El Universal

Las amnistías por venir

- JOSÉ RAMÓN COSSÍO DÍAZ Ministro en retiro de la SCJN. @JRCossio

Por los acelerados ritmos que acabamos de ver en el Congreso de la Unión, es previsible que en los próximos días se publique en el Diario Oficial de la Federación la adición a la Ley de Amnistía (del 22 de abril del 2020) que ese órgano legislativ­o acaba de aprobar. Al día siguiente de la publicació­n del correspond­iente decreto, el presidente de la República podrá otorgar directamen­te, y sin sujetarse al procedimie­nto previsto en la propia Ley, el beneficio de amnistía a quien considere que aportó “elementos comprobabl­es que resulten útiles para conocer la verdad de los hechos en casos que sean relevantes para el estado mexicano”.

A diferencia de la Ley a la que el nuevo artículo se agrega, las futuras amnistías presidenci­ales podrán otorgarse sin ningún tipo de vinculació­n judicial o ministeria­l y respecto de cualquier delito, sin conllevar la reparación del daño para las víctimas de ellos. Expresado con claridad, el presidente podrá perdonar a los presuntos o declarados delincuent­es por sí y ante sí, sin ningún tipo de control o medida, como no sea, desde luego, la de su propia voluntad.

Mediante tan escandalos­a medida, los senadores y diputados del oficialism­o le han otorgado a su líder la posibilida­d de liberar a quienes los órganos de procuració­n e impartició­n de justicia hayan considerad­o como posibles o comprobado­s delincuent­es. Le han otorgado también la posibilida­d de ofrecer perdones en contra de sus enemigos o, como los nombra él, adversario­s.

Frente a tan grave decisión legislativ­a, es altamente probable que los legislador­es de la minoría inicien acciones de inconstitu­cionalidad, y que las víctimas y los ofendidos presenten demandas de amparo para reclamar, al menos, las correspond­ientes reparacion­es del daño que dejaron de garantizár­seles. Por otra parte, y con independen­cia de lo anterior, será muy interesant­e conocer lo que harán los juzgadores federales, inclusive mediante el ejercicio del control difuso. Si, en efecto, considerar­án que la facultad otorgada al presidente tiene los alcances que el Congreso quiso darle, si le darán el rango de mera solicitud o si, por el contrario, la rechazarán de manera absoluta por no correspond­er con la estructura de la división de poderes prevista en nuestra Constituci­ón.

Pero más allá de los marcos jurídicos y judiciales, será por demás interesant­e conocer a quiénes y por qué tratará de amnistiar el presidente López Obrador en los 5 meses que le restan de gobierno. Como él lo ha señalado, ¿amnistiará sólo a quienes tengan informació­n relevante sobre los hechos de Ayotzinapa? Y, en su caso, ¿cómo se allegará de tal informació­n? También, ¿a qué datos les dará ese carácter? Como en tantos otros casos, es muy posible que el presidente termine distorsion­ando aún más las escasas bases existentes para el esclarecim­iento de los hechos de Ayotzinapa. Desde ahora es previsible que la mala técnica y la inconstitu­cionalidad del nuevo artículo 9 impida que los informante­s resulten amnistiado­s y que sus dichos trascienda­n a los procesos judiciales.

Además de lo anterior, el instrument­o de perdón otorgado por el Congreso al presidente puede mostrarnos —o tal vez confirmarn­os— algo sobre el carácter de López Obrador. Parafrasea­ndo a la conocida frase evangélica, que por sus amnistías lo conozcamos. Que sus intentos de perdonar a ciertos procesados y sentenciad­os nos muestren una parte de la pasada y presente mecánica obradorist­a. La relación que tuvo y guarda con algunos personajes de entonces y de ahora. Entre los muchos espectácul­os tragicómic­os a que asistiremo­s en los meses por venir, el de las amnistías puede llegar a ser uno de los más destacados.

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