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Una noche inolvidabl­e

- TEXTO Y FOTOS: LUIS GARCÍA O. ENVIADO ESPECIAL

Gdansk.- Con apenas dos grados Celsius y una sensación térmica por debajo de los cero grados, el gélido clima no fue impediment­o para que los aficionado­s mexicanos se adueñaran de las calles de esta ciudad para la cita polaca.

Cerca de unos 50 seguidores de todas partes de la República y de paisanos que radican en el viejo continente, acudieron a la cita para apoyar al Tricolor de sus amores. Con tequila y cerveza buscaron calentar su temperatur­a, pero era casi imposible ante los gélidos vientos. Las porras y el Cielito Lindo eran otros de sus argumentos, pero ni así podían calmar el fuerte frío.

Los polacos reinaban en casa, no les intimidaba el color verde y en el estadio evidenciar­on su dominio en las gradas. Gorros, bufandas rojas y playeras blancas en alusión a su equipo eran sus armas frente al mexicano que cargó con gigantes banderas, sombreros y sarapes al más puro estilo nacional.

El color fue frío, a su modo, los polacos le dieron tonalidad al duelo, los mexicanos que hoy sí eran minoría no pesaron en las gradas. Los colores rojo y blanco posaron en un gran mosaico polaco.

Las polacas, enamoradas por el calor latino, ya eran pedidas en matrimonio y unas más engalanaba­n la fría noche de Gdansk, sus finos rostros de porcelana eran el motivo suficiente para que los paisanos se fotografia­ran con ellas en busca de llevarse un gran recuerdo. Gdansk así se presumió al mundo y a México, se sacó un diez con las ceremonia de los Himnos Nacionales, pero lamentó la derrota de su equipo.

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Las chicas le dieron colorido al partido internacio­nal.
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Los mexicanos, aunque con frío, calentaron la noche.

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