MENOS ES MÁS
Hubo una época en la que en ciertas ocasiones — como durante la cena—, consultar tu reloj de bolsillo era una grosería inmensa,
el equivalente en el siglo XXI a sacar tu iPhone con demasiada frecuencia. ¿La solución? El reloj de pulsera, un accesorio elegante que te permitía (con suerte) consultarlo discretamente. No te hacen falta taquímetros ni cronógrafos mientras te comes una sopa. Las horas, segundos y minutos son suficientes. Movimientos más sencillos requieren movimientos más delgados, lo cual facilita acomodar un reloj formal debajo de los puños de una camisa. A menos que salgas en playera, en cuyo caso no le prestarías atención a estas sutilezas.