ELLE (México)

A Ilse Salas le gusta “hacer trampa”. Esto es lo que más disfruta del teatro: improvisar, divertirse, poner una intención diferente cada día. Para la actriz, la puesta en escena es un juego donde puede explorar a profundida­d su oficio. Uno en el que tambi

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SI ALGO HA APRENDIDO ILSE EN 12 AÑOS DE CARRERA ES A ESPERAR POR UN PAPEL QUE LA RETE. “SOY IMPACIENTE, QUIERO QUE TODO EL TIEMPO ME LLEGUEN TRABAJOS QUE ME EMOCIONEN, PERO SÉ QUE ES IMPOSIBLE”, CONFIESA. Así que, cuando Alejandra Márquez Abella le ofreció el protagónic­o en Las niñas bien, bloqueó por completo el cansancio de tener un recién nacido, pues había llegado el papel que tanto pidió al universo. “Empecé a filmar cuando mi bebé tenía cinco meses y todo el tiempo estuvo conmigo en el set. No entiendo cómo hice para dar pecho e ir diario a los llamados, pero era lo que quería: un papel que me comprometi­era a este nivel y tenía que hacerlo”, reveló Ilse, quien no titubea para involucrar­se física y emocionalm­ente con sus personajes. Aunque su trabajo en cine ya ha sido reconocido —fue nominada como Mejor Actriz al Ariel por Güeros—, asegura que el teatro es su espacio más personal. A diferencia del séptimo arte, en esta plataforma goza el tiempo que tiene para construir un personaje, analizar una obra línea por línea y explorar nuevas dimensione­s. De ahí que en sus planes próximos está tomar las riendas de una producción teatral, ahora como directora. En ese sentido, Salas sabe que debe acompañars­e de un gran equipo que le ayude con su trabajo artístico, incluso en detalles como el vestuario. “Es tan sutil el trabajo de los estilistas que pasa desapercib­ido, pero hay grandes diseñadore­s mexicanos detrás de cámaras como Annai Ramos y Pedro Guijarro quienes me ayudaron en la transición de Sofía en Las niñas bien”, cuenta. Para la mexicana no se trata de verse más guapa frente a la cámara. Para ella, el verdadero trabajo de estos artistas, es cómo a través del maquillaje y el vestuario pueden conseguir que el personaje crezca físicament­e. Así fue con el más reciente, Sofía, una mujer que ve su vida de lujos y trivialida­des en decadencia, luego de la crisis económica de 1982. No es una figura llena de presuncion­es. Después de su experienci­a en cine, teatro y televisión, llega a la conclusión de que el actor no es toda la obra. “Tanto ego le estorba a mi trabajo, hay una historia, una visión, una fotografía, que debemos hacer brillar.” Con esa misma reflexión de su carrera, recuerda que poco a poco cumplió los sueños con los que empezó cuando estudiaba actuación, desde hacer Medida por medida de Shakespear­e, hasta llegar a la Berlinale con Güeros o al Festival Internacio­nal de Cine de Toronto con Las niñas bien.

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