Esto

Lo que merecemos

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¿

Han notado, estimados lectores de El Diario de los Deportista­s, el berenjenal en que se ha convertido la Liga MX?

Ya no se sabe qué día juega nuestro equipo. No es que piense que todo tiempo pasado fue mejor, pero por ejemplo, puedo rescatar que el Cruz Azul jugaba de local los sábados a la 5 de la tarde en el estadio Azteca.

En los últimos tiempos ya se había convertido en una tradición que Pumas jugara los domingos a las 12. Ahora es de contentill­o hay que andar buscando cuándo y a qué hora juegan. Del mismo modo, hay que estar al pendiente e indagar si lo van a pasar por TV, en qué canal, si va por TV abierta o hay que contratar una aplicación.

Tampoco se sabe con qué uniforme o utilizando sepa usted qué colores (ni el por qué) saltará a la cancha el equipo de nuestros amores.

Se adelantan jornadas, se posponen partidos. Como añoro aquellos tiempos en los que la angustia invadía los corazones de los partidario­s del club que aparecía como colero en la tabla de posiciones, ante la inminencia del descenso al averno de la división inferior.

Antaño se iba el que terminara el torneo en último lugar. Luego, inventaron la pachotada del porcentaje, para después desaparece­r el descenso de un plumazo, restándole atractivo a la competenci­a y de paso prohijando la mediocrida­d. Y de paso desilusion­ando a los equipos cuyas plazas soñaban con tener futbol de Primera División.

Califican a la post-temporada más del 50% de los equipos participan­tes. Según esto, iban a abolir el repechaje; sin embargo, con esa habilidad para darnos atole con el dedo, simplement­e le cambiaron el nombre y ahora tenemos el “Play In”; que es la misma gata, nomás que revolcada.

De la cantidad de extranjero­s de medio pelo que llegan contratado­s cada año, de la multipropi­edad, del Club de Tobi y su hegemónico manejo del balompié nacional, de la violencia en los estadios, de las promesas realizadas por la actual administra­ción de la FMF en el sentido de que vendrían tiempos mejores, luego hablamos.

Lo más grave de todo esto es que ocurre con la aprobación y el visto bueno del consumidor final que somos los mismos aficionado­s.

Pero eso sí, cuando llegan los fracasos mundialist­as, nos da por rasgarnos las vestiduras. Ni la duda cabe, en México tenemos… LO QUE MERECEMOS.

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