El Universal

Agua con aceite

- JORGE TRIANA Diputado federal

En la Ciudad de México, en la alcaldía Benito Juárez, casi medio millón de personas se enfrentan a una crisis de agua que pone en riesgo su salud y bienestar. Desde finales de marzo, los ciudadanos han reportado un intenso olor a gasolina emanando de sus grifos, situación que el gobierno de la ciudad ha negado tajantemen­te en repetidas ocasiones.

A pesar de que el gobierno aseguró que la calidad del agua en la zona era adecuada, los reportes de mal olor y problemas de salud asociados, como dermatitis, náuseas y trastornos gastrointe­stinales, nunca cesaron.

Ante la presión de los vecinos, a Martí Batres, jefe de gobierno de la Ciudad de México, no le quedó más remedio que aceptar la existencia de esta crisis y reveló que el agua provenía de un pozo contaminad­o con una sustancia de “la familia de los aceites y los lubricante­s” ubicado en la colonia Alfonso XIII. La autoridad tardó más de una semana en reaccionar; durante este tiempo, tanto personas como mascotas estuvieron expuestas a esta agua contaminad­a.

El pozo fue aislado por el Ejército y personal de Pemex; sin embargo, los ciudadanos siguen en zozobra, ya que nadie les ha informado sobre la causa real de la contaminac­ión. La ayuda del gobierno se ha limitado a distribuir garrafones de agua, sin dar más informació­n.

Para sorpresa de nadie, López Obrador ha desestimad­o el asunto. Aseguró que el problema está resuelto, y señaló que el tema se exagera y que existe manipulaci­ón por los tiempos electorale­s que vivimos.

La gravedad de la contaminac­ión del agua en la Ciudad de México se ha convertido en una crisis palpable y Benito Juárez es solo el ejemplo más reciente. Es imperativo que las autoridade­s proporcion­en respuestas y soluciones concretas, y no solo excusas o negaciones. La salud de medio millón de personas está en juego, y continuar ignorando o minimizand­o el problema solo evidencia una negligenci­a inaceptabl­e.

La Ciudad de México merece transparen­cia, responsabi­lidad y acciones inmediatas para asegurar que el derecho al acceso a agua segura y limpia sea respetado. No más mentiras, no más espera. La certeza y la seguridad no pueden ser opcionales.

Sea cual sea el desenlace de esta crisis del agua contaminad­a en la Ciudad de México, queda claro que no se trata solamente de un fallo operativo, también es un fallo moral. Es hora de que aquellos en el poder se hagan responsabl­es y trabajen para quienes les han confiado su bienestar. La buena noticia es que ya se van y que el cambio viene. •

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