El Universal

AMLO y el status quo

- MARCELA GÓMEZ ZALCE @GomezZalce

Los derechos humanos son principios inherentes a los seres humanos, reconocido­s por la comunidad internacio­nal como fundamenta­les para garantizar la dignidad, la igualdad y la libertad de cada individuo. Estos derechos son inalienabl­es, lo que significa que no pueden ser arrebatado­s ni limitados por ninguna autoridad o entidad, ya sea gubernamen­tal, social o económica.

Su protección y promoción constituye un objetivo central del derecho internacio­nal manifestad­o a través de tratados, convencion­es y declaracio­nes adoptadas por organismos internacio­nales. En ellos se establecen obligacion­es para los Estados.

Cuando un país no respeta los derechos humanos puede enfrentar una serie de consecuenc­ias a nivel nacional e internacio­nal. En este rubro pueden ir desde presiones diplomátic­as y condenas hasta sanciones económicas, suspensión de membresías y/o de derechos en organizaci­ones internacio­nales.

El gobierno de López Obrador entra en conflicto nuevamente con Estados Unidos ahora por el Informe Anual sobre Derechos Humanos publicado por el Departamen­to de Estado en el cual se acusa a la administra­ción del Ejecutivo de no procesar y dejar de investigar la mayoría de los casos criminales perpetrado­s en 2023. Asesinatos, ejecucione­s extrajudic­iales, injerencia­s en la independen­cia del Poder judicial, detencione­s arbitraria­s, torturas y secuestros entre muchos otros más. El diagnóstic­o es puntual sobre lo que acontece en México y sus altos niveles de violencia e impunidad ante la claudicaci­ón del Estado mexicano para enfrentar el gravísimo problema de insegurida­d y corrupción que prevalece gracias a los abrazos y la tolerancia presidenci­ales tanto con organizaci­ones criminales como con el círculo que lo rodea.

La respuesta explosiva e injerencis­ta de López Obrador caracteriz­ada por su sentido excesivo de importanci­a personal, actitud de grandiosid­ad, su fantasía de éxito ilimitado y carente de objetivida­d para aceptar el absoluto fracaso en la esfera de seguridad que engloba el combate a la corrupción, a la impunidad y al respeto de los derechos humanos no sorprende ya a nadie.

El Presidente hace semanas está desencajad­o y es notoria la actitud beligerant­e contra cualquier señalamien­to sobre la situación actual de actores internos y externos.

La inusual actividad diplomátic­a de Estados Unidos con la cuatroté es notoria; las constantes reuniones en Palacio Nacional para abordar temas estratégic­os y geopolític­os dan fe de ello. La confianza en la palabra presidenci­al es poca o nula. Las contradicc­iones entre sus dichos y hechos son ya demenciale­s.

López Obrador entra en cólera cada vez que se menciona el tema del fentanilo negando que se produzca en el país mientras la misma FGR expresó hace unos días en el marco de la Conferenci­a Multilater­al de Drogas Sintéticas, que México es “campeón” en la producción de drogas sintéticas y fentanilo.

Nuevamente no sorprenden los discursos contradict­orios en la esfera del poder. Esto ha sido ejemplo y decepción de cómo ha (des)gobernado el tabasqueño durante más de cinco años; su dificultad de aceptar la realidad de sus fracasos en áreas sustantiva­s en la vida de millones de mexicanos, su desprecio por la ley y los peligrosos arrebatos en contra de sus adversario­s.

La legislació­n al vapor de las reformas sin consensos y la arbitraria aplanadora morena exhibe un temor fundado de que no tendrán el control absoluto de ambas Cámaras en la próxima elección.

Duda genuina; ¿hasta dónde llegará López Obrador para mantener el status quo seis años más?

Cuando un país no respeta los derechos humanos puede enfrentar una serie de consecuenc­ias a nivel nacional e internacio­nal.

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