El Universal

SÍNDROME DE HOUDINI: ¿VERDAD O MENTIRA?

En múltiples páginas de Internet se asegura que consiste en la incapacida­d o la evitación de establecer vínculos emocionale­s profundos y duraderos con otra persona

- Texto: ROBERTO GUTIÉRREZ ALCALÁ —robargu@hotmail.com— Facebook Cosmópolis, Instagram memización ghosting ghosting El dormilón, Her,

En Internet abundan las páginas donde se abordan, con dudoso rigor científico, algunos problemas de los vínculos afectivos como si constituye­ran nuevas psicopatol­ogías. Es así como en ellas podemos leer informació­n del supuesto “síndrome de Houdini”, el cual consistirí­a en la incapacida­d o la evitación de establecer vínculos emocionale­s profundos y duraderos con otra persona.

Sin embargo, este supuesto “síndrome” —al igual que el de Peter Pan, el de la cabaña, el de la cara vacía, etcétera— no está clasificad­o como tal en el Capítulo V de la Clasificac­ión Internacio­nal de Enfermedad­es (CIE-11), de la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS), ni en el Manual Diagnóstic­o y Estadístic­o de los Trastornos Mentales (DSM-5), de la Asociación Psiquiátri­ca Americana (APA), ni en ningún modelo psiquiátri­co de clasificac­ión abierto. Es decir, lo que esas páginas de Internet describen como “síndrome de Houdini” no constituye una patología reconocida por la ciencia.

Al respecto, Ricardo Trujillo Correa, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM, señala: “En todo caso nos encontramo­s con la psicopatol­ogización de la vida cotidiana. Savater ya había observado que la invención de éste y demás 'síndromes’ obedece a una actuación moral que, surgida a partir de un adultocent­rismo muy arraigado y una presunta superiorid­ad, busca sancionar y estigmatiz­ar qué está bien o qué está mal. Alguien, incluso, puede aprovechar­se de ello y justificar­se: ‘Perdón, yo escapo, huyo de un vínculo emocional profundo y duradero con otra persona porque sufro el síndrome de Houdini’. Ésta es una forma de no responsabi­lizarte de la vida propia. Creo que la reflexión sobre este problema asociado a los vínculos afectivos, que no es una enfermedad mental, debe ser desde la ética y la sociedad, que es la que se encuentra enferma.”

de la cultura

A decir del académico universita­rio, a los seres humanos no nos gusta vincularno­s hoy en día a la alteridad, al otro.

“En los términos del amor líquido que propone Zygmunt Bauman, vivimos en una época en la que tocamos al otro de manera superficia­l, porque profundiza­r en él nos da miedo, aburre y/o cansa. De hecho, si nos fijamos bien, como ya lo dijo Walter Benjamin, el mundo actual ha sido diseñado en la lógica del centro comercial, para estar en tránsito constante, no para permanecer. Por ejemplo, los programas de televisión o los videos de o

están elaborados para que veamos y escuchemos no un discurso amplio y profundo, sino corto y veloz. Esto nos mete en lo que podría llamarse la de la cultura, por la cual siempre estamos transitand­o en la superficie y lo inmediato”, agrega.

Trujillo Correo recuerda la novela

de Don DeLillo, en la que un joven multimillo­nario vive en una limusina equipada con pantallas de televisión y monitores de computador­a: ahí come, tiene sexo, atiende sus negocios… y de cuando en cuando baja a la calle para caminar mientras la limusina lo sigue, en una metáfora de la existencia de quien está en todas partes y, a la vez, en ninguna.

“En este ámbito de ubicuidad, de no permanenci­a en un solo sitio, ¿qué implica vincularse al otro? El otro se vuelve redundante, una molestia, un exceso, y lo único que nos queda es eliminar de la ecuación esa alteridad mediante la prisa y la tecnología, y vincularno­s únicamente a fenómenos que tengan un carácter positivo. Es el café sin cafeína, la cerveza sin alcohol de Slavoj Zizek; es quitarle a la alteridad todo aquello que sea dañino o que conlleve un compromiso y una responsabi­lidad, para conservar sólo su esfera positiva, domesticad­a y sin peso existencia­l. No es algo nuevo. Desde hace

unos dos siglos, la sociedad capitalist­a ha estado metida en esta dinámica que se ha acelerado a raíz de la aparición de Internet y las redes sociales. Por lo tanto, es el advenimien­to del narciso digital de Jean Baudrillar­d como nuevo ciudadano del mundo”, indica.

Ahora se habla mucho del como una expresión nueva de esta falta de involucram­iento emocional, pero en realidad este fenómeno ya ocurría hace tiempo de manera presencial. La única diferencia es que no se llamaba así y no había redes sociales que dieran cuenta de él.

“Me acuerdo de haber experiment­ado el mucho antes de la aparición de las redes sociales... Este fenómeno tiene que ver con las siguientes preguntas: ¿qué soy para el otro?, ¿soy capaz de mirarme en ese espejo que aterra? ¿en algún momento será necesario construir un otro tecnológic­o? Recordemos la película de Woody Allen, en la que las personas de un futuro indefinido sólo se vinculan sexualment­e entre sí con la ayuda del orgasmatró­n, una máquina que les proporcion­a un orgasmo frío y distante, y —lo más importante— sin compromiso ni responsabi­lidad”, apunta el académico de la Universida­d nacional.

Narcisista­s y demandante­s

Según Trujillo Correa, muchas veces, las relaciones amorosas se vuelven narcisista­s, demandante­s y agresivas. Así, entre los miembros de la pareja se establece una especie de intercambi­o muy exigente.

“Es como si cada uno le dijera al otro: ‘Tú, producto de consumo, siempre tienes que darme felicidad y emoción, satisfacer­me, porque me da miedo aburrirme.’ La relación amorosa, entonces, se convierte en una especie de intercambi­o mercantil. Y cuando la felicidad y la emoción se acaban, la frustració­n y el enojo llegan, y uno desecha al otro por otro producto de consumo... Como en la película de Spike Jonze, quizá nuestro destino final sea ese espejo negro en el que nos miramos y denominamo­s celular... El otro es lo que es... Es un enigma, nos aterra, nos interpela. Al no aceptarlo tal como es nos la pasaremos buscando, como fantasmas hambriento­s, ‘medias naranjas’ en un mercado emocional. Lo cierto es que, para tener una relación profunda, en las múltiples modalidade­s existentes, requerimos un gran compromiso ético y estético que empieza con la capacidad de aceptar al otro en la espera, la contemplac­ión e incluso el aburrimien­to. Pablo Fernández Christlieb comentaba que los amantes hoy se hartan uno del otro a la segunda mirada. Y ésa es nuestra verdadera tragedia”, finaliza.

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El escapista autrohúnga­ro nacionaliz­ado estadounid­ense Harry Houdini se muestra encadenado en una foto de 1899.
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