¡Colosal!
Domingo de sol, como lo mandan los cánones. El Estadio Azteca se viste una vez más de lujo, aunque después de tantas galas ya se le nota sereno, acostumbrado. Más colorido, eso sí, porque la ocasión lo amerita.
La NFL una vez más festejó a lo grande en México, en sus inmensas explanadas, en sus rampas desde donde se domina la ciudad, en sus gradas cálidas.
Resulta imposible no quedar cautivado ante la gama de colores que se advierten en cada plano. El negro y el azul con plata dominan, claro, porque tanto Raiders como Patriotas parecen llevarse por completo el protagonismo. Pero las apariencias engañan.
Y es que precisamente esta es la magia de la NFL en México. Acá nadie falta, todos están invitados. Incluso hasta cuando parece que no tienen lugar. Un señor, por ejemplo, porta orgulloso el jersey de sus Browns, sí, esos que no han logrado ganar un solo partido en lo que va de la temporada, pero igual el orgullo se le ve en la cara, y la alegría de estar, pese a todo, con la camiseta bien puesta.
O aquel fanático que viste el jersey de sus Águilas de Filadelfia, confiado porque parece ser que por fin alguien por allá arriba les hará justicia
Poco a poco las rampas se colmaban de aficionados. El destino espera. Los niños pequeños, maravillados, miran el emparillado, sin ser conscientes aún de que probablemente esa imagen les quedará en la memoria por el resto de sus días.