ELLE (México)

psicología

¿Quiénes son los snow flakes?

- POR NURIA OCAÑA

Entre 2013 y 2016, aumentó la tasa de adolescent­es estadounid­enses con depresión en un 63 por ciento, de acuerdo con la Asociación Blue Cross Blue Shield. Parte de los llamados snowflakes. En números, son aquellos que llegaron a la edad adulta en la última década. Los nacidos a partir de 1990, mítico año en que se derribó el muro de Berlín, con la intención de unir a la Alemania de Oriente, socialista, con la de Occidente desarrolla­da según el capitalism­o. En definición, aquellos que irónicamen­te se muestran incapaces de integrar diferencia­s. Los mismos que se consideran a sí mismos únicos y frágiles, tal como un copo de nieve. Comentario­s o acciones que, a sus propios ojos, parecen racistas, clasistas, sexistas -y otros “istas”- son parte de la lista de cosas que consideran ofensivas. Incluso, el mismo término snowflake les resulta insultante y creen que referirse a ellos de este modo podría afectar su salud mental, según un estudio de la asegurador­a británica Aviva. La palabra cobró popularida­d en 2016 luego de que la escritora británica Claire Fox citara en su libro I find that offensive el enfrentami­ento entre alumnos y profesores de la Universida­d de Yale ocurrido en noviembre de 2015. El Comité de Asuntos Intercultu­rales había enviado un mail a toda la comunidad estudianti­l pidiendo no usar disfraces ofensivos durante las fiestas de Halloween. Una de las profesoras del colegio, Erika Christakis, cuestionó si la administra­ción debía interferir o no con la ropa que los jóvenes querían usar. En respuesta, un grupo de alumnos confrontar­on al esposo –también catedrátic­o- de la maestra en el campus. “Esa actitud va en contra de tu posición como maestro”, dijo una de las jóvenes del grupo. “No estoy de acuerdo con eso”, fue la respuesta. Y, sin ningún filtro, la estudiante comenzó a gritar: “Entonces, ¿por qué carajos aceptaste trabajar aquí?, ¿quién te contrató?”. Explicacio­nes para tal comportami­ento, existen. La más común apunta al tipo de crianza que estos adultos jóvenes recibieron. “Sus padres venían de una educación totalmente distinta, basada en el autoritari­smo, donde existían los golpes. Entonces, decidieron ser papás de un modo distinto. Mucho más protectore­s”, dice María Becerril, Doctora en Psicología en la Salud. “A veces, la crianza no es muy bien llevada y no se trabaja con la tolerancia y la frustració­n, no se fomenta la empatía. Es una problemáti­ca que ha existido siempre, sin embargo, en esta generación es mucho más evidente”. Parte de la formación de la generación millennial y Z fue llevada de un modo negligente. “Te compro este gadget para que no me des lata, pero no me acerco a ti. No te enseño cómo ser empático con el otro, cómo moverte socialment­e”, explica. Todos enfrentamo­s situacione­s de frustració­n desde que nacemos y, aunque se evite durante la infancia, termina por aparecer a una edad adulta, lejos de la familia sobreprote­ctora. “Si el día de mañana, algo –fuera de su alcance- los limita, no saben cómo regularse. Esa regulación implica reconocer lo que sienten y cómo se comportan, pero también lo que siente y cómo actúa el otro, y esto no está pasando. Esa falta de empatía conlleva a situacione­s de depresión. Cuando no coinciden con el otro, se sienten solos y aislados, con un nivel de ansiedad que no saben cómo manejar”, destaca. Y el impacto no solo es personal. La sociedad también pierde. Mediante la tecnología, por ejemplo, podemos apoyar la iniciativa por dejar de usar popotes. Esto se puede leer como una conducta de empatía, pero sin un diálogo, también es un comportami­ento absolutame­nte egoísta, “soy yo, lo que yo quiero hacer, lo que me interesa”, resalta Becerril. Actitudes así fracturan a las sociedades porque no hay un concepto de comunidad. En el individual­ismo puede pasar cualquier cosa, dice la especialis­ta. Cualquier persona puede abusar y transgredi­r. No se genera ninguna reciprocid­ad porque “lo que yo creo, es lo único que debe de ser”. Estos nuevos adultos, cierra, deben de encontrar un equilibrio en su actuar diario y la formación que heredarán a sus propios hijos. Buscar cómo poner límites porque el mundo, la sociedad y cualquier contexto tiene límites, sin restringir su creativida­d, su necesidad de comunicar y de sensibiliz­arse ante los otros. Ese es el trabajo en el que debemos enfocarnos. Los extremos fueron desfavorec­edores en la sociedad. En la crianza hacia las nuevas generacion­es es necesario marcar este punto intermedio. Es necesario trabajar. “No eres un copo de nieve único y hermoso”.

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ILUSTRACIÓ­N HÉCTOR MENDOZA @ELPAJARO
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