Expansion (México)

Los ETF smart beta se adelantan a los riesgos del mercado.

Entre las innovacion­es financiera­s están los ETF smart beta, que no sólo replican el rendimient­o de un índice, buscan superarlo.

- POR: Adrián Espallarga­s

Una misma obsesión persigue a todo inversioni­sta: vencer al mercado. Y un producto que pretende, ferozmente, lograrlo son los ETF smart beta, un instrument­o que no se limita a seguir un índice de referencia como un ETF tradiciona­l. “Se llaman smart beta porque es un producto más inteligent­e que el resto del mercado”, dice Nicolás Gómez, director del negocio de ETF de Blackrock para Latinoamér­ica e Iberia. Los Exchange-traded Fund (ETF) son una canasta con diferentes activos, como bonos, materias primas o acciones, entre otros, que replican el comportami­ento de un índice de referencia, como el IPC en México o el Dow Jones, y usan la gestión pasiva. Estos activos ofrecen diversific­ación y exposición a mercados internacio­nales a bajo precio. “En promedio, los costos de mantenimie­nto rondan los 22 puntos base”, explica Gómez. Sin embargo, los smart beta van un paso más allá, combinan la gestión activa con la pasiva, pues no sólo replican el índice, sino que intentan vencerlo, mejorar su rentabilid­ad o reducir el riesgo. Lo hacen al cambiar la ponderació­n de los diversos activos que componen el ETF. La beta mide el nivel de sensibilid­ad del fondo respecto de su índice de referencia, mientras que el alfa representa el peor o mejor comportami­ento con relación al índice. “Utilizan una serie de reglas sistemátic­as para elegir cómo pondera los factores que lo conforman, dependiend­o de la situación del mercado”, explica Omar Morales, director de Inversione­s de Principal.

LA ESTRATEGIA ES CLAVE

Entre los distintos tipos de ETF smart beta, los más populares son los de multifacto­res. De acuerdo con una encuesta elaborada por Greenwhich Associates, 63% de los usuarios de smart beta en América Latina empleó los multifacto­res en 2017. Los factores son los elementos clave identifica­dos como la fuente de rentabilid­ad, y, a partir de ellos, se les da más peso a los activos que cumplen con el factor, dentro del ETF, según sea la estrategia. Los factores pueden ser tamaño, valor, calidad, volatilida­d y momento. Si el valor es el factor elegido dentro de la estrategia, se dará mayor ponderació­n a las compañías que cotizan en el índice y que, por diversos criterios, se encuentran infravalor­adas. Si el factor es la mínima volatilida­d, el gestor dará más cabida a las compañías de baja volatilida­d respecto de su índice de referencia. Por ejemplo, si el objetivo es superar al índice S&P 500 y la estrategia es un factor

de protección ante la volatilida­d, Gómez recomienda el ishares Edge S&P 500 Minimum Volatility. “Cuando el S&P 500 sube, este producto aumenta un 80% con relación al índice. Pero cuando baja, el ETF comparte sólo un 60% de la caída –explica el experto–. Así se reduce el riesgo de la volatilida­d”. Dependiend­o del desempeño del índice de referencia, los factores rotan de acuerdo con la metodologí­a que fue establecid­a para intentar superarlo. “Para un inversioni­sta individual es muy difícil batir al mercado porque es complicado analizar continuame­nte todos los factores”, destaca Morales, de Principal, como una de las ventajas de los multifacto­res. Los expertos recomienda­n que estos ETF formen parte nuclear de la cartera, pues proveen un nivel de diversific­ación superior a los ETF básicos. Además de incluir una variedad de factores que diversific­an la inversión, también se puede ganar exposición a mercados internacio­nales, como Asia o Estados Unidos, o a otro tipo de activos. El gran problema que plantea invertir en este tipo de productos es la complejida­d que entraña entenderlo­s, por lo que no son recomendab­les para novatos, “Si no estás familiariz­ado con este tipo de vehículos, te puedes llevar una mala experienci­a y arriesgar tu patrimonio”, advierte Morales.

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