LA PIZARRA DE KOEMAN
EL HOLANDÉS SUPERÓ LOS PROBLEMAS DEFENSIVOS CON EL AJUSTE TÁCTICO DE PONER TRES CENTRALES
Cuando el ahora ex presidente Josep María Bartomeu designó a Ronald Koeman como el nuevo entrenador del Barcelona, los augurios no eran del todo buenos. Su experiencia en clubes pasados daba cuenta de una irregularidad que preocupaba en el entorno culé. A los grandes éxitos en Holanda con el Ajax y el PSV, se le sumaban temporadas siniestras como las de Valencia; es decir, el estratega era algo parecido a una ruleta rusa. Aún así, su pasado con el Barça, catapultado por el gol en Wembley que valió la primera Champions League para los azulgranas, y acaso su capacidad para mover con inteligencia las piezas en la selección de Holanda eran sus principales argumentos. Curiosamente, ahora que ha pasado el tiempo, un ajuste táctico, como lo es jugar con tres centrales, parece haberle dado estabilidad a su proyecto en el Barcelona.
Entre las tantas turbulencias que ha vivido el cuadro culé en los últimos tiempos, destaca una fragilidad defensiva sin precedentes. Más que culpa de Ronald Koeman, los problemas en la parte baja correspondían a la falta de efectivos disponibles y al bajo nivel de los centrales, pero igual había que buscar soluciones.
Si bien el Barcelona es de los equipos menos goleados del campeonato, con 23 goles en contra en 27 jornadas (44 en todas las competiciones), la sensación de peligro ante el mínimo ataque del rival se convirtió en algo recurrente. Incluso, esos problemas fueron determinantes en la eliminación de la Champions en manos del PSG, en la que recibió cuatro goles en el partido de ida, y en las múltiples remontadas que el equipo tuvo que enfrentar para llegar a la final de la Copa del Rey.
El ajuste táctico, sin embargo, concebido en el partido de la jornada 25 de liga contra el peligroso Sevilla, resultó ser un parteaguas en un equipo que llegaba golpeado luego de la goleada que le propinó el cuadro parisino y un inoportuno empate ante el Cádiz. Esa tarde, en el Pizjuán, Koeman dejó de lado el tradicional 4-3-3 o el esporádico 4-2-3-1 y apostó por un 5-3-2, que por momentos se convierte en un 3-5-2, dependiendo de dónde esté la pelota; es decir, una línea de tres zagueros, conformada por Piqué, como el eje conductor, y complementada por Mingueza, como central por la derecha y Lenglet por la izquierda, como escuderos capaces de saltar cuando la voluntad no alcanza. La línea de tres se sirve de dos carrileros con plena vocación ofensiva como lo son Sergiño Dest y Jordi Alba. Hacia adelante, tres mediocampistas: casi siempre Busquets, De Jong y Pedri, y dos delanteros, Messí y algún otro, ya sea Griezmann o Dembelé, depende del partido.
El resultado inmediato fue un arco en cero y un control absoluto de la situaciones del juego. Posteriormente, visto a la distancia, derivó en una racha que proyecta 12 goles a favor y tan sólo dos en contra, ambos de penalti (Kylian Mbappé, del París Saint-germain y Rafa Mir, del Huesca). Koeman encontró el equilibrio.
El sistema, que muchas veces se pone a prueba cuando los nombres faltan, superó las ausencias. Ante la falta de Piqué, quien cayó una vez más lesionado, y la recuperación paulatina del uruguayo Ronald Araujo, quien está llamado a ser el sucesor, Koeman apostó por Frenkie de Jong en aquella posición inédita. La inteligencia del mediocampista-defensor holandés le permite interpretar el juego cuando de defender se trata, y de crearlo, cuando nace la obligación de atacar.
En todo caso, el Barcelona encara la recta final de la temporada con la sensación de haber encontrado un equipo de garantías.
44 GOLES EN CONTRA HA RECIBIDO EL BARCELONA