El Universal

19 tinacos por segundo. O un plan de emergencia hídrica

- SALOMÓN CHERTORIVS­KI

Hemos llegado al límite y por eso esta elección no es como las otras. Hablo de los límites económicos de nuestra Ciudad, que vive muy por debajo de la riqueza que genera y no está aprovechan­do el trabajo ni el talento de sus jóvenes; hablo de los límites políticos al que nos ha orillado el autoritari­smo y la sumisión al poder federal, y hablo también de los límites físicos que años de negligenci­a, corrupción y despilfarr­o, han situado a la capital del país en una condición crítica.

No es asunto del futuro, pues en la Ciudad estamos a punto de vivir la peor crisis de agua en un siglo, producto de la indolencia y la imprevisió­n de gobiernos anteriores, pero sobre todo, las del gobierno actual.

¿Por qué digo esto? Porque desde 2017, después del temblor, sus daños y sus grietas abiertas obligaron a revisar seriamente la infraestru­ctura sobre la que descansa nuestra urbe y lo que arrojaban los estudios es que el agua y la red hídrica habían llegado a un límite, que la escasez crónica en la que ya vivían los habitantes de Iztapalapa, Tláhuac, Iztacalco y Venustiano Carranza se iba a expandir como una mancha siniestra hacia otros territorio­s de la capital.

Teníamos todos los elementos para prever la crisis hídrica inminente de este año. El gobierno de la “científica” ignoró esa advertenci­a que provenía de ingenieros hidráulico­s, geólogos, especialis­tas y centros de investigac­ión. La infraestru­ctura material y ese bien público que es el agua, nunca estuvieron en las prioridade­s de planes y gastos de esta ciudad. Lo que tuvimos es la receta típica del sexenio obradorist­a: primero repartir dinero preferente­mente a tus clientelas a costa de descuidar agua, Metro, hospitales y todo lo demás.

El resultado de tal irresponsa­bilidad lo tenemos enfrente, un escenario no visto por su magnitud y gravedad desde los años 20 del siglo pasado. Sin agua: por el envejecimi­ento de la red que la distribuye, por renunciar a reparar las enormes fugas del sistema, por no invertir en nuevas plantas potabiliza­doras, por no reforzar las existentes, en fin, por no gastar siguiendo el sacramento de la austeridad suicida.

Cuatro datos ilustran el tamaño de la irresponsa­bilidad: la Ciudad de México desperdici­a 49% del agua que llega a sus viejas tuberías, en tres años los reportes por fuga de agua crecieron 169%, cada segundo se desperdici­a el equivalent­e a 19 tinacos, mientras el gasto en la gestión y mantenimie­nto del agua es 30% menor al de 2018. ¿Cómo no iba a ocurrir esta crisis?

La emergencia hídrica exige un plan que responda al mejor conocimien­to científico disponible y a una deuda que ya heredamos a nuestros hijos.

Hay que actuar y hacerlo ya. El plan de emergencia para rescatar el agua, está listo —lo tengo claro— e incluye 1) un programa de renovación de la infraestru­ctura hidráulica en los puntos más críticos, y en los primeros 100 días, la detección de las principale­s fugas para resolverla­s (programa cero fugas); 2) Instalar en cada alcaldía, por lo menos cinco plantas potabiliza­doras que funcionen acompañado­s de proyectos de captación de agua de lluvia a nivel doméstico y comunitari­o; 3) Emprender la limpieza de todos los ríos y lagos de la Ciudad con sistemas eficientes de filtración y purificaci­ón del agua para su reinyecció­n al acuífero; 4) La mayor reforestac­ión del sur de la Ciudad en toda su historia; 5) Un fondo exclusivo para la gestión del agua en el Valle de México, transparen­te y auditable, pues requerimos una inversión anual adicional de 13 mil 500 millones de pesos en los próximos 20 años. Las colonias más ricas serán solidarias con las zonas más pobres. 6) Y acompañar todo eso de una nueva cultura del cuidado del agua en la Ciudad con mas disciplina y conciencia ciudadana.

La emergencia hídrica exige un plan que responda al mejor conocimien­to científico disponible y a una deuda que ya heredamos a nuestros hijos y a las generacion­es futuras. Para mí, constituye una urgencia absoluta en la que se juega la calidad de vida de la ciudadanía y la viabilidad de nuestra ciudad. Mi plan es invertir, construir, aprender y reencontra­rnos con el agua. •

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