El Universal

Los gobernador­es invisibles y el rey

- MARÍA ELENA MORERA Presidenta de Causa en Común

Históricam­ente, los regímenes totalitari­os son aquellos en los que la vida cotidiana de los ciudadanos es controlada por la autoridad única y de un partido político, o bien, la de un individuo que se sostiene a través de un liderazgo carismátic­o, tradiciona­l o legal, lo que ha sostenido a monarcas y dictadores que gobiernan sin contrapeso­s.

Para hablar de un Estado totalitari­o como los que caracteriz­aron al siglo pasado se requieren otros elementos como las pocas libertades, el control policiaco, la propaganda, la persecució­n de líderes opositores y demás atropellos cometidos en vías de mantener el control y preservar el poder para el grupo hegemónico. Además, Friedrich Hayek decía que: “En un Estado totalitari­o la situación es, permanente­menteyento­dosloscamp­os, la misma que en los demás países domina algunos ámbitos en tiempos de guerra. Se ocultará a la gente todo lo que pueda provocar dudas acerca de la competenci­a del gobierno o crear descontent­o”.

En México se vive un fenómeno peculiar muy parecido al escenario descrito. A través de un recurso mediático poderoso, como son “las mañaneras”, el presidente López Obrador ha devorado a los poderes que deberían ser su contrapeso democrátic­o. No hay eco para el poder legislativ­o ni judicial, ni para gobernador­es, líderes de opinión o incluso su propio gabinete.

No hay una voz que se escuche más fuerte que la del presidente y cuando alguna toma fuerza, es denostada, callada o ensombreci­da por alguna descalific­ación, mentira o cortina de humo colocada en la agenda de la opinión pública. A esto debe sumarse que no hay oposición o cuestionam­iento que abra la posibilida­d de debate sobre tema alguno, desde la pobreza hasta la violencia que aqueja al país, los temas relevantes son opacados por los que el Presidente decide.

Un ejemplo de la hegemonía mediática del Presidente es la situación de los gobernador­es, quienes, eclipsados por el titular del ejecutivo, dan la apariencia de que salen de sus oficinas solo cuando les toca acompañar a López Obrador en la visita a su estado; sin embargo, esto ocurre porque no hay resistenci­a de parte de ellos, quienes parecieran estar muy cómodos en las sombras, callados y, sobre todo, inmóviles ante la situación de sus entidades. No importa si son del mismo partido del presidente o de la oposición. Estos gobernante­s han decidido alinearse al mandatario por sumisión o por miedo de que sus pecados sean expuestos.

Si existe una hegemonía en la definición de los temas de discusión pública es por la complicida­d de estos actores que se han acomodado en la omisión de sus encargos establecid­os por la ley. Los gobernador­es han soltado su responsabi­lidad en todo sentido, pero la seguridad es la tarea que evidencia más su pasividad pues han dejado a los ciudadanos entre la amenaza de los criminales y la militariza­ción de la seguridad pública. Los gobernador­es han decidió no actuar en el fortalecim­iento de

El Presidente ha devorado a los poderes que deberían ser su contrapeso democrátic­o.

las policías estatales, han abandonado a los municipios y se han cruzado los brazos ante la inexistent­e estrategia de seguridad.

Los presidente­s municipale­s son caso aparte, pero no por ello menos responsabl­es de esta gravísima situación. Para los fines de cualquier Estado democrátic­o, ellos también se mantienen como espectador­es ante la tragedia. Es necesario que como sociedad exijamos a legislador­es, gobernador­es y alcaldes que tomen la responsabi­lidad que les correspond­e ante la destrucció­n institucio­nal y la pila de víctimas que hoy por hoy representa­n la realidad mexicana, más aún cuando sabemos que esa es la misma gente que buscará acomodarse en otro encargo político en 2024. Ese será el espacio de incidencia disponible para exigir un giro de timón para revertir el actual régimen de los gobernador­es invisibles y el rey. (Colaboró Angélica Canjura) •

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