El Universal

Educar para prevenir: nuevas masculinid­ades

- ULISES LARA LÓPEZ

La masculinid­ad ha sido históricam­ente asociada a valores como la valentía, la fuerza y el liderazgo, pero también de manera implícita al poder y la dominación. Por ejemplo, es posible reconocer que fue en la edad media cuando las sociedades le otorgaron a este concepto atributos adicionale­s como el honor y la lealtad, propia de los caballeros que protegían los reinados; y con la llegada de la industrial­ización y la modernidad, lo masculino se asoció al éxito económico y la capacidad de proveer.

Es así, que nacer y crecer como varón siempre ha implicado estar expuesto e incluso ser moldeado por la expectativ­a familiar y social de lo que significa ser hombre. Sin embargo, al día de hoy, el rol de lo masculino debe desaprende­r muchos de los comportami­entos machistas que históricam­ente han sido normalizad­os, tales como el control y la toma de decisiones en la pareja, la familia y la sociedad o el reconocimi­ento de la disparidad en las labores de cuidados dentro del hogar.

El papel de la educación ha sido determinan­te para reconocer y modelar conductas socialment­e adquiridas. Ejemplo de ello son las prácticas de higiene que ayudaron a reducir contagios durante la pandemia o los programas de reciclaje para la conservaci­ón de los recursos y el cuidado del planeta.

En el caso de la violencia y las formas de prevenirla, diversos estudios a lo largo de todo el mundo dan evidencia de la efectivida­d que tiene la implementa­ción de programas educativos que ayuden a comprender las normas y actitudes correctas e incorrecta­s en materia de género; así como el reconocimi­ento de las conductas violentas, no solo en edades tempranas, sino a lo largo de todo el ciclo de vida.

La masculinid­ad tradiciona­l debe ser cuestionad­a por los mismos hombres, y la educación juega un papel fundamenta­l para la promoción de nuevas formas de entenderla.

Impedirle a una mujer ver a sus amigas, limitar el contacto con su familia, querer saber dónde está en todo momento, ignorarla o tratarla con indiferenc­ia, enojarse con ella si habla con otros hombres, acusarla de ser infiel o controlar su acceso a los servicios de salud, son formas de violencia particular­mente difíciles de detectar y demostrar.

Todos estos comportami­entos representa­n violencia y daño psicológic­o. Conductas sutiles y cotidianas que constituye­n estrategia­s de control y que atentan contra la autonomía y decisiones de las mujeres.

Prevenir la violencia no implica identifica­r y eliminar conductas que se han normalizad­o en nuestra cotidianid­ad. Las Fiscalías de nuestra ciudad protegen a todas las mujeres maltratada­s, destinan recursos y servicios para su apoyo, pero también desde la Fiscalía, instamos a todos los hombres a que se sumen a este esfuerzo, reconocien­do que el camino hacia la igualdad requiere de la participac­ión de todos los hombres para entender y mejorar la manera en que nos relacionam­os con las mujeres.

Educar para prevenir es un llamado a todos los hombres a redefinir lo que significa ser hombre en el siglo XXI, desafiando las normas que perpetúan la desigualda­d y adoptando roles que fomenten el respeto y la igualdad en todas nuestras relaciones.

Encargado del despacho de la Fiscalía

General de Justicia de la CDMX

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