Leña a los lobos
Pues, como ya deben de estar enterados, un hecho convulsionó la vida política del país, cuando el primer mandatario de la nación se tomó el atrevimiento de “revelar” a la opinión pública el modus operandi que perpetuó con su “esbirro” predilecto en el “manejo” de algunos (por no decir todos) asuntos jurídicos.
Vamos a ponernos, estimados lectores del Diario de los Deportistas, en un vergonzante escenario para nuestro querido deporte.
Supongamos que trasciende que el presidente (de la FIFA o de la FMF) se toma el atrevimiento de “confesar” que: “En algunas ocasiones, cuando así lo consideró necesario, para el beneficio del futbol, se comunicó con el presidente de la Comisión de Árbitros, para que él a su vez, hablara con los silbantes para encargarles algunos asuntos”. Y al mismo tiempo, se quejara, afirmando y descalificando: “Bueno, eso se podía hacer con el comisionado anterior, porque el nuevo nos salió con que los colegiados son autónomos”.
No creo estar exagerando cuando afirmo que, estaríamos ante un escándalo de proporciones bíblicas, que escalaría hasta lo más alto de la cúpula de nuestro querido deporte, que haría mandatorio una amplia investigación en la que, seguramente, no solo rodarían cabezas; sino que, se fincarían responsabilidades penales.
Sería un duro golpe a la credibilidad del balompié el percatarse de que “los garantes de la moral del juego” reciben presiones que merman su autonomía y buen juicio, inclinando la balanza.
Afortunadamente, hasta el momento, solamente la maledicencia popular pretende ver “moros con tranchetes.
Existen las frases: “Darles carne a los lobos” o “Echarle leña al fuego”; así, se le atribuye, de manera anecdótica (aunque no me consta) al “jorobado de Tlatilco” (Léase al actual gobernador del Estado de Morelos), quien en un acto de improvisación acuñó otra de sus legendarias ocurrencias: “Darles leña a los lobos”. Pues bien, en el indeseable caso de que ocurriera la situación hipotética que me estoy tomando la libertad de plantear para ustedes, sería motivo de alegría para los eternos sembradores de veneno; tal y como si “le diéramos … leña a los lobos”.