CONOCER AL OPONENTE
El reto inició el 9 de noviembre de 2016. “De la noche a la mañana se concretó la posibilidad de que un presidente totalmente heterodoxo en su entendimiento del comercio internacional llegara a la presidencia de Estados Unidos”, dice Guajardo. El republicano reiteró en campaña, múltiples veces, que el tratado comercial con México y Canadá era el “peor tratado de la historia”. Acusó a México de robarle a los estadounidenses cinco millones de empleos manufactureros desde 2000. La promesa a su electorado fue devolverlos a su país y disminuir el déficit comercial con México y el resto del mundo. “El primer intento fue ir a Washington a convencerlos de que sus ideas no son correctas”, cuenta Guajardo. Pronto se dio cuenta de que no era un tema de “convencer”. “Era cuestión de entender dónde estaba la perspectiva de quien estaba sentado en la mesa de negociación”. El posicionamiento de Donald Trump se basaba en el descontento de una tercera parte del electorado de su país con los resultados del libre comercio. “No les interesaba saber quién se las hizo, sino quién se las paga. Eso, en política, se convierte en pragmatismo”, señala. Y ese pragmatismo buscó aplicarlo a la búsqueda de soluciones. La premisa de la estrategia mexicana fue “poner en la mesa soluciones que te convienen a ti (México), pero les convienen a ellos, y que te abren espacios para mover otras posiciones”. México tenía elementos a su favor, que podrían acotar a Trump. Por ejemplo, confiar en el conocimiento de los profesionales del Departamento de Comercio y en la supervisión de un Congreso republicano, un partido muy comprometido, históricamente, con el libre comercio. Además, al paso del tiempo, Trump asimiló que había costos de sus decisiones para una parte de su electorado. Eso abrió espacios a los mexicanos: muchos electores que habían votado por él dependían del tratado.