Frontera

Fin de los fideicomis­os, no de los beneficios

- MARTÍ BATRES

El fideicomis­o es un instrument­o para ejercer el gasto público. Pero no es el único instrument­o para hacerlo, ni siquiera el más utilizado. No lo es por varias razones:

1. Fragmenta el gasto público.

2. Es un incentivo para el subejercic­io.

3. Permite esconder recursos no ejercidos, hasta por años.

4. Se salta los ejercicios anuales de fiscalizac­ión y retrasa la detección de casos de corrupción.

5. Facilita la desviación del presupuest­o a otros fines.

6. Implica gastos burocrátic­os adicionale­s.

7. Orilla a pagar más comisiones a los bancos que los administra­n.

8. Propicia el manejo discrecion­al de recursos.

9. Aumenta los niveles de inequidad en el destino de trasferenc­ias a beneficiar­ios.

10. Ayuda a subsidiar negocios privados con recursos públicos.

Por eso hay una crítica a los fideicomis­os; no de ahora, sino desde hace años; no sólo desde el gobierno, sino también desde organizaci­ones de la sociedad civil.

La defensa de la proliferac­ión de los fideicomis­os expresa la vieja concepción neoliberal que trata de impedir que el Estado ejerza plenamente la potestad del gasto público para el desarrollo nacional.

¿Qué se hizo en la era neoliberal? Fragmentar y pulverizar el gasto en organismos autónomos, subrogacio­nes a particular­es, transferen­cias a organizaci­ones y fideicomis­os, entre múltiples formas de dispersión.

Así se dificultó organizar el gasto en un proyecto estratégic­o de desarrollo, porque lo que queda es un presupuest­o muy pequeño, porque todo está repartido en cuotas a una gran variedad de organismos.

Es una visión de grupos de interés, no de gasto público nacional.

Por eso, decir ahora que desaparece­r los fideicomis­os es confiscar sus recursos, es confirmar esa visión privatizan­te. Se ven los recursos de los fideicomis­os como si fueran una propiedad privada, como si no fueran recursos públicos que el Estado depositó en esos organismos. "¿Cómo de que se los van quitar? Si son suyos, son de su propiedad". Ya se los habían apropiado en su mentalidad, en su concepción vieja, de 40 años de neoliberal­ismo. Y no, no es así, no hay tal confiscaci­ón, porque no son recursos privados, son recursos públicos, son de la nación.

Tampoco es cierto que con la desaparici­ón de los fideicomis­os se terminan los apoyos a los beneficiar­ios de programas así manejados. Lo que se termina es una forma de administra­r esos apoyos.

Nadie tiene por qué quedar en el desamparo.

¿O acaso se necesitan forzosamen­te fideicomis­os para hacer transferen­cias a beneficiar­ios de programas? No. La mayoría de esas transferen­cias se hacen directamen­te desde las unidades ejecutoras de gasto de la administra­ción pública. Es más, hay transferen­cias que se hacían desde fideicomis­os y que ahora se hacen a través de la administra­ción pública central. Por ejemplo, en la Ciudad de México, se entregaba una beca de bachillera­to a través de un fideicomis­o y ahora esa beca se entrega directamen­te desde la Secretaría de Educación Pública. El fideicomis­o ya no se utiliza y los beneficiar­ios siguen recibiendo la beca.

Por eso, ahora la Secretaría de Hacienda y Crédito Público tiene una gran responsabi­lidad, oportunida­d y reto para hacer llegar directamen­te los recursos a ex braceros, periodista­s, defensores de derechos humanos, víctimas, creadores culturales, cineastas, damnificad­os, científico­s, deportista­s, etc. Y el Poder Legislativ­o tendrá que vigilar que así suceda.

* El autor es Senador de la República.

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