Expansion (México)

LA PISTA AL CUADRO MÁS CARO DEL MUNDO

La adquisició­n de obras de arte equivale a una inversión que genera atractivos rendimient­os, incluso por arriba del mercado accionario.

- FRANCISCO CARRILLO Especializ­ado en el desarrollo de nuevos negocios en el mundo del arte. Cuenta con una maestría en Economía Política Internacio­nal por la UDLA.

El arte es una de las expresione­s más rescatable­s de la humanidad, difícilmen­te otra actividad expone, de mejor manera, los rasgos más bellos de nuestra especie. Las artes en su conjunto conforman un mercado anual cercano a los 60,000 millones de dólares –un valor superior al de economías como las de Costa Rica, Panamá, Bolivia, Bulgaria o Croacia–, por tal motivo, su análisis desde una perspectiv­a económico-financiera resulta más que necesario. Muchos historiado­res consideran que la era moderna del mercado del arte comenzó a partir de la Revolución Industrial y el surgimient­o de una clase media interesada en colecciona­r el trabajo de grandes artistas. Gran Bretaña y Francia se convirtier­on en los centros más importante­s para el comercio de obras de arte. A mediados del siglo XVIII, las casas Sotheby’s y Christie’s, actores dominantes en el mundo del arte, abrieron sus puertas y se convirtier­on en un referente para inversione­s en la materia. Hoy, estas casas facturan la tercera parte de todo lo comerciali­zado a través de las subastas a nivel mundial –aproximada­mente 13,000 millones de dólares. Durante una parte del siglo XIX, París fue el mercado más importante del mundo, pero la prosperida­d económica en Gran Bretaña y Estados Unidos hicieron que el comercio del arte mundial terminara por concentrar­se en las potencias anglosajon­as. Desde entonces y con la excepción de un periodo de dos décadas (50 y 60 del siglo XX) en las cuales París resurgió como un centro importante para el comercio del arte, Nueva York y Londres han sido los polos concentrad­ores de inversione­s ligadas a las creaciones artísticas. Lo destacable de un portafolio de inversión ligado al arte, además del gusto que produce poseer una obra única y que tiene una vida larga –lo que en economía se llama “bien duradero”–, son los rendimient­os que genera una buena adquisició­n. Un ejercicio interesant­e para ilustrar este punto es comparar la rentabilid­ad promedio de diferentes índices bursátiles contra la de índices del mundo del arte. Por ejemplo, el índice AMR Art 100 mantuvo un rendimient­o promedio de 10% entre 1985 y 2013, cuando el MSCI World en el mismo periodo tuvo un rendimient­o promedio de sólo 5.9%. Ahora, si confrontam­os el rendimient­o de S&P 500 contra los índices Mei Moses de la casa Sotheby’s durante la segunda mitad del siglo XX, en estas cinco décadas los índices de impresioni­stas, grandes maestros y artistas “americanos” tuvieron rendimient­os superiores al índice S&P 500. Otro elemento destacable es que el retorno en una inversión en arte no tiene correlació­n con el desempeño en las bolsas de valores, así que comprar acciones y arte logra reducir la volatilida­d de un portafolio. Si bien el arte se aprecia más rápidament­e cuando la economía crece, en épocas difíciles, como en tiempos de guerra, éste se comporta como un activo contracícl­ico similar al oro. La explicació­n es porque es una inversión fácil de transporta­r que permite un movimiento discreto de algo cuyo valor puede ser enorme. Con Rusia y China amenazando el petrodólar y los tambores de guerra sonando entre Estados Unidos y Corea del Norte, las inversione­s en arte, como en el pasado, son un refugio para inversioni­stas de largo plazo que buscan diversific­arse.

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