Esto

FUE ESPECIAL

GRANDES MOMENTOS Y VARIADAS FAENAS, EL COMÚN DE LA QUINTA CORRIDA EN LA MÉXICO

- POR MIGUEL ÁNGEL GARCÍA

Gran tarde de toros se vivió ayer en La Plaza México, hasta el momento la más redonda y más torera, con tres conceptos totalmente diferentes y patentados por sus orfebres de manera magistral, José Mauricio, Emilio de Justo y Diego San Román.

Los toros de Pozo Hondo se quedaron sin fondo, en general faltos de fuerza, pero se dejaron meter mano, excepción del quinto que fue áspero y complicado, amén del sexto que salió enrazado.

Fue el queretano San Román, quien puntuó destacadam­ente en su tercera tarde en el gran coso, registrand­o dos actuacione­s de total impacto y que dejaron patentado su pundonor, su entrega, carácter y valor a toda prueba, enseñando también una faceta apegada al toreo de trazo largo.

CLÁSICO Y PODEROSO

Tinterillo, toro número 2, con 535 kilos para la confirmaci­ón de Emilio de Justo, quien de inmediato se conjugó con el astado en una serie de verónicas. Y bregó por chicuelina­s andantes con parsimonia.

Para la muleta el de Pozo Hondo acusó cierta debilidad, pero el hispano optó hábilmente por recetar tandas de tres muletazos, mismos ante los que el toro acudió desahogado y con alegría, permitiend­o lucimiento a lo grande de Emilio. La historia fue a más al torear al natural, ya que el socio relentizo más su embestida y eso hizo que el torero cuajara una tanda en cámara lenta de locura. Repitió dosis y el público se extasió. Pero llegó el paroxismo cuando aventó el ayudado y toreó por derecha dando la misma dimensión que al natural. Realmente el torero hizo una labor con pincitas ante la debilidad del socio. Remató con una serie más con la izquierda, para dejar un pinchazo en todo lo alto seguido de una estocada. El público retribuyó una salida al tercio.

Palmero pasó inadvertid­o en lances de recibo y ante la suerte de varas, no así Emilio, quien le recetó una brega magistral como pocas veces se observa ejecutar a un matador. Su faena de muleta fue contra estilo, derivado de un toro descompues­to de la cabeza, rebrincón, y embistiend­o

Diego se anotó la primera salida a hombros para el toreo mexicano en lo que va de la temporada, algo que todos sueñan.

A LAS NUBES

Habano salió impetuoso, queriendo demostrar bravura; Diego lo lanceó adecuadame­nte para bajarle un poco la cabeza y remató sin más tramite. Ante el castigo el toro se dolió y se quedó dormido en la suerte. Bien ajustado, embarrándo­se de toro comenzó su labor de muleta el queretano; demasiado engolosina­do podría decirse, al grados de dejarse alcanzar en un par de ocasiones; pero también alargando el brazo al natural y eso hacía explotar al cotarro. Una vez más el toro le echo mano, esta vez más aparatoso, pero Diego continuó sin moverse un ápice, en una actitud tremenda en gran medida por que el astado también terminó por acortar la embestida. Aunque en un principio tampoco optó por probar a distancia la acometida del astado. Dejó una estocada en todo lo alto que hasta tronó a la hora de entrar, pues pareció caerle como rayo. Oreja a petición, bien ganada.

Cenizo cerró plaza, ante el cual Diego se ajustó para lancear con una entrega desmedida que hizo conectar de inmediato con el público y quitó por gaoneras todavía más reunido y sin pestañear.

La faena con la tela roja tuvo un prólogo impactante, al quedarse atornillad­o a la arena y probar con muletazos por derecha. Más asentado, más en distancia, se dio a torear en las siguientes tandas todo despatarra­do, quebrado de la cintura y más que reunido, entregado a su toreo, alargando el trazo que el toro le permitía dibujar y eso hizo que el coso reventara.

A la cuarta tanda parecía que el toro había claudicado, pero para la quinta y tras darle aire, el l socio se fue a más y le cuajó una serie de redondo por derecha majestuoso­s. Su colofón fue una serie más derechista, muy seria, previo para tirarse a matar. Dejó un espadazo que fue suficiente para recibir una oreja y con ello salir a hombros por la puerta del encierro en medio de la locura de los fieles fanáticos que aún permanecie­ron en la Plaza.

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Diego San Román hizo explotar al Coso de Insurgente­s y celebró por los aires en medio de gran festín.
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