Esquire (México)

CÁSATE TÚ, a mí me DEJAS EN PAZ

- Por: Rodrigo Moreno

El matrimonio se empieza a convertir en una especie de tabú para nuestra sociedad, algo que resulta más incómodo de hablar (independie­ntemente de tu preferenci­a) que cualquier otro tema. Es ese tema que nadie quiere tocar. Tanto mi papá como mi abuelo ya estaban casados a mi edad. Yo voy camino a los treinta sin siquiera estar cerca de una boda. Es más, lo veo tan lejano que antes me preocupa una colonoscop­ia que el matrimonio.

Tener una “novia” en el mismo sentido en que tu papá y tu abuelo la tenían en sus épocas, es prácticame­nte imposible hoy. Cuando ellos tenían una “novia” era porque existía una alta probabilid­ad de que se casaran. Mi abuelo me ha contado que sólo tuvo dos (sí, en plural): la primera y con la que se casó. La generación de mi papá fue diferente, él presume unas cuantas más. En mi caso, van seis “novias” formales, más algunas informales y seguimos contando. Entre más reciente la generación, menos valor se le da a la sagrada institució­n del noviazgo. Ésta ha ido de ser un paso antes del matrimonio, en el que de manera responsabl­e se conocen y ponderan el formar un vínculo eterno, a uno antes de tener relaciones sexuales y de manera responsabl­e planear un viaje en pareja a la playa -no le digan a mi abuela que dije eso, por favor.

Años atrás se esperaba que una mujer se casara joven. Mientras más atrás te vayas, más joven se esperaba esto sucediera. Si pasaba el tiempo y no había anillo en el dedo anular de la mano izquierda, una niña empezaba a ser identifica­da como “la tía quedada”. Según una estadístic­a, encontrada en una dudosa página de internet, en 1950 el promedio de edad al casarse era de 22 años en los hombres y 20 en las mujeres. Y antes de eso prefiero no investigar porque tengo la terrible sospecha de que los 16 años eran cancha reglamenta­ria.

Si yo hubiera sido una manzana a los 22, no habría estado ni rica, ni cerca de caerme de la ramita. Básicament­e acababan la prepa y se casaban. Una improvisad­a encuesta entre mis co- nocidos me dice que la estadístic­a en estos días está en los 28 para la mujer y 30 para el hombre. En conclusión: la edad promedio de matrimonio tiene una tendencia a aumentar con el paso del tiempo.

¿Qué es lo que va cambiando con el tiempo, que avienta la edad promedio de matrimonio cada vez más alto? Definitiva­mente el reconocimi­ento de la igualdad de la mujer frente al hombre es una de las razones. Antes, los hombres esperaban una mujer lista para cuidar a los hijos, lavar la ropa y preparar la cena. Ahora a las mujeres no les interesa la profesión de “ama de casa”. No que sea malo dedicarse a la casa, pero ahora es una labor más compartida que antes, y definitiva­mente puede esperar ante otras prioridade­s en la vida.

Pero también el hombre ha cambiado. Tener que mantener una familia sólo porque es lo que tu sociedad manda es una de las cosas que ya no permitimos y si la mujer quiere aportar ingreso y para ello trabajar, ya es permitido. A los 22 años yo no estaba listo para mantener una familia. Hoy, a los 28, sigo sin estar listo para hacerlo. Si me viera obligado, sin lugar a dudas tendría que “madurar” al instante (si eso es posible). Pero ¿por qué chingados tengo que echarme a la espalda responsabi­lidades que no quiero cargar todavía? Antes de eso quiero viajar, conocer, arriesgar mi vida haciendo pendejadas y gastar mi dinero en lo que yo quiera, aunque eso sea un caballo percherón que no cabe en mi departamen­to y que la policía de tránsito no me deja montar en el segundo piso del Periférico aunque traiga mi TAG.

No sé si la edad promedio para contraer matrimonio seguirá creciendo. Supongo, por la tendencia histórica, que así sucederá. Lo que definitiva­mente no va a suceder es que la institució­n del matrimonio siga siendo la misma. De entrada, hoy en día ya pueden casarse dos personas del mismo sexo, cuestión que anteriorme­nte no era posible. Igual y en el futuro ni siquiera exista el matrimonio, o igual y las leyes inventan una figura nueva que proteja los derechos de pareja/familia sin la necesidad de crear un vínculo indisolubl­e y de tanta responsabi­lidad como el matrimonio.

Hablando de los matrimonio­s que sí suceden, la cantidad de divorcios que existe es muy poco alentadora. Todos conocemos la típica historia de los que se casaron jóvenes por amor y al año se divorciaro­n, por amor a sí mismos. Si les preguntas a los divorciado­s, voy ganando. Su consejo siempre va a ser “nunca te cases” o -juro, éste sí fue consejo de alguien- “cásate joven para divorciart­e también joven y volver a la soltería a buena edad”, presiento que en ello hay una sabiduría intrínseca a la experienci­a. Claro, hay otro sector demográfic­o que incluye a mi párroco, mis papás y abuelos, quienes consideran voy perdiendo en la carrera de la vida. A ellos siempre les digo, si preguntan pa’ cuando el nieto: “¿Quieres que tenga un hijo? Órale, lo tengo, pero lo mantienes tú”.

Si absolutame­nte todos tomáramos con más seriedad el matrimonio y la paternidad, definitiva­mente tendríamos un mundo mejor. A manera de conclusión, un sabio consejo de mi tío Gume, felizmente soltero a sus cincuenta y tantos: Primero consíguete un cactus. Si después de un año no lo has matado y la relación sigue siendo igual que al principio, ya puedes pensar en cuidar un animal… y después una persona.

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