Los ETF smart beta se adelantan a los riesgos del mercado.
Entre las innovaciones financieras están los ETF smart beta, que no sólo replican el rendimiento de un índice, buscan superarlo.
Una misma obsesión persigue a todo inversionista: vencer al mercado. Y un producto que pretende, ferozmente, lograrlo son los ETF smart beta, un instrumento que no se limita a seguir un índice de referencia como un ETF tradicional. “Se llaman smart beta porque es un producto más inteligente que el resto del mercado”, dice Nicolás Gómez, director del negocio de ETF de Blackrock para Latinoamérica e Iberia. Los Exchange-traded Fund (ETF) son una canasta con diferentes activos, como bonos, materias primas o acciones, entre otros, que replican el comportamiento de un índice de referencia, como el IPC en México o el Dow Jones, y usan la gestión pasiva. Estos activos ofrecen diversificación y exposición a mercados internacionales a bajo precio. “En promedio, los costos de mantenimiento rondan los 22 puntos base”, explica Gómez. Sin embargo, los smart beta van un paso más allá, combinan la gestión activa con la pasiva, pues no sólo replican el índice, sino que intentan vencerlo, mejorar su rentabilidad o reducir el riesgo. Lo hacen al cambiar la ponderación de los diversos activos que componen el ETF. La beta mide el nivel de sensibilidad del fondo respecto de su índice de referencia, mientras que el alfa representa el peor o mejor comportamiento con relación al índice. “Utilizan una serie de reglas sistemáticas para elegir cómo pondera los factores que lo conforman, dependiendo de la situación del mercado”, explica Omar Morales, director de Inversiones de Principal.
LA ESTRATEGIA ES CLAVE
Entre los distintos tipos de ETF smart beta, los más populares son los de multifactores. De acuerdo con una encuesta elaborada por Greenwhich Associates, 63% de los usuarios de smart beta en América Latina empleó los multifactores en 2017. Los factores son los elementos clave identificados como la fuente de rentabilidad, y, a partir de ellos, se les da más peso a los activos que cumplen con el factor, dentro del ETF, según sea la estrategia. Los factores pueden ser tamaño, valor, calidad, volatilidad y momento. Si el valor es el factor elegido dentro de la estrategia, se dará mayor ponderación a las compañías que cotizan en el índice y que, por diversos criterios, se encuentran infravaloradas. Si el factor es la mínima volatilidad, el gestor dará más cabida a las compañías de baja volatilidad respecto de su índice de referencia. Por ejemplo, si el objetivo es superar al índice S&P 500 y la estrategia es un factor
de protección ante la volatilidad, Gómez recomienda el ishares Edge S&P 500 Minimum Volatility. “Cuando el S&P 500 sube, este producto aumenta un 80% con relación al índice. Pero cuando baja, el ETF comparte sólo un 60% de la caída –explica el experto–. Así se reduce el riesgo de la volatilidad”. Dependiendo del desempeño del índice de referencia, los factores rotan de acuerdo con la metodología que fue establecida para intentar superarlo. “Para un inversionista individual es muy difícil batir al mercado porque es complicado analizar continuamente todos los factores”, destaca Morales, de Principal, como una de las ventajas de los multifactores. Los expertos recomiendan que estos ETF formen parte nuclear de la cartera, pues proveen un nivel de diversificación superior a los ETF básicos. Además de incluir una variedad de factores que diversifican la inversión, también se puede ganar exposición a mercados internacionales, como Asia o Estados Unidos, o a otro tipo de activos. El gran problema que plantea invertir en este tipo de productos es la complejidad que entraña entenderlos, por lo que no son recomendables para novatos, “Si no estás familiarizado con este tipo de vehículos, te puedes llevar una mala experiencia y arriesgar tu patrimonio”, advierte Morales.