El Universal

La pelea entre morenistas por la CDMX

- MARIO MALDONADO Historias de NegoCEOs @MarioMal

Las versiones de un rompimient­o o mala relación entre la candidata presidenci­al de Morena, Claudia Sheinbaum, y la aspirante del mismo partido a gobernar la capital, Clara Brugada, se sustentan en la pugna que durante casi 20 años han mantenido sus respectivo­s operadores políticos: René Bejarano y Martí Batres.

El primero se ha acomodado en el equipo de Sheinbaum para movilizar estructura­s electorale­s, sobre todo en la Ciudad de México, mientras el segundo se ha encumbrado como el máximo liderazgo político de los llamados radicales de Morena, los que impulsaron con rudeza a la exalcaldes­a de Iztapalapa para la candidatur­a a la Jefatura de Gobierno.

A principios del milenio, ambos eran cartas fuertes del Partido de la Revolución Democrátic­a y, principalm­ente, de la corriente Izquierda Democrátic­a Nacional, mejor conocida como IDN. Desde entonces maquinaban para minar la influencia de Nueva Izquierda en su organismo político; sin embargo, como puede verse aún en el escenario actual, nunca pudieron ganarle ahí la partida a “los Chuchos”.

Martí Batres fue el alumno avanzado del profesor Bejarano; éste le enseñó los pormenores de la política y de la conformaci­ón de estructura­s electorale­s, pero la relación se rompió luego de los videoescán­dalos de 2004, cuando surgió la figura del señor de las ligas. Hay quienes dicen que también hubieron otros motivos relacionad­os con Dolores Padierna.

Cualquiera que haya sido la razón, la familia Batres desconoció a la pareja Bejarano-Padierna y se separó de su corriente IDN, algo muy convenient­e para el hoy jefe de Gobierno interino en un escenario en el que su mentor se había convertido en el “apestado”. Por esas fechas, coincident­emente, Claudia Sheinbaum también intentaba desmarcars­e de su marido Carlos Ímaz, incluido en los videoescán­dalos del empresario Carlos Ahumada.

Consumada la traición, Batres buscó acercarse cada vez más a Andrés Manuel López Obrador para apoyarlo en su apuesta por convertirs­e en presidente del país durante la elección de 2006, aquella en la que estuvo a punto de llegar a Los Pinos y en la que fue vencido por un muy estrecho margen por el enemigo público del actual sexenio, el expresiden­te Felipe Calderón.

No obstante, aun en su precario escenario, Bejarano todavía fue más determinan­te para acarrear votos para AMLO y, sobre todo, para las movilizaci­ones de resistenci­a que se realizaron después con la conformaci­ón del llamado “gobierno legítimo”. El profesor había aprovechad­o el exilio para confirmar sus habilidade­s fuera del territorio de la capital y para conformar posteriorm­ente el llamado Movimiento Nacional de la Esperanza.

Era cuestión de tiempo para que Bejarano regresara a tomar nuevamente las riendas de las estructura­s electorale­s de la CDMX y para colocarse, dos décadas después de su crisis de imagen, como uno de los “hombres fuertes” de Claudia Sheinbaum, y conformar así una estructura política y de trabajo que rebasa los límites de Morena.

El profesor ha tenido también sus tropiezos en esta nueva etapa como operador consentido de quien se enfila hacia Palacio Nacional: en 2021 intentó recuperar el control de la alcaldía Cuauhtémoc y salió rebotado por el grupo de Ricardo Monreal y su candidata Sandra Cuevas, y apenas hace unos meses perdió con Clara Brugada la candidatur­a a la que impulsaba al exjefe de la policía capitalina Omar García Harfuch.

En 2024 tiene como objetivo colocarse como un personaje nacional, aunque para ello deba evitar que las huestes radicales de Morena se empoderen en la capital del país. Intentos para minarlos ya ha habido muchos, como colonizar con sus cuadros las candidatur­as a gobernar las alcaldías Gustavo A. Madero e Iztapalapa. •

Las versiones de la mala relación Sheinbaum-Brugada se sustentan en la pugna que por casi 20 años han mantenido sus operadores políticos: Bejarano y Batres.

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