LA LUCHA POR EL PODER
La competencia por el liderazgo entre Blanca Jiménez y su esposo y socio de negocios los llevó a firmar el divorcio en 2016, después de casi 30 años de casados, tres hijos y cinco empresas. Él venía de una familia empresaria y había estudiado Administración en la Universidad Iberoamericana. Ella era contadora por la Panamericana. Durante los primeros ocho años de matrimonio, Jiménez se dedicó al hogar y a la crianza de sus hijos. Sin embargo, quería ejercer su carrera. En 1991, a sus 31 años, abrió, junto con su marido, una farmacia de medicamentos a bajo costo en el Estado de México, para dar solución a una necesidad personal: su hijo menor fue sietemesino y padecía varias enfermedades. En este negocio desempeñó funciones en el área de recursos humanos y compras e iniciaron los problemas. “Si yo daba una indicación, mi exesposo llegaba, la cambiaba y me regañaba enfrente de los empleados. Siempre me puso atrás”, cuenta. Las riñas continuaron cuando Jiménez decidió iniciar una escuela de futbol para niños en el año 2000. Su marido ocupó la gerencia de Mantenimiento y ella, la administrativa. “Yo soy de la generación de mujeres empresarias que, por hablar, me costó, me querían imponer y discutíamos”, recuerda. En 2007, la familia puso en marcha un corporativo médico, compuesto por 15 consultorios, y Jiménez tardó ocho años en sacarlo a flote. Sin ayuda de su exmarido –quien sólo es inversionista– pagó rentas sin dar consultas y enfrentó la rotación de personal. “Ponía dinero del negocio del futbol para pagar los gastos del corporativo”, cuenta. Hoy en día, es uno de los negocios más redituables de la familia y está a punto de abrir nueve consultorios más. Jiménez lo dirige (pasó a ser sólo inversionista de la cadena de farmacias.) La apertura de negocios continuó con Sipirily (2010), una franquicia de salones de fiestas, y Perugia (2014), una tienda de zapatos, que ahora están en manos de los cuñados y los hijos de Jiménez.