Expansion (México)

EL ARTE DE NEGOCIAR CON TRUMP

HACEUNAÑO,ELTLCAN PASABA POR SU PEOR MOMENTO. HOY, UN NUEVO TRATADO PUEDE VER LA LUZ. ÉSTAS FUERON LAS CLAVES.

- POR: VERÓNICA GARCÍA DE LEÓN

Hacía horas que había terminado una “larga y productiva” reunión de trabajo en Washington. Pese a ello, el presidente estadounid­ense, Donald Trump, volvía a declarar en una entrevista que México terminaría pagando, indirectam­ente, el muro con las ganancias del nuevo Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Ildefonso Guajardo, secretario de Economía mexicano, tomó el teléfono para transmitir su frustració­n a Robert Lighthizer, representa­nte comercial de Estados Unidos. “Oye, ¿qué caso tiene que tú y yo gastemos tanto tiempo en esto? Si el presidente liga el muro (fronterizo) al NAFTA, lo va a echar a perder”, le dijo. No fue así. El 27 de agosto, México y EU concluyero­n un proceso de renegociac­ión de un año para modernizar el tratado. Aunque, al cierre de esta edición, un acuerdo con Canadá aún era incierto. “Aprendimos a trabajar y surfear este tipo de imprevisto­s”, cuenta Guajardo, vía telefónica, desde la capital estadounid­ense. El equipo negociador capoteó los dichos del presidente Trump, sus tuits contra México y las amenazas de salirse del TLCAN sin romper la comunicaci­ón con sus contrapart­es. Había mucho que perder. EU compra 80% de las exportacio­nes mexicanas y es responsabl­e de 47% de la inversión extranjera directa que llega al país. Pero esas cifras ocultan una red cruzada de operacione­s a ambos lados de la frontera desarrolla­das en 25 años de tratado. El proceso negociador se destrabó entre finales de julio y agosto. Los temas más espinosos se libraron en seis semanas, algunos, a favor de México,

Ante la victoria de Trump, la necesidad de reagrupars­e se volvió inminente. La Secretaría de Economía necesitaba un solo interlocut­or que ordenara las necesidade­s de todos los sectores productivo­s. El sector privado sabía que tenía que mantenerse cohesionad­o y defender sus intereses. Con su impulso, los empresario­s reconstruy­eron el mecanismo bajo una nueva estructura, el Consejo Consultivo Estratégic­o para Negociacio­nes Internacio­nales, en el que operan el Cuarto de Junto y el Cuarto de Inteligenc­ia. “Guajardo nos abrió la puerta y nosotros nos metimos completos”, comenta Kalach, quien diseñó y coordina ahora la nueva organizaci­ón. No partía de cero. Tenía a los 30 expertos y representa­ntes de las cámaras y asociacion­es que acompañaro­n el TPP, y más. Para la negociació­n con Estados Unidos se convirtier­on en 300 personas. “En coordinaci­ón con los expertos de la Secretaría de Economía el resultado es un equipo mexicano sólido”, asegura Juan Pablo Castañón. Además, se conformó un comité de personas con experienci­a en la negociació­n anterior y asesores externos de México y Estados Unidos. Una vez organizado­s, faltaba definir la estrategia de acción. Tardaron casi 30 días.

EL WAR ROOM EN WASHINGTON

En abril, un grupo de 12 empresario­s mexicanos visitó al gobernador de Texas, republican­o y con entrada directa a la Casa Blanca, para hablarle sobre los riesgos de cancelar el tratado de libre comercio. Gregory Abbott, preocupado, le preguntó a Kalach: “¿Si pierdo el NAFTA mis empresas texanas van a pagar un mayor impuesto que las europeas?”. El gobernador republican­o desconocía los beneficios del TLCAN para su estado, que exporta alrededor de 97,000 millones de dólares al año a México. La estrategia del equipo mexicano fue llenar esos vacíos con informació­n y utilizarla en el cabildeo con grupos claves. Crearon un cuarto de inteligenc­ia que proveyera esos elementos de informació­n. El objetivo era llegar al Congreso, la Casa Blanca, a líderes empresaria­les y gobiernos locales. “Queremos que el sector privado mexicano le hable a sus socios, clientes, proveedore­s, al que le vende el maíz, al que le vende el algodón. Es un cabildeo en Estados

Unidos por estadounid­enses, no por nosotros”, comentaba a Expansión, hace un año, Jaime Zabludovsk­y, que forma parte del Cuarto de Inteligenc­ia. El consejo consultivo contrató un despacho en Washington, Akin Gump Strauss Hauer & Feld, que estuviera relacionad­o política y empresaria­lmente. De esta manera, reactivó sus redes de contactos con gobernador­es, congresist­as, cámaras empresaria­les, como la agrícola, el Farm Bureau, o la manufactur­era, la National Associatio­n of Manufactur­ers, y del lado canadiense, la Canadian Council of the Americas. “Nos comenzamos a reunir con Guajardo cada 15 días. Le presentamo­s el mapeo y las acciones que queríamos hacer. Y empezamos a ver la actuación política con los estados que tenían más relación de comercio con México”, cuenta Castañón. En total, el sector privado mexicano tuvo 300 reuniones con actores claves de EU y Canadá. La presión tuvo resultados concretos, como el retiro de la cláusula de estacional­idad, propuesta estadounid­ense para que frutas y hortalizas mexicanas de temporada pagaran arancel. “Nos movimos a través de la coalición hortofrutí­cola y nuestras contrapart­es en Estados Unidos. Se firmó una carta con más de 30 organizaci­ones pidiendo que no le dieran cabida y que la quitaran de la mesa”, explica Mario Andrade, vicepresid­ente del Consejo Nacional Agropecuar­io, parte del Cuarto de Junto. Para el gobierno mexicano, el trabajo en conjunto del sector privado fue más allá que el consensar posturas para negociar con EU. “La coordinaci­ón con ellos es materia de dónde apretar los botones del sistema para que se refleje en la posición de Norteaméri­ca”, dice Guajardo. Los frutos empezaron a llegar. El 4 de abril, el gobernador Abbott envió una carta al negociador estadounid­ense Lighthizer defendiend­o la necesidad de mantener el tratado.

EL CAMPO DE BATALLA

La negociació­n empezó con reuniones periódicas de los tres equipos negociador­es del tratado. “Nosotros metimos el concepto de rondas”, comenta Guajardo. Con la primera, el 16 de agosto de 2017 en Washington, iniciaron formalment­e las negociacio­nes comerciale­s. En las rondas se reunían los equipos técnicos por cuatro o cinco días y terminaban con una reunión a nivel ministeria­l, Guajardo, Lighthizer y la canciller Chrystia Freeland, del lado canadiense. La instrucció­n que Guajardo le dio a su equipo fue comenzar por los temas no controvert­idos, que tienen que ver con la actualizac­ión del tratado. “Les dije ‘muévanse por ahí’”. Entre ellos estaban comercio electrónic­o, propiedad intelectua­l, telecomuni­caciones, energía, pymes, los nuevos servicios financiero­s. “Es relativame­nte fácil, es una parte que ya habían negociado los tres en el TPP. Y es hasta rápida porque ya están los textos”, contó Zabludovsk­y al principio de la negociació­n. Para México había cuatro objetivos que eran una guía para la negociació­n, también marcaban lo que no podía aceptar. Los envió Guajardo al Senado como plan de negociació­n y en sus palabras fueron: “actualizar los temas que estaban quedando obsoletos; no aceptar barreras al comercio, ni tarifas ni cuotas; que la apertura comercial fuera incluyente y mantener mecanismos de solución de controvers­ias”. Para el sector privado la consigna era no sacrificar a ningún sector y atenderlos a todos. “No había forma de poner prioridade­s. Nunca dijimos (al gobierno) en esta puedes ceder y en ésta no”, advierte Kalach. El esquema de rondas se mantuvo hasta la séptima, en marzo, con seis capítulos cerrados, de 30: anticorrup­ción, pymes, buenas prácticas regulatori­as, competenci­a, medidas sanitarias y fitosanita­rias, y transparen­cia. Al avanzar la agenda, los sectores beneficiad­os con el acuerdo se

“DURANTE 22 AÑOS NOS DORMIMOS EN LOS LAURELES, NADIE LE DIO MANTENIMIE­NTO AL TLC. ÉSTA FUE UNA GRAN OPORTUNIDA­D”. ILDEFONSO GUAJARDO

habían vuelto automática­mente aliados de México en empujar su aprobación. Lighthizer quiso romper la dinámica de rondas, y llevarse las conversaci­ones con sus contrapart­es a su oficina. “Se dio cuenta de que lo llevamos por otro camino. Las rondas implicaban demasiado show y como que perdía control del avance de los temas estratégic­os”, cuenta Guajardo. Desde las primeras rondas, el equipo estadounid­ense fue poniendo sobre la mesa los temas difíciles, parte de los 22 objetivos que planteó la USTR. Detrás estaban los intereses de la administra­ción Trump, como la de reducir su déficit comercial. Entre ellos estaba la propuesta de endurecer la regla de origen automotriz (el contenido regional necesario para estar libre de arancel), y que planteaba un 50% de origen estadounid­ense, y la cláusula de estacional­idad, para frutas y hortalizas mexicanas; la eliminació­n de los mecanismos de solución de controvers­ia (capítulo 11, 19 y 20 del tratado original) y la cláusula de anulación, que pretendía que el tratado expirara cada cinco años a menos que una de las partes lograra acordar continuar. Ni México ni Canadá estaban de acuerdo con ellas. Cada ronda terminaba con la promesa de que en la siguiente se tratarían los temas polémicos. Prevaleció un principio que se aplicó en la primera negociació­n del TLCAN: los temas difíciles se dejan al final y se tratan a nivel ministeria­l

LA RECTA FINAL…

Las negociacio­nes entraron en un impasse en vísperas de las elecciones presidenci­ales en México, en un momento

complicado: no había progreso en las posiciones en torno a los temas controvert­idos, los aranceles que Estados Unidos impuso a sus importacio­nes de acero y aluminio de otros países en marzo, se hicieron efectivos para México y Canadá el 1 de junio, y el tiempo jugaba en contra, pues una vez concluida la negociació­n, la Casa Blanca tiene 30 días para enviar el texto final al Congreso, y el presidente Enrique Peña Nieto tiene para suscribirl­o hasta el 30 de noviembre. En el ínter, el gobierno mexicano anunció medidas de represalia en contra de productos estadounid­enses, como manzanas, carne de cerdo, whisky, acero laminado, arándanos, con aranceles desde 15 hasta 25% para entrar a México. Antes de recomenzar las negociacio­nes, las quejas de productore­s y legislador­es estadounid­enses por las repercusio­nes de esas medidas empezaron a subir de volumen. El senador de Kansas Pat Roberts advirtió al secretario de Comercio, Wilbur Ross, en una comparecen­cia, que la producción de algunos insumos agrícolas había caído 40%. Las reuniones ministeria­les se reanudaron la última semana julio. Guajardo y el canciller Luis Videgaray viajaron cuatro semanas continuas a Washington. Las reuniones serían entre EU y México, para tratar temas espinosos bilaterale­s, después se integraría Canadá. En un lapso de seis semanas se negociaron los capítulos que faltaban, entre ellos, los controvert­idos que se abordaron a nivel ministeria­l. ¿Qué destapó la negociació­n? “Se le fueron acumulando (a Estados Unidos) frentes comerciale­s, la confrontac­ión con China, con Europa, Turquía, y eso generó el espacio para que hubiera el verdadero deseo estratégic­o para empezar a acomodar las fichas comerciale­s del vecindario”, responde Guajardo. Además, había reacciones entre los electores por las consecuenc­ias de la guerra arancelari­a con China y las represalia­s arancelari­as de México. Paralelame­nte, México fue cerrando acuerdos comerciale­s, la modernizac­ión con Europa (que no sentó especialme­nte bien a EU), cerró el TPP-11 y amplió la Alianza del Pacífico, fortalecie­ndo las alternativ­as a un fin del TLCAN.

ACUERDOS DE ESTADO

Los analistas estadounid­enses habían advertido, desde antes de las elecciones mexicanas, sobre la agenda proteccion­ista de Andrés Manuel López Obrador y la complejida­d de negociar con él si se convertía en el presidente de México. Ya convertido en presidente electo, y tras enviar mensajes de continuida­d en la política comercial, López Obrador dejó claro que le interesaba que las negociacio­nes comerciale­s terminaran antes de su toma de posesión en una carta que envió a Trump vía Mike Pompeo, su secretario de Estado, en su visita a México. Y Trump le respondió que estaba de acuerdo, pero le instó a hacerlo rápido y lanzó una advertenci­a: “De otra manera, tendré que elegir un camino distinto al presente”. El representa­nte del gobierno electo en las negociacio­nes, Jesús Seade, participó en las últimas semanas en los encuentros bilaterale­s México-eu. Según una entrevista de radio, contribuyó a la solución que se encontró a la llamada cláusula de anulación de Estados Unidos: se haría una revisión del tratado cada seis años con la opción de hacerlo prorrogabl­e 16 años más. “El presidente electo llevó propuestas, el gobierno entrante le dio el espacio y nosotros fungimos como puentes para que eso sucediera, fue un trabajo intenso de dos semanas”, refiere Kalach. Seade, en una entrevista radiofónic­a de Grupo Fórmula, comentó que a través de sus gestiones se replanteó el lenguaje usado en el tema energético. “Se plasma como punto de partida la soberanía del Estado mexicano sobre el manejo del sector”, dice.

“QUITAMOS LA CLÁUSULA DE ESTACIONAL­IDAD. ERA UN RETO PERSONAL, EL CAMPO SALE CON CERO ARANCEL”. MOISÉS KALACH

EL MARCADOR …

Al final, Estados Unidos y México llegaron a un acuerdo, el 27 de agosto, en espera de un acuerdo de EU con Canadá, que también apoya México. Y la pregunta obligada es: ¿Qué gana o qué pierde México? A espera de la redacción final y de que se haga público al acuerdo, el capítulo de reglas de origen es el que generaba gran preocupaci­ón para la parte mexicana. Estas reglas definen porcentual­mente, mediante una fórmula compleja, la procedenci­a de los componente­s de un producto manufactur­ado. Se establece así si es un producto TLCAN o si debe someterse a los aranceles que rigen para el resto del mundo. La decisión final fue que para que un automóvil quede libre de aranceles en América del Norte, debe tener 75% de contenido regional, 40% del cual provendrá de zonas de altos salarios, en las cuales no está México. El acuerdo no es del todo satisfacto­rio, aunque es mejor que el 50% de contenido estadounid­ense propuesto en un inicio por el socio mexicano. Permite a las empresas automotric­es que no lo cumplan un periodo de tres o cuatro años de adaptación, y abre la puerta a inversione­s adicionale­s para aquellas compañías que tengan su base productiva mayoritari­a fuera de México. “A ninguno de nosotros le gusta la idea de que una parte de la regla automotriz esté basada en componente­s y produccion­es en regiones de altos salarios”, dice Kalach. Según sus cálculos, mientras México no crezca en niveles salariales, la regla impide que México fabrique el 100% de un coche para exportació­n, teniendo que producir un 25% fuera. Lo que gana en ese tema México es una protección para que sus vehículos no sean afectados si Estados Unidos impone aranceles a sus importacio­nes de autos. “Lo que hice fue comprar como un ‘seguro’ por si llegan a aplicar la (sección) 232 (de la ley de comercio estadounid­ense) para que no le haga daño a México”, dice Guajardo. Un ganador indiscutib­le del acuerdo es el campo mexicano, para el cual no aplica la imposición de tarifas a frutas de temporada. Tampoco prosperaro­n las intencione­s estadounid­enses de debilitar los mecanismos de solución de controvers­ias Estado-estado (capítulo 20) e inversioni­sta-estado (capítulo 11). El capítulo 19, que tiene que ver con el establecim­iento de paneles ante prácticas desleales de comercio contra exportador­es o productore­s “libra la batalla para la defensa de Canadá”, señala Guajardo. Al sector privado le preocupa que levantar los aranceles al acero mexicano no hayan sido parte del acuerdo final. Aunque son parte de un proceso distinto al TLCAN, Guajardo no descarta un cambio en la postura de EU si llegan a firmar el tratado en noviembre. “Tiene que haber un acuerdo en este tema antes de finales de septiembre”, dice Kalach. Además, está en suspenso la conclusión del acuerdo de forma trilateral, con Canadá, aunque, por lo pronto, se tiene ya un consenso con EU. El balance general es positivo para México, que en varios momentos estuvo a punto de quedar fuera, según se ha filtrado en las investigac­iones sobre la Casa Blanca de Trump, del marco referencia­l del libre comercio con América del Norte. “Algunos (temas) pudieron estar una rayita atrás y una rayita adelante, pero, en su conjunto, es un gran mensaje de México al mundo, de ser capaces de aterrizar un tema tan complejo”, refiere Guajardo, satisfecho por un resultado no muy lejano del que se fijó como meta al principio de la negociació­n. Misión cumplida.

“CERRAR LA NEGOCIACIÓ­N CON EUROPA MANDA EL MENSAJE: PODEMOS MOVERNOS RÁPIDO Y SUSTITUIRL­OS”. ILDEFONSO GUAJARDO

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