LA PISTA AL CUADRO MÁS CARO DEL MUNDO
La adquisición de obras de arte equivale a una inversión que genera atractivos rendimientos, incluso por arriba del mercado accionario.
El arte es una de las expresiones más rescatables de la humanidad, difícilmente otra actividad expone, de mejor manera, los rasgos más bellos de nuestra especie. Las artes en su conjunto conforman un mercado anual cercano a los 60,000 millones de dólares –un valor superior al de economías como las de Costa Rica, Panamá, Bolivia, Bulgaria o Croacia–, por tal motivo, su análisis desde una perspectiva económico-financiera resulta más que necesario. Muchos historiadores consideran que la era moderna del mercado del arte comenzó a partir de la Revolución Industrial y el surgimiento de una clase media interesada en coleccionar el trabajo de grandes artistas. Gran Bretaña y Francia se convirtieron en los centros más importantes para el comercio de obras de arte. A mediados del siglo XVIII, las casas Sotheby’s y Christie’s, actores dominantes en el mundo del arte, abrieron sus puertas y se convirtieron en un referente para inversiones en la materia. Hoy, estas casas facturan la tercera parte de todo lo comercializado a través de las subastas a nivel mundial –aproximadamente 13,000 millones de dólares. Durante una parte del siglo XIX, París fue el mercado más importante del mundo, pero la prosperidad económica en Gran Bretaña y Estados Unidos hicieron que el comercio del arte mundial terminara por concentrarse en las potencias anglosajonas. Desde entonces y con la excepción de un periodo de dos décadas (50 y 60 del siglo XX) en las cuales París resurgió como un centro importante para el comercio del arte, Nueva York y Londres han sido los polos concentradores de inversiones ligadas a las creaciones artísticas. Lo destacable de un portafolio de inversión ligado al arte, además del gusto que produce poseer una obra única y que tiene una vida larga –lo que en economía se llama “bien duradero”–, son los rendimientos que genera una buena adquisición. Un ejercicio interesante para ilustrar este punto es comparar la rentabilidad promedio de diferentes índices bursátiles contra la de índices del mundo del arte. Por ejemplo, el índice AMR Art 100 mantuvo un rendimiento promedio de 10% entre 1985 y 2013, cuando el MSCI World en el mismo periodo tuvo un rendimiento promedio de sólo 5.9%. Ahora, si confrontamos el rendimiento de S&P 500 contra los índices Mei Moses de la casa Sotheby’s durante la segunda mitad del siglo XX, en estas cinco décadas los índices de impresionistas, grandes maestros y artistas “americanos” tuvieron rendimientos superiores al índice S&P 500. Otro elemento destacable es que el retorno en una inversión en arte no tiene correlación con el desempeño en las bolsas de valores, así que comprar acciones y arte logra reducir la volatilidad de un portafolio. Si bien el arte se aprecia más rápidamente cuando la economía crece, en épocas difíciles, como en tiempos de guerra, éste se comporta como un activo contracíclico similar al oro. La explicación es porque es una inversión fácil de transportar que permite un movimiento discreto de algo cuyo valor puede ser enorme. Con Rusia y China amenazando el petrodólar y los tambores de guerra sonando entre Estados Unidos y Corea del Norte, las inversiones en arte, como en el pasado, son un refugio para inversionistas de largo plazo que buscan diversificarse.