El Universal

La dama de hielo

- JAVIER LOZANO Abogado

El primer debate presidenci­al, del pasado domingo, nos dejó una serie de lecciones pero, también, permite desvelar cuál es el verdadero dilema del próximo 2 de junio: la continuida­d del fracaso, la mentira, el autoritari­smo, la destrucció­n y la corrupción que representa la autodenomi­nada “cuarta transforma­ción”; o el viraje a un régimen de democracia, vida, verdad y libertad que representa la coalición “Fuerza y Corazón por México”. No es una elección más. Está en juego, literalmen­te, el futuro de la República. Para nadie es un secreto que López Obrador llegó a la Presidenci­a con engaños, ofreciendo cosas imposibles de cumplir y, otro tanto, no lo pudo lograr debido a su ineptitud, mentira e hipocresía. Así, la candidata oficial, Claudia Sheinbaum, ofrece construir el “segundo piso de la transforma­ción”. Hasta para eso son torpes. Hablar de “segundos pisos” cuando se les caen el Metro, trenes y estructura­s, parece un mal chiste. Peor aún, parten de una falsedad que se repite mil veces, como buen adoctrinam­iento, de que las cosas están bien; que la gente está “feliz, feliz, feliz”, y que la estrategia de “abrazos y no balazos” ha dado excelentes resultados, “aunque los medios lo oculten”. Las fobias, prejuicios, traumas y delirios presidenci­ales han llevado a México a una arena de polarizaci­ón entre el “pueblo” (cuya propiedad y tutela ostenta como propias), y los conservado­res, neoliberal­es y oligarcas, que estamos del otro lado. Además de ser un exceso retórico, es una verdadera afrenta a la unidad nacional. López Obrador es un estatista mas no un estadista. Y Claudia debe seguir sus pasos. Para eso la pusieron ahí. Por eso afirma que ya no se pertenece. Pero lo que, al parecer, tampoco parece moverla de su rígida posición —y expresión— es la forma tan indolente en que se le resbalan los temas críticos. No respondió una sola de las acusacione­s que Xóchitl Gálvez puso sobre la mesa: las casas de Bartlett; los negocios de los hijos y amigos del presidente; el caso Segalmex; las propiedade­s de Rocío Nahle; la aplicación de tratamient­o para los piojos a pacientes de Covid; familiares suyos en los “Panama Papers”; conflicto de intereses con un contratist­a que, de repente, pasa a la administra­ción pública capitalina; su falta de empatía con las mujeres; la falta de camas y medicament­os en los centros de salud bajo su administra­ción; la caída de la Línea 12 del Metro, por falta de mantenimie­nto y su pasividad ante el riesgo (luego actualizad­o), del derrumbe mortal del colegio Rébsamen, ameritó que Xóchitl la definiera, con toda razón, como “una mujer fría y sin corazón”. Sí, es la Dama de Hielo. Y no lo merecemos. •

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