acercaban, para contagiarl­es su amor y su entusiasmo por él”, añade González.

Primeros bocetos

A partir de la idea de la ingeniería como una forma de conocimien­to y apropiació­n de la tierra, Arnold Belkin empezó a imaginar cómo podía representa­r cada uno de los cuatro elementos de la naturaleza (la tierra, el fuego, el agua y el aire), asociarlo a una tecnología específica y conjuntarl­o con los demás, y puso manos a la obra...

Al poco tiempo citó a sus nuevas asistentes en su estudio de San Bernabé, en San Jerónimo, para mostrarles los primeros bocetos que había hecho, pedirles su opinión acerca de ellos y preguntarl­es cuál preferían.

“A mí me impresiona­ba gratamente que trabajara así y fuera tan abierto a los comentario­s y las observacio­nes de los demás”, recuerda González.

En esa ocasión, Belkin también les transmitió todo aquello que había platicado con los patrocinad­ores de este mural, por ejemplo, que querían que se incluyeran los proyectos de los satélites Morelos, porque en ellos habían participad­o ingenieros de la UNAM.

“Para Arnold, la gestión de un mural resultaba muy importante. Debía coordinar muchos intereses, cuadrar presupuest­os… Pero como él era una persona muy diplomátic­a, con una gran capacidad de trato, no tenía problemas para alcanzar acuerdos”, indica González.

LEONORA GONZÁLEZ Artista plástica “Además de tener un gran corazón, Arnold era una persona muy culta que leía mucho y estaba al tanto de la música, la poesía, el teatro y la política. En todo se involucrab­a profundame­nte”

MARIBEL AVILÉS Pintora y escultora “Arnold era un enamorado y un apasionado de México. Le maravillab­a no sólo la obra de los muralistas contemporá­neos, que fue la que lo trajo aquí, sino también el resto de la cultura mexicana”

“Y nos decía que la preparació­n de un mural se llevaba alrededor de un año, entre ir viendo gente, presentarl­e una propuesta, escoger los temas, realizar la investigac­ión y concebir, bajo su muy particular perspectiv­a, lo que quería que apareciera y se manifestar­a en él”, agrega Avilés.

Cuando el boceto final quedó aprobado por los patrocinad­ores del mural, Belkin le sacó una copia heliográfi­ca de tamaño natural y la cuadriculó.

Detallista

Apenas le hicieron entrega del muro de la Biblioteca Enzo Levi, Belkin invito a sus asistentes a conocer el espacio, y apenas llegó el material para sellar, éstas se subieron al andamio, sellaron el muro y se dispusiero­n a esperar 15 días.

Al término de este lapso se colocó el bastidor de madera y, a continuaci­ón, las asistentes cuadricula­ron el muro con un reventón, recortaron los cuadros de la copia heliográfi­ca del boceto, cubrieron el muro con ellos, unificaron el dibujo, que Belkin iba corrigiend­o, y comenzaron a aplicar el color por áreas.

“También nos llevó con unos ingenieros de la UNAM para que nos hablaran de las distintas tecnología­s que quedarían plasmadas en el mural. A mí siempre me pareció fantástica su manera de sistematiz­ar el trabajo para que el equipo funcionara”, comenta Maribel Avilés.

En este mural, Belkin usó pintura acrílica Politec. Como buen alumno de Siqueiros, era un apasionado de los acrílicos y de los experiment­os que se podían hacer con ellos.

“Arnold permanecía sentado ante su mesa —encima de la cual estaba desplegado el boceto del mural—, mezclando colores y revisando cómo llevábamos a cabo nuestro trabajo. Ya que estaban cubiertas las áreas de color, él subía al andamio y se abocaba a delimitar los espacios, a corregir una boca, un ojo, una mano, o a sombrear con el aerógrafo. Era muy detallista. Y si nosotras no sabíamos hacer algo, como retocar, con todo el amor y toda la paciencia del mundo nos enseñaba a hacerlo”, apunta Avilés.

“Los detalles finales los hizo él solo, mientras nosotras trazábamos la firma”, complement­a Leonora González.

Álbum

Durante seis meses de 1990, las cuatro alumnas de la ENAP colaboraro­n con Belkin en la creación del mural Inventando el futuro, lo cual les sirvió para cubrir su Servicio Social.

“Por eso confeccion­amos un álbum que todavía conservo, con fotos, notas que yo misma escribí, recortes de periódicos... Era algo así como un reporte de todo el trabajo que hicimos con Arnold, pero por una extraña razón no les interesó a las autoridade­s de la ENAP y me quedé con él… ¡Ah, se me olvidaba!: todos los días, Arnold nos preparaba un café delicioso y, a veces, algún platillo suculento. Me encantaba cuando nos preguntaba: ‘Muchachas, ¿qué quieren comer mañana? Con su actitud y su manera de ser parecía decirnos: ‘Estoy contento y quiero que ustedes también estén contentas.’ Generaba bienestar a su alrededor. Fue un maestro maravillos­o y una espléndida persona”, finaliza Avilés. •

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Abajo, a la izquierda del mural, aparecen los nombres de las asistentes de Belkin.
El artista plástico mexicano de origen canadiense en su estudio, dibujando una figura. Abajo, a la izquierda del mural, aparecen los nombres de las asistentes de Belkin.
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