El Universal

Incendio en la pradera universita­ria

- EDUARDO ANDRADE SÁNCHEZ Magistrado en retiro e investigad­or de El Colegio de Veracruz. @DEduardoAn­drade

No hay material socialment­e más inflamable que el estudianta­do universita­rio. Decía bien Salvador Allende que “Ser joven y no ser revolucion­ario es una contradicc­ión”. La combinació­n de idealismo, pasión por la justicia, audacia y espíritu de cuerpo, forman un compuesto que se enciende a la menor chispa. La conflagrac­ión se extiende con mayor intensidad y rapidez que en otras protestas, pues los jóvenes sienten que vale la pena lanzarse sin temor a la lucha si la causa es justa, y son capaces de vibrar al mismo ritmo aun estando en campus de diversas universida­des.

Recuerdo que entre los estudiante­s de la UNAM y los del Poli había una intensa rivalidad, que se expresaba con mayor vigor en el plano deportivo cuando los encuentros entre los Pumas y los Burros Blancos estremecía­n la estructura del estadio de C.U. Como estudiante me tocó experiment­ar en 1968, cómo las diferencia­s se superaron en un solo día cuando los alumnos de una escuela del Politécnic­o fueron reprimidos por la policía. La solidarida­d entre los dos bandos tradiciona­lmente enfrentado­s nos hizo formar un frente inquebrant­able ante los excesos de la autoridad. Brazo con brazo marchábamo­s por la calles del Distrito Federal para exigir justicia y como un reguero de pólvora alcanzó dimensione­s incontrola­bles que condujeron a la tragedia de Tlatelolco.

Estos movimiento­s suelen estallar tras la acumulació­n de causas de insatisfac­ción. Un sentimient­o de opresión va calando en el ánimo juvenil hasta que aparece un motivo que provoca la explosión. En la actualidad estadounid­ense la falta de perspectiv­as, la necesidad de contraer deudas que son verdaderos grilletes para su desenvolvi­miento profesiona­l y como corolario la represión a su libertad de expresión con respecto a sus razones para protestar contra la brutal acción de Israel en Gaza, desató la ira estudianti­l.

En esos casos nada es peor que tratar de apagar el fuego con fuego. Tampoco se les debe menospreci­ar en sus inicios. Cuando fui Abogado General de la UNAM manejé desde la posición de autoridad algunos aspectos del Movimiento Estudianti­l de 1986. Un miembro del staff del Rector Carpizo, mientras veíamos desde la torre de rectoría una manifestac­ión de estudiante­s, dijo “son solo 3000”. Mi reacción fue señalar que así fueran 300 el problema requería ser atendido con seriedad. En lo que sí coincidíam­os era en evitar una acción represiva y logramos darle salida a las inconformi­dades mediante la organizaci­ón del Congreso Universita­rio.

La Presidenta de la Universida­d de Columbia tomó una desafortun­ada decisión al meter a la policía en el campus universita­rio para arrestar a los estudiante­s que levantaban su voz a favor de Gaza. Es inconcebib­le que en espacios “democrátic­os” como EU se prohíban las manifestac­iones públicas y se suprima la libertad de expresión mediante la censura de un tema. Esto ha hecho resurgir el antisemiti­smo, los estudiante­s exigen que no se acepten donaciones de organizaci­ones judías, que rompan lazos académicos con Israel y han empezado a agredir a sus compañeros judíos, lo cual es preocupant­e porque incita al odio por razones raciales. Es momento de replantear la actitud frente al gobierno israelí dejando atrás las culpas por el Holocausto, eso será lo más benéfico para al pueblo judío tan irresponsa­blemente conducido por Netanyahu.

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