SUPERPAPÁS
LIMBO
E.M. Cioran decía que su confianza en el futuro de la humanidad era tan gris que de haber tenido hijos los hubiera estrangulado en el acto. Si el filósofo, autor de un libro como Del inconveniente de haber nacido, resucitara cual Lázaro en 2017, seguramente se estrangularía a sí mismo, poniendo su mejor cara de Buster Keaton.
Tener hijos es un acto de fe. Pero, ¿fe en qué? En la humanidad, básicamente. Cuando vi en el cine Children of Men, la película dirigida por Alfonso Cuarón, tuve sentimientos encontrados. Por un lado se trataba de una visión cruda y radical del futuro de los seres humanos, dirigida con maestría. Y por otro, dejaba una esperanza en el futuro que yo no compartía (ni comparto). La moraleja es que la posibilidad de que la raza humana logre sobrevivir a cualquier fin del mundo es lo que parece estar, de manera inconsciente, en la cabeza de aque- llos que están decididos a tener hijos.
Esa decisión, sin embargo, es una de las menos conscientes y racionales que toman las personas (sin hablar de embarazos no deseados). Conozco a muchos papás que decidieron tener hijos porque realmente lo deseaban… Mi hermano, algunos primos y amigos… Y he podido constatar el amor fervoroso que sienten por ellos y que se traduce –más allá del cliché de que tu vida no vuelve a ser la misma– en dedicación, devoción y muchos huevos. Pero especialmente en una palabra que –hay que ver el mundo para darse cuenta– no está en la mente de la mayoría de los padres: responsabilidad a prueba de balas.
El tío Ben hizo muy bien en decirle al futuro Spider-Man, Peter Parker, que tener poderes conlleva una gran responsabilidad. El superpoder de ser papás también. De ahí que uno se pregunte: en qué fallaron los papás de los sicarios, de los políticos corruptos, de [inserte a quien guste].
Sean mamá y papá, madre soltera, papá soltero o cualquier otra posibilidad, los que tienen hijos por vocación son unos superhéroes en una sociedad no apta para cardiacos. Son unos Superman que se las ingenian para estirar el tiempo, el dinero y mantener una actitud zen a prueba de berridos a las dos de la mañana. ¿Quién se atreve? Hoy los millennials ganan menos que sus papás cuando tenían su misma edad; por esta y otras razones cualquiera piensa muy bien eso de tener hijos…
Cuando éramos niños, mi papá nos llevaba a mi hermano y a mí al cine cada semana. La ventaja de la provincia era que veíamos películas que en la CDMX eran aptas para púberes de 12 años en adelante: llegamos a ver algo de soft porn estando en primaria… Recuerdo que mi papá tenía predilección por las películas de Charles Bronson y de Clint Eastwood, dos caradura de Hollywood que sonreían casi tan poco como Buster Keaton.
Hoy creo que en muchos sentidos mi papá era un héroe como ellos. Sin armas ni golpes de por medio, pero con una vocación por la honestidad que hoy más que siempre parece hacerle mucha falta al planeta. Estamos escasos de héroes, pero sobre todo escasos de padres que se tomen realmente en serio criar a un ser humano libre, justo y honesto.
Los buenos papás son aquellos que se parten el lomo para darles lo que se considera mejor para ellos. Los que intuyen aquello que los hará felices, sea un pedazo de servilleta o una figura de Paw Patrol. Son los que, como aquel verso de Peter Orlovsky, se meten al cañón de un revólver para pelear con la bala… tal vez sólo porque accidentalmente el balón de futbol fue a dar ahí.