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LA MOVIOLA

Jigsaw : La franquicia continúa

- @lamoviola GERARDO GIL BALLESTERO­S

A Jigsaw: El juego continúa (Michael Spiering, Peter Spiering, 2017) hay que reconocerl­e el respeto a las formas que la misma serie establece, ya de ocho películas. Y lo ha hecho con algo de exquisitez en algunas entregas y en otras con una ligera mezcla de género que evite decaiga el interés. Es el caso del más reciente filme de la saga. Franquicia nada te debo, franquicia, estamos en paz.

Si en 2004, con la primera película de la saga, Saw, el hábil James Wan, con una suerte de aprehensió­n de diversos filmes de horror que pasan por toda clase de asesinos y sus multifacét­icas maneras de matar, le da una ligera revolcada al género con lo que se puede llamar tortura sin pudor , ahora, en la octava entrega el asunto es un tanto descafeina­do, sin que los morbosos confesos, fans de la franquicia, se puedan llamar a decepción. Pero la mezcla, ya más evidente que en otras ocasiones de filme policíaco, le da cierta frescura.

Después de pasar por varios directores a lo largo de la franquicia, el que más ha repetido es Darren Lynn Bousman, toca el turno de los hermanos Spiering (de hecho así firman los créditos) y el resultado es más discreto. Aunque hay que reconocer que la intención de respetar el canon se agradece. El asunto, vaya, está bien orquestado, pero hasta ahí.

¿La trama? En medio de una orgía de sangre es lo de menos, pero ahí va: Una serie de cadáveres han aparecido asesinados con el sello de Jigsaw (Tobin Bell), lo cual despierta el interés del torvo detective Halloran (Callum Keith Rennie) y su compañero, el más bien discreto agente Keith Hunt (Clé Bennet).

En el caso, se interesa también el médico forense Logan (Matt Pamore) y su practicant­e, la asertiva Eleanor (Hannah Emily Anserson). Todo indica que un copycat ronda por ahí. Ha se me olvidaba, un grupo de personas aparece en una bodega, atados con una cadena y en fin…

El asunto con esta octava entrega, es que se dedica a saciar, de manera discreta y sin empachos la torva necesidad de entretenim­iento morboso del respetable: mutilacion­es, sangre, sesos desparrama­dos. Todo lo que un blockbuste­r del género que se respete debe tener. Y siendo así, el asunto se vuelve irreprocha­ble. También tiene su vueltita de tuerca, pero eso, ¡mah¡ es lo de menos.

EN CORTO

Recién proyectada en la XV edición del Festival de Cine de Morelia, donde ganó el premio a Largometra­je Mexicano, se estrena a nivel comercial Oso Polar (Marcelo Tobar, 2017). Varias reflexione­s se desprenden de este filme. Filmado ¿o grabado? solamente con teléfono celular, la película le apuesta a producir cine, sin los fondos del Imcine, pero también, pone a discusión sobre lo que precisamen­te es el proceso de realizació­n de un largometra­je.

La película, entre los temas que aborda, está el del tan de moda bullyng,a través de la historia de Heriberto (Humberto Busto, muy bien como siempre) quien se reúne después de varios años con un grupo de amigos de la primaria, de manera concreta se ofrece a darles un aventón a una fiesta en la que en el camino, comienzan a surgir los rencores, algunos incluso de corte social.

Oso polar, tiene sus inconsiste­ncias, pero el valor radica en el hallazgo de cuestionar lo que es el proceso fílmico clásico. Va más allá de ser una curiosidad el hecho, pero sí, su valor es sobre todo testimonia­l.

Eso sí, ya vienen los filmes de fin de año cargados de maquinaria publicitar­ia y este es el tipo de película que si despierta un interés en el público, hay que ir a verlo en la primera semana, ya que luego los exhibidore­s suelen retirarlos de cartelera.

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